Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Me reconozco vulnerable, me acepto rota, me abro a mi dolor, lo manifiesto y lo transformo en energía viva, en amor. No reprimo sensaciones, no me obligo a estar bien, vivo el proceso de cada estado y vibro a través de ellos logrando sanar lo pendiente.

Extiendo a través de acciones la evolución de mi corazón, de mi alma; suelto la indiferencia de quienes no las reciban, no las consideren suficientes o auténticas. No doy por sentado la vida y el equilibrio, agradezco tres veces en la mañana y tres veces en la noche por el chance de poder continuar, construir y modificar.

No guardo silencio ni me entrego en sumisión si me siento inconforme, manifiesto mis ideas con respeto y paz. No me rijo por las masas, las estructuras o por lo socialmente típico y aceptable, apuesto por la evolución del pensamiento y la abolición de la indolencia.

Me rindo ante los propósitos que el universo ha elegido para mí, fluyo a través de ellos sin contener ni resistir. Reconozco mis miedos como parte de la naturaleza y de la existencia, me propongo de-construirlos y re-direccionar su poder como una fuerza creativa. 

Entiendo que la vida se compone por fragmentos de dicha, trato de extenderlos y de transitarlos con plenitud sin sabotearlos. Sonrío y río, a diario y sin falta.

Busco ayuda con humildad y sin pena, cuando mis recursos espirituales, intelectuales y mentales se sienten reducidos o golpeados. Cuando he perdido la esperanza en la vida o en mi misma.

Practico a diario la paciencia y la construcción de diálogo, porque sólo a través de ellos hay educación y consenso como logro individual y colectivo.

Abandono el ideal de perfección y orden, me acepto en caos, y en oscuridad. Reconozco que no poseo la luz y me entrego al ejercicio de buscar la iluminación a través del camino.

Entrego y comparto espiritualmente y materialmente lo que hay sobre mi mesa, no espero me sea retornado nada, pero si reconocido a través del agradecimiento. Reconozco merecer.

Entiendo a la muerte como certeza y hago que valga la pena el tiempo de vida otorgado. Me enruto mediante la bondad, la honestidad y la constancia.

Me acerco a quienes me aman y me reconocen valiosa, construyo con ellos vínculos sanos y reales. Me aparto del rechazo, de la indiferencia, de la crítica, del mal ejercicio de juzgar y de suponer. Trasciendo de lo primario, profundizo y busco entender la complejidad de cada situación, solo así, desarrollo criterio y argumento; capacidad de participación.

Me reconozco linda y sin códigos de belleza establecidos. Suelto mi inseguridad y me siento a gusto con mi cuerpo, marcado por el tiempo y las cicatrices. Lo cuido y lo reconozco como ese vehículo que transporta todo aquello trascendental que me compone.

¡Para cada día y para que no se me olvide jamás!

Compartir post