Recientemente hubo una gran polémica en los Estados Unidos alrededor del contenido de una carta escrita por Kim Hall, la madre de tres adolescentes que decidió plasmar su desesperación y rabia al ver las poses y vestimentas usadas por las amiguitas de sus hijos para comunicarse con ellos a través de las redes sociales.
La carta explicaba a las jovencitas que sus poses, la falta de ropa interior y el vestuario eran vistos no solo por sus hijos, si no por toda su familia – incluyendo a su hija de 8 años -. Según la madre, con las fotos no estaban logrando ser recordadas precisamente por su intelecto. Molesta, la madre pide a las adolescentes – entre otras cosas y luego de varios comentarios muy críticos – , que «si quieren mantener la amistad con mis hijos, tendrán que estar vestidas decentemente. Si sus fotos son de alguna manera sexy (y ustedes saben a qué me refiero), serán bloqueadas».
El documento se volvió viral (se habla de más de 5 millones de visitas) y la discusión no se hizo esperar. Algunos comentarios le hacían notar a la madre en cuestión, que sus hijos también habían posteado fotos de sus cuerpos en la playa sin camiseta, mostrando sus recién desarrollados músculos, y que sobre eso – oh sorpresa – no comentaba. Otros opinaban sobre lo triste que es que las niñas desde temprana edad se dejen llevar por la necesidad de ser aceptadas mostrando primero sus atributos físicos antes que sus capacidades intelectuales.
Y es ahí donde quiero detenerme: ¿Cómo zanjar la línea entre lo que nos hace sentir bien como mujeres, la manera como queremos ser percibidas, y el bombardeo cultural que recibimos desde chiquitas para que llamemos la atención, no solo de los hombres sino también de las mismas mujeres?.
Lo que seguramente están buscando estas adolescentes es validación de sus pares. Para ellas, el físico tal vez, es parte de la comunicación que quieren entablar. Es casi que un inherente a su feminidad mostrar su «poderío físico» aprendido desde que nacen. Tristemente siendo adolescentes, no miden consecuencias y es por eso, creo yo, la Sra. Hall (adulta y experimentada) les pide pausa. Mesura.
Entonces el problema no es la falta de vergüenza de las niñas. Es la necesidad de validación que buscan a través de sus cuerpos y posturas. Es otra vez, la permeabilidad cultural de los estereotipos. Más que impedir a los jóvenes que observen las fotos de sus amigas, sería ideal si la conversación con ellos girase en torno a los estereotipos, la necesidad de validación, el mirar más allá de las apariencias. Esa si sería una discusión en la que la Sra Hall podría generar un cambio en sus hijos, y en las niñas que desesperadas buscan comunicarse.
@Silviadan es Politóloga de la Universidad de los Andes. Máster en Resolución de Conflictos y Comunicación de la Universidad de George Mason (Virginia). Consultora en comunicaciones y periodismo. Madre, esposa, hija, y amiga.
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