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En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales.

La frase no es mía, pero concuerdo con quien la inventó.

Yo no soy experta en la materia. Nunca he sido una fan de esas que se pasan las horas analizando cada movimiento.  Tampoco me sé  los nombres de todos los jugadores, ni su historial o su pasado. No tengo  gran conocimiento sobre los campeonatos nacionales, ni sobre las rondas europeas. Algo sé de la historia del deporte y eso si, me encanta el “toque toque“ latino y las piruetas que terminan en goles sensacionales y alabanzas desenfrenadas.

Tal vez por eso me emociona el mundial. Va mas allá  de la sapiencia o el intelecto. Aunque suene repetitivo,  sobrepasa fronteras y genera una energía especial que nos une al mas desconocido.

Así lo viví yo hoy. Me junté con varios compatriotas a los que nunca en mi vida había visto para ver el partido entre Colombia y Costa de Marfil. Me senté al lado de un desconocido colombiano que con sonrisa de oreja a oreja me puso conversación. La estrategia, los jugadores, la importancia del partido. Los temas fluían al son de un ¡uuuuuu y un ¡Vamos Colombia, que si podemos!.

Los nervios incrementaban, pero seguíamos comentando. Compartíamos las mismas visiones sobre la estrategia de Pékerman.  El cambio de jugadores, el miedo a la no clasificación y las posibilidades de ganar. Llegó el primer gol y luego el segundo. Todos a mi alrededor gritaban, sonreían, se abrazaban. Al unísono cantábamos ¡Colombia, Colombia!. Como si estuviéramos en el estadio, hacíamos la ola satisfechos con el triunfo.

Y llegó el final. Nos despedimos, y volví a mi rutina.

Pero sonreí toda la tarde.  Por momentos sentí una esperanza que por meses no he sentido en mi país. Por eso repito: El fútbol es como Dios..

 

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