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Rata-de-laboratorio

A quien no lo calma una bonita frase, un poema. Yo por ejemplo, soy de esas que en mis ratos libres y lúdicos busco refugio en las palabras de Jorge Luis Borges, los poemas de Eduardo Carranza y  Mario Benedetti. Me gusta leer los consejos de Mahatma Gandhi  y Winston Churchill. Y me encantan incluso las sabias frases de Mafalda que en muchos casos  me devuelven el aliento que necesito para seguir adelante  cuando por diversas razones tengo el ánimo abajo.

Cuando encuentro algo que me hace sentir bien, lo comparto en mi cuenta de twitter o lo comento en mi página de Facebook o Linked In pensando  en que tal vez otros puedan beneficiarse de lo mismo. Algunos colegas, amigos y seguidores hacen RT a estas frases tal vez por que les llega el mensaje. Tal vez es por que los hace sonreír o detenerse por un momento y pensar.  Uno de los objetivos esenciales de los que participamos en redes sociales es que con nuestros comentarios, pensamientos,  o frases  generemos en quien nos sigue algún tipo de reacción.

Creo que nadie desconoce el poder que tienen las redes de influir de manera negativa o positiva en el estado de ánimo de quienes hacemos parte de ellas.

Pero como todo en las redes sociales es susceptible de ser medido , Facebook quiso precisamente medir esa influencia y en enero de 2012 con la  Academia Nacional de las Ciencias de los Estados Unidos decidió estudiar a casi 700 mil usuarios de la red  para determinar si sus estados de ánimo cambiaban al recibir mensajes positivos y negativos.

Sin permiso de los “objetos estudiados“, se cambiaron los contenidos  que aparecían en el alimentador de noticias de las páginas de estos individuos para determinar qué tan rápido se contagiaban sus seguidores de las palabras negativas o positivas que allí aparecían. Como cualquier hacker, entraron a sus páginas y sutilmente modificaron el contenido para lograr su cometido.

La conclusión no fue tan sorpresiva. Los investigadores Adam Kramera, de Facebook; Jamie Guillory, de la Universidad de California y Jeffrey Hancock, de la Universidad de Cornell, determinaron que el efecto es real y que las emociones y estados de ánimo cambian cuando los mensajes usan palabras negativas o positivas.

Los investigadores no contaron con con que una vez conocido el estudio, las reacciones serían adversas a su objetivo.  No se hicieorn esperar comentarios de furiosos usuarios que pidieron excusas y explicaciones de Facebook por haber violado su privacidad . Ejecutivos de la empresa  e investigadores explicaron las razones del estudio aduciendo, como lo indica su letra menuda de la empresa, que su objetivo en estas labores es “mejorar el servicio a los usuarios“.

No está aún muy claro cómo mejorará esto el servicio de Facebook. Lo cierto es que una vez mas, se ratifica que en las redes no hay absolutamente nada privado y todo es susceptible de manipulación.  En las redes siempre hay un “tras bambalinas“, un  “tercer ojo“ siempre pendiente de las conversaciones y contenidos que se comparten.

Nada realmente nuevo, pero si muy asustador. ¿Si podemos contagiar estados de ánimo, podríamos contagiar ideologías, formas de ver el mundo?

Si es que ya no lo han pensado  – por aquello de nuestros propios hackers y chuzadas-, ¿se imaginan el efecto de este nuevo poder en tiempos de elecciones?

¿Cuántas veces no habremos leído algo de un amigo, que no era realmente de ese amigo?

La verdad es que no hay que olvidar que las redes son eso. REDES. Conectores de gente, canales abiertos de participación. No son privadas, ni secretas,  y mucho menos seguras.

La tecnología siempre estará a la orden del humano que este detrás de ella, que como humano es imperfecto.

NO lo olvidemos.

Insistamos en el cafecito, en el encuentro entre personas de carne y hueso. Y si no lo logramos, vivamos la nostalgia. Sintamos la ausencia.  Valoremos el silencio que como dijo William Shakespeare –  “Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras“.

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