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Algunos dirán que no fue el mejor partido de Millonarios, y quizá tengan razón, pero lo que realmente nos importa a nosotros, los sufridos hinchas azules, es que el triunfo de anoche, conseguido «in extremis» y con todos los ingredientes requeridos para poder calificarlo de épico, tiene al equipo más laureado del país, uno de los de más alto número de hinchas, nuevamente soñando con el paso a una final.

El sueño está cerca, dependemos de nuestras propias capacidades para conseguirlo, realmente está muy, muy cerca. De pronto el haber estado en los últimos años varias veces, en situaciones similares a la actual,  con sus posteriores frustraciones nos mantienen aún con los pies en la tierra, con mesura frente a las posibilidades reales que tenemos de avanzar POR FIN a una gran final.

La tarea hasta ahora la han cumplido a cabalidad jugadores y cuerpo técnico. Luego de la eliminación de la Copa Suramericana, con tan solo tres puntos en la bolsa, el objetivo era el de sumar de a tres en cada compromiso de los que restaba para cerrar la fase de cuadrangulares. En Bogotá se hizo respetar la plaza, ante un aguerrido deportivo Pasto que anoche dio un golpe de opinión y de autoridad al alzarse con el triunfo en Barranquilla, lo que le da más brillo y realce a la derrota que les propinamos en el Nemesio.

Anoche la consigna inicial era sumar. Un punto servía, si Pasto no ganaba, pero ganó. Por eso, el gol postrero de Harrison adquirió luego del partido de Barranquilla un valor incalculable, inconmensurable. Eso gol de Otálvaro hoy por hoy nos tiene con la primerísima opción de acceder a disputar la final de la Liga Postobón. Solo dependemos de nosotros, una victoria sobre Junior, sin importar ningún otro resultado nos sitúa inmediatamente en la disputa por el título.

Seguramente Junior venga diezmado. El golpe de la derrota en Pasto sumada a los dos puntos perdidos como local ante el Tolima eran situaciones que ni en el escenario más pesimista contemplaba el DT tiburón. Antes de los cuadrangulares, al ser indagado sobre si le preocupaba terminar en Bogotá, manifestó que eso no le preocupaba porque seguramente su equipo llegaría a este partido con la clasificación en el bolsillo. Lo traicionó a lengua! Adicional a eso hay por lo menos tres de sus futbolistas titulares que no podrán enfrentarnos por acumulación de amarillas.

No obstante no debemos confiarnos de eso. Anoche quedó en evidencia que la condición física de nuestros futbolistas no está al 100%. Las lesiones de Lewis y de Cosme podrían constituirse en señales de alarma de que la maratónica seguidilla de partidos en los últimos cuatro meses está empezando a pasar su cuenta de cobro. Además, la ausencia de Otálvaro será sensible en la estructura y funcionamiento del equipo, máxime cuando la obligación es salir a buscar el triunfo ante un Junior que seguramente saldrá con toda a luchar su última opción.

Mi llamado es al optimismo mesurado. Sabemos que tenemos las herramientas, contamos con un grupo de jugadores con hambre de gloria o motivados por el dinero de los premios (dirán algunos); con un cuerpo técnico capaz, que conoce a su grupo, que ha sabido explotar lo mejor de cada uno de sus futbolistas; con la ventaja que podría otorgar jugar en nuestro estadio, a la altura de Bogotá y con el aliento de las 40 mil almas que, seguramente, abarrotaremos el Nemesio. Pero el rival también juega.

Debemos ratificar porqué los números muestran a Millos como el mejor local del campeonato, sacar a relucir por fin esos cinco centavitos que nos han quedado haciendo falta para lograr los objetivos. Hay que hacer uso al máximo de esa jerarquía que por momentos y en partidos brillantes ha mostrado el equipo, pero que en instancias culminantes como la que viviremos el domingo, nos ha quedado faltando.

Todo está dispuesto, el sueño está al alcance de la mano, estamos a 90 minutos de quitarnos de encima ese sambenito de ser el único de los equipos llamados grandes del FPC que no ha disputado una final desde que se adoptó el esquema de los torneos cortos.

Hoy más que nunca debemos rodear a nuestros muchachos. No importa el nombre, no importa el color de su piel, no importa su pasado futbolístico, ni siquiera los errores que hayan cometido y que puedan volver a cometer. Que la voz y los gritos del hincha que vaya el domingo sean para alentar y no para putear, sean para agradecer y no para vilipendiar, sean para animar y no para meter presión, que sean para construir y no para destruir.

Los invito a seguir soñando. La consigna durante todo el semestre fue «SE VALE SOÑAR» y ese sueño está a punto de hacerse realidad.

Cordial y albiazul saludo

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