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Aun antes de que Román Torres metiera ese imparable zapatazo a ras de piso que significó ni más ni menos que  dos puntos más de los que hasta el minuto 90 Millos tenía en su alforja, el tema central de este post iba a girar en torno al cambio monumental en la actitud del equipo luego del imponente cobro de tiro libre de Rubén Bustos que le daba a los de Tunja un justo premio a la reacción que tuvieron desde el inicio del segundo tiempo, y a Millos una bofetada por el letargo soporífero en el que cayeron sus jugadores tras la ventaja parcial lograda por Perlaza apenas iniciando el cotejo.

Es que después del empate conseguido por los boyacenses, los jugadores del equipo azul despertaron, reaccionaron.  Quizá heridos en su amor propio o quizá empujados por los gritos que desde la tribuna empezaron a caer en tono de reproche por lo que significaría, a esa altura, el cuarto resultado negativo en forma consecutiva.

El DT movió el banco. Mandó al terreno de juego a Wason y a Robayo, habituales titulares, así como al aclamado Yuber Asprilla.

Con el marcador en contra y con el refresco en la nómina, despertó también Otálvaro, reaccionó Montero, «Ganiza» se metió más en el partido ayudando a empujar al equipo desde la zona de recuperación, y Román Torres continuó cimentando su condición de figura del partido con su entereza y jerarquía desde la zona del fondo de Millonarios.

Por su parte Robinson Zapata ponía el cerrojo en su arco ahogando el grito de gol del ajedrezado cuando este se atrevíó a contragolpear aprovechando los espacios que dejaba al cuadro albiazul.

Gracias a ese cambio de actitud y a la entrega que tanto se les valoró a estos jugadores el año pasado y que tanto se les reclamaba y se añoraba en esta temporada, Millos acorraló al visitante llevando constante peligro sobre el arco de Saldarriaga, quien con cada embate de la delantera azul se agigantaba más y más.

Así las cosas, el empate parecía cantado y la crisis de resultados parecía ensombrecer los vestigios de la alegría que aún queda en el corazón de los millones de seguidores azules luego de la consecución de la estrella decembrina. No obstante, este Millos volvió, como el del año pasado, a demostrar que no se puede dar por muerto hasta que el juez del encuentro decrete el pitazo final.

Los jugadores azules, a pesar dela premura y el acoso del cronómetro, en el último minuto de tiempo añadido tomaron el balón, lo tacaron, y con paciencia buscaron el espacio preciso. Como todo el Boyacá Chicó se encontraba dentro de su propia área, la única posibilidad era el recurso de la media distancia. Robayo vio venir a Román, le puso el balón en el sitio preciso para que el panameño, que lo venía buscando y trabajando, marcara su primer gol con la camiseta del más veces campeón de Colombia.

 ¡Y qué gol!. Gol de tres puntos, «match point» dirían en el tenis. Gol que revive anímicamente al equipo de cara a lo que se viene y que instala definitivamente a este panameño en la historia, en el «santoral» de ídolos azules. Estoy seguro que próximamente veremos su figura o su nombre en alguno de los trapos con los que las barras organizadas decoran al Nemesio….se lo merece.

Aún hay algunas cosas por corregir, bastantes por mejorar. Varios jugadores aun no encuentran su mejor nivel, pero estoy seguro que de conservar la actitud y la mística demostrada el sábado pasado, el equipo retomará la senda ganadora y muchas alegrías son las que debemos esperar los seguidores azules.

De corazón espero que esos últimos 35 minutos signifiquen el despertar del equipo, el retorno de esa jerarquía  que tanto se le valoró el anterior semestre,  para así  darle la espalda de una vez por todas al mito aburridor aquel del «síndrome del campeón».

Por el momento los diez puntos en la Liga y la ubicación en la parte alta de la tabla parecen darle un mentís a esta tendencia negativa en el fútbol colombiano.

Con el ánimo renovado para enfrentar lo que queda de la Liga y la Libertadores.

Cordial y albiazul saludo

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