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Al parecer, por la reacción de buena parte de la hinchada del común así como de los «hinchas periodistas -líderes de opinión», debido al pálido empate obtenido en Armenia, irremediablemente tenemos que colgarle a nuestro equipo la pesada lápida con el rótulo de «ELIMINADO» de los cuadrangulares semifinales.

A decir verdad, el enfermo no muestra señales de mejoría a pesar de que su sistema inmunológico – defensivo se mostró sólido y resistente de la mano de Luis Delgado que reemplazó con suficiencia y buenas atajadas a Robinson Zapata, así como de la ya conocida jerarquía de Román Torres y Pedro Franco, sumada a la solidez que mostró por el lateral izquierdo el reincorporado Alex Díaz que parece por fin llegar para quedarse con ese puesto en la titular del equipo. Así mismo la labor de filtro en la mitad del campo ejercida por Blanco y Robayo no pasó mayores sobresaltos.

Por su parte Candelo y Otálvaro siguen mostrando inconsistencia en su juego. Muestran gran dinámica en la cancha, se rebuscan la posesión del balón, colaboran en el planteamiento táctico del equipo, intentan encontrar a los delanteros con sus característicos lanzamientos en profundidad los cuales, cuando no son imprecisos o bloqueados por un defensor rival, casi nunca encuentran a los atacantes bien posicionados.

Resulta evidente que el verdadero problema del equipo radica en su zona de ataque. Wason y Montero no sincronizan movimientos, se «roban» espacios entre si, no muestran mayor dinámica, generalmente reciben de espaldas al arco, y cuando quedan de frente al portero rival tardan en tomar la decisión adecuada de definición o simplemente toman la decisión equivocada.

Para colmo de males, cuando por fin Wason logró embocar una, el árbitro del partido le anuló la jugada por una mano que, si bien existió, fue tan intencional como la mano de la que le quedó el rebote de un defensor del Quindío. Es decir, dos manos seguidas en una misma jugada, con las mismas características y el juez decidió cobrar la de nuestro delantero y no la del defensor local. No quiero, sin embargo,  con esto indicar que el partido no se ganó por culpa del juez.

Al final del partido llegaron las lamentaciones. Nuevamente las redes sociales se inundaron de críticas ácidas y lacerantes en contra de muchos de aquellos que hace apenas cuatro meses habían logrado retornar al equipo a los sitiales de privilegio del fútbol local. Nuevamente rumores de prensa daban cuenta de una supuesta gresca al interior del camerino albiazul como consecuencia del resultado obtenido.

No obstante la desazón por el empate, la realidad de la tabla nos tiene ocupando hoy la posición número 10, con los mismos puntos del equipo que ocupa el octavo lugar, a tres puntos del séptimo y a seis puntos de los líderes. Con 15 puntos por disputar, nueve de ellos en calidad de local, la clasificación no parece una utopía.

En las calles, en los corrillos de oficina así como en las redes sociales sigue tomando fuerza la sensación de que el bajón del equipo corresponde a un paro intencional de los jugadores descontentos con el actual cuerpo técnico. Rumores estos alimentados por algunos medios de comunicación que sin pruebas, sin fundamentos, sin evidencias se han dedicado a lanzar versiones sobre vestuarios partidos, grupos de jugadores claramente distanciados entre sí, y descontento generalizado contra el DT Torres.

Lo que yo veo en la cancha es a un equipo que corre, que disputa a muerte cada balón, que con muchas ganas aunque muy poco fútbol intenta revertir la mala situación actual. Es decir, la actitud de los futbolistas aleja cualquier manto de duda sobre su profesionalismo y sobre los rumores que cada vez se hacen más fuertes respecto a las supuestas rupturas y desavenencias internas. Actitud hay, y mucha. Falta que el fútbol aparezca

El paciente continúa con su anemia en generación de juego y de llegadas al arco contrario porque Candelo y Otálvaro, no obstante el coraje y pundonor que muestran en cada partido, no andan finos y precisos; porque debido a la mala racha que atraviesan los delanteros exhiben una absoluta desconfianza y baja autoestima sobre sus reales capacidades, no muestran dinámica, no se perfilan bien de cara al arco contrario y toman decisiones equivocadas; porque la mala suerte nos ha privado de contar en partidos decisivos con importantes alternativas de ataque como historicamente han sido Tancredi, Yuber, Perlaza y hasta de Lewis Ochoa que siempre fue la principal fuente de generación de fútbol cuando por alguna razón los volantes de creación no andaban lúcidos.

Aunque los últimos partidos de Millos han sido fuente más de sufrimiento y decepción que de alegrías y orgullo, no voy a entrar en la tónica de maldecir y malquerer al equipo. Estamos atravesando un mal período, un mal semestre en el que hemos padecido de muy mala suerte. Es evidente que el equipo no juega bien, pero las opciones de clasificar están aún latentes. El triste punto sumado en Armenia y los resultados de los otros partidos permiten conservar la ilusión de no perdernos la fiesta de final de semestre.

Es cierto que hay muchas cosas por mejorar, pero en tiempos no muy lejanos a estas alturas del torneo no dependíamos solo de nuestros resultados, sino además de resultados ajenos así como de una buena dósis de ayuda divina.

Material humano hay. Sigo creyendo en las cualidades de nuestros futbolistas, sigo creyendo en la honorabilidad y profesionalismo de quienes hoy integran la plantilla del más veces campeón, sigo confiando en que tenemos todo a nuestro favor para clasificar y pelear por el título de Liga, sigo soñando con que los jugadores retomarán, en la recta final de esta fase de la Liga,  la memoria futbolística y la cohesión de equipo que nos llevó a saborear la gloria vivida aquel 16 de diciembre de 2012.

Ya llegará el momento de hacer balances, de tomar decisiones y de mirar el espejo retrovisor con el fin de tomar los correctivos a que haya lugar. Por ahora prefiero no alimentar estos espacios con malas energías ni con perversos augurios para nuestro amado equipo.

Mi postura, hasta el final, hasta que las matemáticas nos cierren cualquier posibilidad de clasificación, será la de alentar y enviarle al equipo desde la tribuna o sentado frente al televisor las mejores energías que les permitan a nuestros jugadores darnos una satisfacción similar a la vivida hace apenas cuatro meses.

Cordial y albiazul saludo

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