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“Yo tengo ideas, yo tengo talento, yo tengo oportunidades”. Ese es el eslogan y una especie de mantra que el jueves y el viernes miles de personas repetían en Corferias en la Feria del Empleo organizada por el Ministerio de Trabajo y el Sena. En efecto había mucho talento, al igual que ideas para conseguir esa merecida oportunidad que significa tener empleo en este país. Héctor Casas, un joven periodista recién graduado fue uno de las 20.000 personas que buscaban trabajo, lo necesita con urgencia para suplir sus necesidades básicas y si es posible, darse algunos gustos y caprichos que tiene pendientes. Una cosa sí tiene clara: no quiere ser parte del 10% de colombiano en situación de desempleo, según cifras del DANE, y sí, de las promesas y prosperidad económica que el establecimiento y los medios celebran a diario.

Buscando el talento humano

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A las siete de la mañana Héctor Casas llegó hasta la estación Ciudad Universitaria sobre la Avenida El Dorado, después de hacer un par de trasbordos en las estaciones “Ricaurte” y “Jiménez” en plena “Hora Pico”. Le tomó unos quince minutos llegar hasta el complejo de Corferias, los primeros rayos de sol despuntaban en el cielo cargado de grises oscuros y claros, hacía unas pocas horas había llovido formando pequeños y continuos charcos en los andenes que sorteaba con saltos esporádicos en medio de su andar repetitivo. Sacó de su maletín una botella de gaseosa dietética que Lucía, su mamá, le empacó mientras salía de casa. El sabor insípido le produjo fastidio y prefirió dejarla donde estaba, mientras pasaba una calle en medio del atafago de desembarazarse de la gaseosa dobló y levemente empapó el sobre de manila en el que había alistado una docena de hojas de vida que planeaba repartir, además de certificados de estudios y algunas constancias laborales que hacía una semana solicitó y apenas ayer se las entregaron.

 

Cuando llegó al andén ancho lo primero que vio fue una línea humana pegada a la malla exterior de Corferias. Se acercó a una vendedora de minutos a celular para preguntarle dónde terminaba la cola, o empezaba, estaba perdido. “Mire joven, le señaló con la boca, hacía allá está llegando todo el mundo… apúrele para que coja puesto”. Caminó algo más de tres cuadras  mientras se acomodaba su IPad y audífonos y escogía “Lucky” (de la banda inglesa Radiohead) cuya letra, que sabía desde niño, repetía para concentrarse y evitar la ansiedad y desesperación en circunstancias tensas. Dobló dos calles y llego hasta la esquina frente a la Avenida la Esperanza, le preguntó a un hombre que tenía barba de dos días si esa era la fila para correcta, “el tipo me respondió con ironía: ¿acaso ve otra…?”, me cuenta Héctor mientras tomamos un café en la zona de comidas. Hace algo de frío y comienza a correr el viento con fuerza, han transcurrido unos quince minutos desde que salimos del pabellón después de sortear una jornada en la que intentamos encajar con el espíritu empresarial, que exige una actitud positiva y una paciencia a prueba de todo, la misma que muchos en la plazoleta disfrazaban de esperanza inaplazable.

 

Después de descansar sacó su cajetiila de Marlboro y escendió el cigarró con parsimonia, con el trasncurrir de los minutos iban llegando muchas personas, “como una procesión en Semana Santa”, señaló. En un ritmo constante la fila se movió hasta extenderse cerca de la Empresa de Acueducto de Bogotá y completar toda la gran manzana del recinto ferial. Unos preguntaban perdidos los documentos que debían traer o el horario de atención, otros corrían buscado un local para sacar fotocopias, algunas terminaban de maquillarse y otros de ajustarse debidamente la corbata. También hubo quien mató el tiempo de espera llenando crucigramas o leyendo el horóscopo del día. La mujer que estaba detrás de Héctor, que tenía el cabello tinturado color ocre, en el que empezaba a abrirse los primeros centímetros de raíz blanca, que develaban su edad, le comentaba en tono parco que años atrás tuvo un trabajo fijo, estable.

 

–Cuando me faltaba poco para cumplir el tiempo requerido para pensionarme, el Seguro Social me liquidó y aquí estoy…
–¿Por qué la sacaron?    
  — Porque el Seguro está en liquidación, igual nadie puede ya cotizar ni pensionarse como hace unos años… ah, que cosas….

–Y en su familia no hay alguien que le dé una mano, mientras sale algo…?

–No joven, mi familia no es de esta ciudad. Es más, hoy mi hermana está en Medellín buscando acceder al subsidio de Familias en Acción…

 

La mujer continuó contándole su historia a un grupo de jovencitas que venían tras ella en la fila. En tanto, un grupo de jóvenes de chaqueta amarilla repartían formatos pequeños para registrar los datos personales que debían entregarse en la entrada. “Llenen el formulario con letra clara, para que no se los devuelvan” advertía uno delgado y con voz ronca. Héctor Casas se disponía a llenar el dichoso formato cuando se percató que no llevaba consigo ningún esfero con qué anotar. “Por el afán de llegar temprano empaqué todo a la ligera y se me olvidó un mísero esfero”, cuenta mientras me muestra un bolígrafo de cuerpo negro raído, y en tono secó me comentó: “este me lo vendió una señora que pasaba por la fila ofreciéndolo a 500 pesos. Le pedí que me lo prestara un momento, pero la mujer se puso de mal humor y me dijo que sólo los vendía, pues ese era su trabajo“.

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Muchos los llamados, pocos los escogidos

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A las 8 de la mañana se abrió la puerta para entrar a la Feria. La fila comenzó a moverse rápidamente, después de unos minutos había avanzado unos cien metros. El cielo estaba de un azul asustado, tenue, y comenzaba a dibujarse el espectro de una luz que auguraba un buen clima. A Héctor Casas le sorprendía que llegaran tantas personas: jóvenes, viejos, unos con pinta de oficinistas, otros con cara de humanistas, publicistas o diseñadores, algunos vestidos con traje  de paño impuesto y otras en tenis y bluyín. Todos como él: desempleados. O con ganas de emprender, no olvidemos que también era la Feria del Emprendimiento.

 

Héctor tardó menos de una hora en entrar al Pabellón 8. Cientos de stands y cubículos de todo tipo de compañías atendían a quienes llegaban: Legis, Makro, Pacific Rubiales, Direct TV, La Riviera, Kokoriko, Banco de Bogotá, Wok, Marval, Convergys, Studio F, Cruz Roja, El Corral, Burger King, Pat Primo, Grupo Éxito, Grupo Alcomex y Falabella, compañías de obras públicas, empresas cristianas y hasta universidades, que no desaprovecharon la ocasión para recordar que una buena educación es el sustrato para un buen empleo, “a mayor preparación, mejor sueldo” decía el eslogan de una universidad virtual. Incluso los desplazados tenían un lugar exclusivo para ellos, de la Red Unidos, que es una estrategia para la superación de la pobreza extrema del gobierno nacional. “Ahora que recuerdo, siempre lo vi medio vacío”, añade Héctor.

De las cerca de 24.000 mil vacantes que ofrecían, más de la mitad eran para auxiliares técnicos o tecnólogos, otras para bachilleres, y pocas, muy pocas para profesionales como Héctor Casas,  que a pesar de ser comunicador social no consigue algo en que emplearse, “tuve muy buenas notas, y eso me alcanzó sólo para ser monitor en las clases radio y audiovisuales”, me cuenta mientras un par de mujeres con un cansancio inocultable en el rostro se sentaban al frente nuestro. Una se quitó las botas negras que traía para darse un improvisado masaje en los pies, la otra encendió un cigarrillo mentolado. Nos ofreció uno con una sonrisa cordial, se lo acepté por cortesía, nos preguntó cómo nos había ido, “a mí muy bien, creo que conseguí trabajo” le contesté.

 Momentos después, a las cuatro en punto, ambas salieron a toda prisa al Conversatorio sobre Liderazgo Empresarial, el evento con el que se cerraba el primer día de la Feria. Un hombre afro con unas gafas redondas tipo John Lennon y una mochila arawac pasó corriendo detrás de ellas junto a un grupo multiforme de personas, “espérenme muchachas, esperen que voy con mis emprendedores…”.

 

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Al final del día

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Héctor ordena un montón de hojas y fotocopias mientras el cielo comienza a ponerse gris y el viento frío arremete ahora sí con fuerza. Yo estoy entretenido viendo un programa en la pantalla gigante dispuesta en un costado del pabellón sobre trucos y consejos en una entrevista de trabajo. Se trataba de la novedad de la Feria: un video chat en el que desde Twitter y Facebook las personas enviaban preguntas cómo “¿qué debo incluir en mi hoja de vida?”, “¿es pertinente decir que me echaron del pasado trabajo?”, o “¿usted cree que es malo irse con minifalda a una entrevista de trabajo?”. Y un grupo de asesores, con una sonrisa fingida iban respondiendo las inquietudes: “ponte esto, ni se te ocurra aquello, olvídate por completo de mentir, considera esta actitud…”, muchos etcéteras. Un acomodo de discurso sobre actitud positiva que a esa hora de la tarde no estaba dispuesto a soportar.

 

Terminé mi café y le pregunté a Héctor si al final entregó todas las hojas de vida que había empacado.

-Claro, la peor diligencia es la que no se hace. Hasta dejé una por sí acaso me llaman de Andrés DC, me respondió.
– Lo importante es conseguir contactos…, leí que los desempleados son quienes más se enferman.
–Y sin salud, apenas… Ah, de todos los stands que vi, sólo hubo uno del que salí corriendo, por mero agüero.
-¿Cuál?, le pregunté intrigado.
-El de la Asociación Nacional de Desempleados.

 

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En Twitter @ferchorozzo

Imágenes Diario El Espectador, la República, Ministerio de Trabajo.

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Saltando de un lugar a otro encontró su pasión en escribir, y sus textos han sido publicados en revistas como Gatopardo, SoHo, Esquire, Vice, Malpensante. Bogotano, profesor en algunas universidades e investigador asociado de Los Andes y apasionado por el periodismo, acaba de escribir su primer libro con Penguin Random House, "CSI Colombia", siete crónicas de cómo las ciencias forenses decodificaron algunos de los crímenes más impactantes de la historia reciente de Colombia. ​

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5 Comentarios
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  1. Esto muestra una cruel realidad el desempleo es un factor actual, que conlleva muchas consecuencias nocivas, y muestra que no hay oportunidades, no hay equidad. El empleo es un deber del estado no un favor para sus ciudadanos.

  2. No existe nada más ridículo en Colombia que las entrevistas y requisitos de trabajo que le piden a uno; para pagarle un miserable mínimo le exigen casi hasta doctorado, una experiencia de cinco años y edad de 20; como quien dice solo genios que hayan terminado el bachillerato a los 10 años y se hayan graduado a los 12 y doctorado a los 15. Tarados.

  3. No existe nada más ridículo en Colombia que las entrevistas y requisitos de trabajo que le piden a uno; para pagarle un miserable mínimo le exigen casi hasta doctorado, una experiencia de cinco años y edad de 20; como quien dice solo genios que hayan terminado el bachillerato a los 10 años y se hayan graduado a los 12 y doctorado a los 15. Tarados.

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