Cerrar Menú Blogs
Las opiniones de los blogueros son de su estricta responsabilidad y no representan la opinión de este portal.
Profile image

Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Seguir este blog

Jardines de malezas, arquitectura superpuesta, líneas sangrantes que conforman un corazón tatuado, cráneos humanos revestido de hojas secas. Eso suena a arte joven. Y sí: es arte joven. Es parte de la exposición actual de Espacio el Dorado, una de las colecciones privadas más completas y documentadas de arte contemporáneo y joven del país. Pero de qué habla el arte de los millennials en Colombia. Es la pregunta germinal de este texto. También hay otras necesarias: ¿cuándo un artista es o deja de ser joven? ¿Es pertinente dividir y categorizar artistas según su fecha de nacimiento? A mí no me parece relevante si un artista es mayor o menor de cierta edad. Hay obras maravillosas que fueron hechas a muy temprana edad y otras que fueron elaboradas luego, en la mitad o al final de la vida.

La sabiduría antigua reconoce que los veinte son la época de la belleza. “El que no es bello a los veinte, ni fuerte a los treinta, ni rico a los cuarenta, ni sabio a los cincuenta, nunca será ni bello, ni fuerte, ni rico, ni sabio”, dice un refrán español. Los veinte están justo en el medio de la edad en la que uno aprende a ganarse la vida y la edad en la que uno se vuelve sabio a punta de errores acumulados. Aquí recuerdo una frase de  Álvaro Medina, profesor e investigador, en una de sus clases de Historia del Arte en la Universidad Nacional: “No creo en los artistas jóvenes—dijo en un auditorio, entre otras, repleto de jóvenes—. La calidad de un artista depende de su experiencia, y su experiencia depende, a su vez, del tiempo dedicado al trabajo, de las horas del día enfocadas a encontrar un estilo, a su búsqueda. Lo que no tiene nada qué ver con la edad”.

El término de arte joven —explica Catalina Vaughan en uno de sus artículos en Esfera Pública— apareció en nuestro país en la década de los setenta cuando Eduardo Serrano organizó un par de exposiciones con obras de artistas que estaban despuntando en el medio local. “Luego vinieron los Salones Atenas del Museo de Arte Moderno, donde se presentó en sociedad la obra de artistas jóvenes de entonces (Miguel Ángel Rojas, Antonio Caro, John Castles, Gustavo Zalamea)”. A finales de los setenta el Salón Atenas llegó a su fin y el Museo de Arte Moderno relanzó esta categoría creando la Bienal de Bogotá, en las se mezclaron las nociones de arte joven y aire fresco. Años más tarde la Biblioteca Luis Ángel Arango lanzó su programa ‘Nuevos nombres’, que presentó obras de Doris Salcedo, Nadín Ospina, entre otros.

 

De izquierda a derecha: Cristina Franco, Eduardo Serrano, Geo Ripley, Rafael Echeverri, Sandra Llano y Jorge Ortiz. Fuente COLARTE

De izquierda a derecha: Cristina Franco, Eduardo Serrano, Geo Ripley, Rafael Echeverri, Sandra Llano y Jorge Ortiz. Fuente COLARTE

 

 

UNO: LA DÉCADA DE LOS NOVENTA

Las generaciones anteriores al nuevo milenio buscaban ser premiadas, de algún modo amparadas, por ello se postulaban a concursos como el Salón Nacional de Artistas, la Bienal de Bogotá o gestionaban por sí mismos hacer parte de alguna colección o participar en alguna exposición del Mambo, que tenía el canon del arte, y que por cuestiones de burocracia administrativa de Colcultura (antiguo MinCultura) y la apertura de nuevos espacios (El Camarín del Carmen, por ejemplo), perdió paulatinamente su importancia, y de paso, el presupuesto que recibía de Colcultura y patrocinadores privados. El punto de no retorno, la estación final del desvanecido Mambo fue la exposición ‘La Barbie de Pasarella’: noventa muñecas Barbie, vestidas por treinta diseñadores latinoamericanos, entre ellos cinco colombianos, se exhibieron en abril de 2003. El museo y su directora sintieron el golpe (o se dieron a sí mismos, sería mejor decir) e inició así su debacle.

 

 ‘La Barbie de Pasarella’

‘La Barbie de Pasarella’

 

“Durante los años noventa el Salón Nacional de Artistas era de jóvenes (Nadín Ospina, José Alejandro Restrepo, David Lozano), en la siguiente década había una mixtura de personas con recorrido, amateurs y novatos—dice Guillermo Vanegas, profesor de historia y teoría del arte de la ASAB y jurado en el reciente XLIV Salón de Artistas Nacionales, llevado a cabo en Pereira, bogotano de 44 años—. Hoy los Millennials no le apuntan al Salón de Artistas sino a las ferias más importantes de arte que hay en Bogotá: ArtBo y La Feria del Millón”.

La metamorfosis del arte joven conduce a una nueva epistemología o finalidad de las plataformas culturales: el arte contemporáneo no se premia, se investiga. La obra de arte es la oportunidad  adquirir conocimiento, documentarlo, establecer alguna hipótesis o lanzar una teoría sobre sus propietarios, gestores, intermediarios, materialidad de la obra, canon. En este punto, Santiago Rueda, que ha sido curador en diversas exposiciones, plantea dos preguntas: “¿el MinCultura o Idartes hacen bien la tarea desde lo que tienen que hacer, su misión? Sí, cumplen metas e indicadores de gestión. ¿Esas metas son pertinentes, adecuadas, afines con el arte joven? No, son metas propias de los años noventa: estímulos y patrocinios: becas, becas, becas”.

Así las cosas, una beca de producción de obra —de 20, 30 ó 40 millones de pesos— seguía el ciclo de creación, ejecución, producción, exposición y en algunos casos, documentación e investigación por parte de críticos, curadores o investigadores independientes. Luego, quedaba en el olvido, en la casa del autor o si contaba con suerte o un buen marchante, en la galería de un coleccionista.

 

DOR_4937+copia

 

 

DOS: ¿QUIÉNES COLECCIONAN EL ARTE JOVEN?

Hay varias posibilidades. 1). Artistas-coleccionistas como arte útil para sus propios fines creativos (por ejemplo, Fernando Botero, Enrique Grau o Carlos Rojas lograron crear museos con su colección personal). 2). Críticos de arte, cuya colección da cuenta de su trasegar investigativo y sus preferencias afectivas (por ejemplo, Santiago Rueda, que cuenta con una colección juiciosa de artistas jóvenes que han abordado el tema de narcotráfico en su obra). 3). Coleccionistas particulares como José Darío Gutiérrez (creador del proyecto Bachué, plataforma que cuenta con colección de arte, sello editorial y una galería en La Macarena), Cesar Gaviria (uno de los mayores coleccionistas del país, propietario de Nueveochenta), Alejandro Castaño (que abre su apartamento y bodega de arte todos los años durante la feria ArtBo para visita del público), Celia Sredni de Birbragher (una de las mayores coleccionistas de arte contemporáneo del país, en especial producciones relacionadas con temas activistas y de performance), entre otros.

Los coleccionistas de arte contemporáneo y joven salieron a la escena pública hace algunos años en medio de un contexto favorable: el crecimiento económico, el ascenso de la clase media y la mejora en las condiciones de seguridad e inversión en el país. Estos coleccionistas de arte contemporáneo conforman un enorme rompecabezas, un crucigrama de acuerdos y desacuerdos, de mejores “ojos” u “olfatos” que dinamizan la escena artística del país, permitiendo, en todo caso, una visión de conjunto más democrática y menos excluyente del país.

 

GNuOpt0m17

 

Halim Badawi, arquitecto y crítico de arte, escribió en ARCADIA, que estos coleccionistas reúnen, en su conjunto, un acervo artístico superior al de todos los muesos de arte de Colombia. Hay colecciones privadas de arte joven y contemporáneo que superan a las del Banco de la República, el Museo Nacional o el Museo de Arte Moderno de Bogotá.

“El canon del arte joven y contemporáneo está en Espacio El Dorado. Un espacio privado que custodia, conserva y expone mejor este arte que cualquier museo”.

Dice Guillermo Vanegas, y en seguida agrega una explicación fundamental, de base en este contexto: un museo, independiente de su misión, categoría, tamaño o especialidad tiene una vocación pública, una hoja de ruta en su misión educativa: piensa en el público o el visitante e incluso en la formación de ciudadanos, en algunos casos. En tanto, la galería piensa en el cliente, los compradores, el mercado del arte, la ganancia, el prestigio.

 

TRES: ENTRE INNOVADORES Y FRUSTRADOS

   Guillermo Vanegas asegura que los cuarenta años son un punto de madurez de un artista. A continuación expone el repertorio de su afirmación: tener tesis de pregrado o maestría publicada —aunque sea por la editorial de la universidad—; haber participado en alguna exposición colectiva, o individual, mucho mejor; haber participado en algún concurso de crítica o historia del arte, y por último tener un cargo universitario.

A continuación aclara que los artistas Millennials ya han cumplido estas metas antes de los 25 años. Producen, gestionan, buscan y no tienen dilemas éticos a la hora de ser patrocinados por alguna empresa nacional o extranjera. Se asocian y funcionan como una empresa curatorial—para no ir lejos, miremos el caso de La Agencia, en la que, como su eslogan indica, puede pasar de todo pero no de cualquier manera—. Es otro tipo de artista: un artista con mentalidad gerencial. “Es doblemente efectivo. Es dinámico y aparte innova”, asegura Vanegas.

 

Imagen Archivo La Agencia/ El desacuerdo, 2018

Imagen Archivo La Agencia/ El desacuerdo, 2018

      Vanegas estima que los egresados de la Universidad Javeriana y de la Tadeo Lozano llegan sin mayor dificultad a la industria cultural: cine, comerciales de televisión, publicidad. El énfasis de las carreras les permite allanar sus primeros pasos como profesionales y planear desde temprano la trayectoria personal que desean construir. Un ejemplo, el de Atico Estudio, que según la revista PyM produce el 70% de los comerciales de televisión abierta y por cable del país. Un mercado laboral asegurado, como un precepto profesional: el estudiante que se destaca en la universidad tiene un puesto asegurado allí. Cada chico retoma una vida parecida a la de su inmediato antecesor: recupera, conserva y reproduce. No es una tradición sino una consecuencia de la distinción y el capital social, pero al final se trata de movilidad social que circunscribe a los jóvenes artistas integrales. Y que, entre otras cosas más, podría explicar la pésima calidad de nuestra televisión.

Le pregunto a Vanegas por la universidad pública en el escenario o mercado del arte millennials, si la crisis patente en la estructura física en los edificios de arte la Nacional y la ASAB también se presenta en otras esferas de la formación profesional. “Así es”, admite Vanegas, con una rapidez que me indica que no le estoy diciendo nada que él no haya pensado antes. “Los de la Nacional son crecidos y los de la ASAB, pues terminan de profesores o de tatuadores. La Nacional está peor: solo produce gente frustrada”. El único camino que les queda son los premios de Arte Joven, como el de Colsanitas (que en 2011 entregó menciones honoríficas a egresados de la Nacional) o el Arte Joven Club El Nogal  (este año, entre sus seis ganadores, hubo dos de la Javeriana, tres de la Nacional, uno de la Tadeo).

En cuanto a los Andes, Vanegas estima que el tema del conflicto no hace parte de la producción artística ni curatorial de sus estudiantes o egresados. Existen varias explicaciones, que involucran la formación familiar, la vinculación profesional de los padres de estos chicos o la búsqueda de un estilo personal que no se involucra con temas martillados todos los días en los medios de comunicación o elaboración de experiencias personales. Existe otra explicación, el mercado: el arte hecho por menores de 30 años es un valor de inversión. Los egresados, estudiantes y vinculados con las universidades privadas bogotanas son pragmáticos: le apuntan al mercado, quieren dinero, eso sí, por vías legales.

Es natural, el artista debe vivir de algo. Vender su obra en una ciudad como Bogotá (donde la cantidad de artistas en inabarcable y las galerías parecen no dar abasto). En ese sentido, la Feria del Millón es una ventana clave para los Millennials. Después de cinco ediciones sigue siendo una plataforma para los jóvenes que no tienen representación ni capital social suficiente para exponer en una galería. Por ejemplo, para la edición de 2017, la feria recibió 1,238 portafolios de los cuales 57 (el 0,24%) fueron escogidos para presentarse en la semana del arte en Bogotá. ¿Es suficiente? Diego Garzón, codirector de la feria explica que es una feria de artistas, no de galerías y busca trascender la exposición y venta de las obras. Es un proceso. Una inversión a largo plazo en el que la continuidad juega un papel fundamental, dice Garzón.

 

CUATRO: ¿LA VIOLENCIA Y EL ARTE DE LOS MILLENNIALS?

Comencemos por el principio: el llamado arte crítico colombiano comenzó con el Bogotazo (1948), una tradición que, como lo explica Halim Badawi, más allá de sus referencias visuales a la violencia partidista, guerrillera y mafiosa, de su sátira al poder político, de su apuesta testimonial o su denuncia, constituía un arte no solo comprometido con la situación social del país (a través de una intensa revisión crítica a la historia del arte europeo y con una reformulación local de las vanguardias globales), dice Badawi. La tradición del arte crítico permitió, además, romper con el academicismo imperante y con las formas más decorativas de arte.

Artistas críticos fueron Alejandro Obregón (que pintó La Masacre del 10 de abril, y años después, la célebre Violencia), Débora Arango (que hizo su versión de El Bogotazo), Beatriz González (adaptó el arte pop a la sátira política), Antonio Caro, colectivos como Taller 4, fotógrafos como Sady González o Manuel H. Rodríguez, entre otros.

Entre los Millennials que trabajan con temas políticos o de activismo ambiental están Alto Riesgo Creativo, Creado por Christian Cely, un ejercicio  en el barrio El Espino III sector en Ciudad Bolívar para sugerir puntos de reflexión con los habitantes alrededor de su casa, la memoria y el barrio. El arte del rebusque, conformado por Jesús Cataño, Román Navas y Henry Palacio, egresados de la ASAB, en su obra abordan valores relativos a la urbe, el recorrido y la relación entre proceso y objeto artístico. Colectivo Miraje, conformado por Hernando Arias Páez, María Clara Arias Sierra y Lucille De Witte, un intento por observar, documentar y difundir la historia de Marte, un terreno desértico en Sutamarchán, Boyacá, transformado en bosque por Hernando Arias desde 1975. Hoy, los 55.000 árboles plantados han ido muriendo progresivamente a causa de una especie de musgo.

 

Obra de Christian Cely, 2016. 

Obra de Christian Cely, 2016. 

 

En cuanto al tema ambiental, en el que hay colectivos que trabajan de lleno con la comunidad, se destaca Des-minado, una exposición sobre los efectos de la economía extractiva, legal e ilegal en el país. El curador fue Santiago Rueda y el galerista Gilberto Hernández. “Las tragedias anunciadas como las del Río Doce en Brasil o el secamiento de varios ríos en Colombia, entre otros ejemplos que evidencian daños irreparables y son preludio de lo que vendrá: ilegalidad y sobornos, desplazamientos y daños culturales de grandes dimensiones, perjuicios ambientales y la salud de las comunidades” señala el prólogo de la exposición. Los artistas son de edades varias, entre los jóvenes estuvieron Camilo Bojacá, Francilins Castilho, Gonzalo Cueto, Santiago Vélez, Zoraida Díaz, Eduard Moreno, Fernando Pertuz, entre otros.

Sobre el tema de las exposiciones en las que participan artistas jóvenes, Guillermo Vanegas asegura que “en toda exposición intervienen discursos elaborados con antelación: el del artista al producir su obra, el de las instituciones que los acogen, cuya estructura depende siempre de una planeación preliminar”. Entre el artista, el curador y el galerista actúan diversas estrategias de negociación que, por lo general, terminan por favorecer más a uno de los actores implicados.

 

images

 

CINCO: LOS RIESGOS PARA EL ARTE JOVEN

Aunque pueda resultar una afirmación temeraria, los Millennials, en su conjunto, más allá de los chismes de inauguraciones, de sus afinidades y diferencias, en sus singularidades y sus dogmatismos, en el carácter fragmentario de sus creaciones, de las universidades en que se formaron, apuntan al mercado del arte, que está principalmente en Bogotá, Medellín y Cali. Una burbuja especulativa ajustada al modelo de negocios, ferias, exposiciones, inversión que escinde el tema de conflicto y la violencia, que retoman otro grupo de creadores, en su mayoría, de zonas marginadas del país, como el caso de Edinson Quiñones.

Así las cosas, un artista es nuevo para una persona en la medida en que llega a él por primera vez, aunque haya participado en varias exposiciones individuales o colectivas o ferias o proyectos independientes. El artista y su obra serán novedad cuando llegue por primera vez a quien pueda verlo o conocerlo. También están los casos en los que un artista con una trayectoria impresionante por fuera del país (como Luis Roldán), que tiene una obra increíble que en Colombia no se conoce mucho, llega al país, invitado a alguna feria o exposición de algún museo. Al entrar a un mercado nuevo, se vuelve  nuevo  automáticamente desde el punto de vista del mercado. Con credenciales por fuera del país, pero al fin y al cabo, nuevo acá.

Finalmente, con el crecimiento de las clases media, la internacionalización del mercado del arte local y los grandes flujos de capital hacia objetos artísticos, surgen dos riesgos para el arte joven: 1). El vaciamiento crítico y político de la producción artística de los Millennials, un proceso que puede verse alimentado por la demanda internacional de un arte colombiano, por los procesos de singularización, especialización y exotización que exige el mercado del arte global para los productos artísticos procedentes de determinados territorios geográficos como Colombia, explica Halim Badawi. 2). Convertir en moda la tradición del arte crítico, es decir, repetir incesantemente la fórmula del ‘arte de la naturaleza’ pero vaciada de sentido, porque es lo que el mercado internacional espera.

 

En Twitter @Sal_Fercho

 

Otras entradas de esta columna

La prostitución masculina en Bogotá va más allá de los pirobos, maricas y gigolós

(Visited 2.104 times, 1 visits today)
PERFIL
Profile image

Saltando de un lugar a otro encontró su pasión en escribir, y sus textos han sido publicados en revistas como Gatopardo, SoHo, Esquire, Vice, Malpensante. Bogotano, profesor en algunas universidades e investigador asociado de Los Andes y apasionado por el periodismo, acaba de escribir su primer libro con Penguin Random House, "CSI Colombia", siete crónicas de cómo las ciencias forenses decodificaron algunos de los crímenes más impactantes de la historia reciente de Colombia. ​

    Sigue a este bloguero en sus redes sociales:

  • twitter

Más posts de este Blog

Ver más

Lo más leído en Blogs

1

Reconocimiento a un melómano que acaba de fallecer y que cultivó la melomanía en miles de clientes. Además. reflexiones en torno a un concierto bastante raro, el de Carlos Santana y la Fania. 

 

santana1.jpg
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En la noche de ayer, domingo, falleció de un infarto Saúl Álvarez, el fundador de la tienda La Musiteca, ubicada en el paseo comercial de la calle 19 con carrera 8, en Bogotá. Ese local fue el precursor de toda la ola de vendedores de música de la zona. Su negocio estuvo ubicado primero en una de las casetas metálicas que quedaban sobre la calle 19.

 

saul1.jpg

Recuerdo que cuando yo era niño, iba casi todos los domingos al mercado de las pulgas que en ese entonces era por la carrera tercera. Y si estaban abiertas las casetas de discos, era el momento de bajar y mirar esas rarezas que a uno de niño lo dejan marcado para siempre.

 

La última vez que estuve, hace no más de dos meses, le compré el disco de Hercules & Love Affair, y el Dig Lazarus Dig!!! de Nick Cave. De paso le eché ojo a la hermosa caja que tenía de los Talking Heads, prometiéndome que un día de estos volvía a la tienda a comprarla... Qué impresión tan tenaz saber que si vuelvo, Saúl ya no va a estar ahí.

 

Hoy me enteré del deceso a través de José Plata, locutor de Radiónica, y luego lo confirmó por Facebook otro coleccionista, Mario Jursich. En su proyecto Musicpimp, Alejandro Marín también recuerda los últimos discos que le compró... ¿Cuáles le compraron ustedes?

 

Vive.in publicó en alguna ocasión una corta reseña de Musiteca, dentro de su guía de lugares interesantes de Bogotá. Allí aparece la imagen de Saúl, sosteniendo una de sus joyas de colección.

 

La pérdida de Saúl Álvarez es un golpe certero en la cultura del melómano que creció haciéndole encargos a este rebuscador consumado. Era demasiado raro que no pudiera conseguir algún encargo caprichoso de esos que a uno se le venían repentimanente a la cabeza.

 

Para quienes estén interesados en acompañarlo en la velación, supe que será a partir de esta tarde en la Funeraria Gaviria de la 13 con 42.

 

Paz en su tumba. Sea momento para despedirlo con una buena canción: 'Phoenix', de Wishbone Ash.

 

 

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

 

¿Qué pasó con la Fania?

 

El pasado concierto conjunto de la Fania All Stars y Carlos Santana estuvo lleno de matices que harán de la noche del jueves 12 de marzo de 2009 una experiencia inolvidable. Sobre todo porque, pese a que fue un gran concierto con más de cinco horas de música, fue también, extrañamente, una gala de confusos errores que dejaron deslucida a una de las agrupaciones más interesantes de la historia de la música popular latina.

 

Empecemos por el final. Empecemos por Carlos Santana... ¡Qué concierto! El tipo le dio gusto a todo el mundo. Para quienes disfrutamos de sus grandes clásicos, no se midió en gastos y tocó 'Oye cómo va', 'Samba pa ti', 'Evil Ways', 'Jingo' y una que me encanta y que no me imaginaba en el repertorio: 'No One To Depend On', que me la canté a grito herido... y en uno de sus "potpurríes", metió 'A Love Supreme', un fragmento de la pieza de jazz de John Coltrane que Santana tocó con John McLaughlin en el disco 'Love Devotion Surrender', en su etapa más experimental y espiritual al 100%... cosa rara, definitivamente. Supongo, específicamente por ese fragmento, que es un concierto diseñado para gustarle también a los fanáticos que extrañan a ese Santana salvaje.

 

 

Yo sentía que me había desconectado de la música del guitarrista mexicano desde hace mucho tiempo, porque no me he sentido nunca identificado con la onda que se produjo del álbum 'Supernatural' para acá. De hecho, su música de los noventa también me parecía muy aburrida. Yo soy seguidor del Santana que comenzó en el 'Live At Fillmore' en 1968 (antes de Woodstock) y que llega al 'Inner Secrets' de 1978; luego le reconozco su importancia por 'Blues for Salvador' (1987) y me encantó el 'Santana Brothers' (1994). Pero de resto, no me gustó nada mas.

 

Y coincido con algunas teorías que dicen que Santana tenía un talento que se desarrolló hasta un punto máximo y ahí comenzó a repetir la fórmula, años tras año. Cuando ya parecía no tener más ideas nuevas, y ya invadido por una espiritualidad acaramelada que alteró su visión musical con una mística de la paz y el amor al extremo, salió con los duetos al estilo 'Supernatural', a promocionar nuevos talentos como la carrera en solitario de Rob Thomas, etc etc etc.

 

Pues bien, quienes nos creemos tan críticos con Santana desfallecimos en el concierto del pasado jueves. Si bien, el guitarrista tiene una sola fórmula para hacer todo lo que hace, lo hace de manera genial. Vale que se repita, vale que se desvíe, vale que no tenga ideas muy novedosas... las que ya tuvo hacen historia.

 

Y ahora trajo consigo a una banda interesante, con dos cantantes de perfiles interesantes, con los que grabó recientemente el álbum 'Multidimensional Warrior', reinterpretando todos sus éxitos. Un espectáculo muy sólido.

 

ismaelmiranda.jpg
Tan sólido, que aún hasta hoy me pregunto por qué los organizadores pensaron que podían integrar los dos espectáculos, el de Santana con el de la Fania... ¡Son completamente diferentes! Y si Santana traía una planificación, es respetable porque tenía ganas de tocar durante tres horas (y por eso llegó a las 12 de la noche tocando). La última vez que estuvo en Colombia, fue espectacular pero fue tratado casi como un artista de apertura frente a Soda Stereo. Esta vez quería vengarse y por eso jugó con el público a "¿Se quieren ir a dormir ya?"...

 

En la foto de la derecha, Ismael Miranda.

 

Si el mánager de Santana fue el que ordenó que sacaran a la Fania del escenario alrededor de las 9:05 p.m., eso sí está muy mal. Especialmente porque la anterior fue posiblemente la última oportunidad de ver a todo este combo de estrellas reunido. Será seguramente el último concierto de Ismael Quintana en Colombia. Y además junto a Cheo Feliciano y Johnny Pacheco, quienes tampoco pueden esconder el peso de los años, y Adalberto Santiago, Ismael 'niño bonito' Miranda y Andy Montañez.

 

Pretendían quienes juntaron a todos estos artistas que se iba a resolver una diferencia histórica en Bogotá, como homenaje al fallecido Ralph Mercado. Creían que Santana se iba a unir a la Fania, posiblemente a tocar 'El ratón' o 'Oye cómo va' en homenaje al hombre que precisamente intentó comprar a Carlos Santana hace más de 30 años, cuando le ofreció un cheque en blanco firmado, como comprando su voluntad. Fue en ese entonces que, como Santana rechazó la jugosa oferta, entonces su hermano Jorge Santana, el 'malo' (por el nombre de su banda, porque es buenísimo guitarrista) aceptó la propuesta y surgió la grabación de 'El ratón' que veíamos en el post de ayer.

 

A las 9:00 p.m. fue el turno de Richie Ray y Bobby Cruz tocando con la Fania. Salieron a tocar el 'Jala jala'. Papo Lucca le dio paso a Richie en los teclados para llegar al sonido bestial. Pero por sonido bestial, todos entendíamos otra cosa: Cada viento iba por su lado, los trombones nunca se entendieron. La voz de Bobby fue sepultada por una interferencia, piano y vientos iban a ritmos distintos, como si no tuvieran retornos. Aldredo de la Fe miraba a sus compañeros descompuesto, como si pudiera arreglar algo en el camino pedregoso hasta la primera nota. Impresionante. Recuerdo a un amigo melómano agarrándose la cabeza, sin entender por qué sonaba todo tan mal. Ninguno de nosotros entendió.

 

delafeylucca.jpg

 

 

 

 

 

Papo Lucca, Bobby Valentín y Alfredo de la Fe, desconcertados durante el concierto de la Fania.

 

Lo que pasó con la Fania fue vergonzoso. Y fue una culpa compartida, entre quienes forzaron el show y los mismos protagonistas, el grupo: una demorada salida al escenario en la que ni los presentadores del show sabían qué era lo que estaba pasando; partituras extraviadas y instrumentos desencajados, cantantes que aparecieron con la ropa con la que estaban ensayando porque nunca les llegaron los vestidos. Roberto Roena haciendo muecas de que le llevaran algo que nadie entendía bien qué era. Canciones que comenzaban y a los 20 segundos debían detener, porque iban en un tono diferente. En fin, un completo desorden.

 

Si bien cada miembro de la Fania merece todo el respeto que se han ganado a través de la historia, era importante que un concierto de este envergadura estuviera muy bien preparado. Para muchos colombianos, fue el concierto de despedida, y esa no era la imagen adecuada para cerrar.

 

Ojalá vuelvan todos juntos para un concierto exclusivo para ellos. Ojalá que así sea. 

 

Suerte y pulso.

 

 

2

Hace  poco se intentó, por enésima  vez, prohibir el consumo  de(...)

3

[caption id="attachment_41" align="aligncenter" width="1242"] Captura de pantalla de YouTube[/caption] La criminalidad(...)

0 Comentarios
Ingresa aquí para que puedas comentar este post
Reglamento de comentarios

ETCE no se responsabiliza por el uso y tratamiento que los usuarios le den a la información publicada en este espacio de recomendaciones, pero aclara que busca ser la sombrilla de un espacio donde el equilibrio y la tolerancia sean el eje. En ese camino, disponemos de total libertad para eliminar los contenidos que:

  1. Promuevan mensajes tipo spam.
  2. El odio ante una persona o comunidad por su condición social, racial, sexual, religiosa o de situación de discapacidad.
  3. Muestren o impulsen comportamientos o lenguajes sexualmente explícitos, violentos o dañinos.
  4. Vulneren o atenten contra los derechos de los menores de edad.

Además, tenga en cuenta que:

  • - El usuario registrado solo podrá hacer un voto y veto por comentario.
Aceptar
¿Encontraste un error?

Para EL TIEMPO las observaciones sobre su contenido son importantes. Permítenos conocerlas para, si es el caso, tomar los correctivos necesarios, o darle trámite ante las instancias pertinentes dentro de EL TIEMPO Casa Editorial.


Debes escribir el comentario
¡Gracias! Tu comentario ha sido guardado
Tu calificación ha sido registrada
Tu participación ya fue registrada
Haz tu reporte
Cerrar
Debes escribir tu reporte
Tu reporte ha sido enviado con éxito
Debes ser usuario registrado para poder reportar este comentario. Cerrar