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Si a Bogotá le tocara resolver una situación como las que viven con frecuencia las ciudades de los Estados Unidos abocadas al paso de un ciclón o de un huracán, tendríamos dos tragedias.

La primera por cuenta de la emergencia o la catástrofe que fuera. Y la segunda por la absoluta imposibilidad de efectuar una evacuación de supervivencia por las cuatro principales vías de acceso que tiene la capital de Colombia.

Bogotá está taponada.

Tapada. Atrancada. Sellada.

Embotellada. Solo hay que imaginar un flujo inusitado y de angustia del mayor parque automotor del país,  que hace rato pasó por los 700.000 carros. Y ya sabemos que en esta ciudad de tránsito, que traga todos los días miles de visitantes, esa cifra es superada fácilmente.

¿Lograrían alejarse de Bogotá por la trancada Calle 80 que sigue embotellada después del Puente de Guadua por la Autopista a Medellín? ¿Escaparían por la Autopista Norte, trancada hasta el peaje? ¿Circularían raudamente hacia la salvación por la vía a Usme y hacia los Llanos? ¿Quedarían liberados de la opresión de la angustia si tomaran por la denominada Autopista del Sur?

La respuesta es No.

No

Esas cuatro vías tienen una historia relativamente reciente. La llamada Autopista Norte se inauguró en 1956 desde la calle 100. Cuenta con el ostentoso nombre de Avenida Paseo de los Libertadores, y así se llama hasta Tunja. Es considerada el aporte de la capital de Colombia a la Carretera Panamericana, imagínense. Hacia el norte puede trancarse desde la calle 127. Hacia el sur, desde Teletón o desde Bima, cuando les va bien a los conductores.

La Calle 80 fue hermosamente renovada y habilitada en la primera alcaldía de Enrique Peñalosa, como parte de la puesta en marcha de TransMilenio. Quedó como Troncal, pero funge como “trancal” desde antes del Centro Comercial Titán. Sigue obstruida como Autopista a Medellín desde el Puente de Guadua hasta el peaje, que por cierto, son los sitios más amplios de las vías con ocho carriles, en promedio.

La Autopista Sur se amplió hace muy poco, acogiendo a TransMilenio. Hoy está trancada por esa explosión urbana descontrolada de sus linderos inmediatos y de sus colinas, desde los que llegan y salen miles de personas durante día y noche. Ha sido siempre un motivo de líos entre los gobiernos distrital, departamental y nacional.

La vía a Usme es otro embudo, con la característica de todas las anteriores. Luego de sortearlas penosamente durante horas, se abren a las bellas y bonitas calzadas que son hoy las carreteras de Colombia. La de Usme –populosa, con otra palpitante efervescencia social– desemboca en la bella vía al Llano, tal vez una de las más majestuosas obras de ingeniería del país.

No hablemos de la Séptima en el norte…

Ciudad de espera

Como ocurrió en la primera alcaldía de Peñalosa, el hombre se demora en anunciar resultados. Pero lo logra. Lo complicado es la prueba de paciencia que algunas de sus conquistas representarán para los habitantes durante los próximos 10 años.

Treinta billones de pesos “le cambiarán la cara a Bogotá”, según Portafolio. Es lo que representa la aprobación que hizo el Conpes de la primera línea del polémico Metro. 10 años.

La Conexión Regional Canal Salitre y Río Negro uniría al Río Bogotá con la Carrera 7ª. La ruta alterna a la Autopista a Medellín tendrá un primer costo de 11.900 millones de pesos, representados en los estudios y diseños. Son 11,5 kilómetros, y con el solo anuncio de construir un puente sobre la calle 92 ya se pusieron moscas los vecinos. ¿Cuántos años tardará? ¿Lo mismo que el ‘deprimido’ de la 94?

Distrito, Car y Cundinamarca firmaron convenio que garantiza 4,5 billones para construir en 5 años la planta de tratamiento Canoas, que permitirá la recuperación del Río Bogotá. “En 8 años ya podremos ir a nadar al Río Bogotá, a montar en canoa, a que salpique la canoa y nos caiga agua en la cara”, señaló Peñalosa.

El proyecto “Accesos Norte” promete descongestionar la salida de Bogotá. Se ampliará la Autopista Norte (de 3 carriles a 4 y 5, dependiendo del tramo) entre la calle 245 y el sector de La Caro, en Chía. Se construirá una calzada para la Carrera Séptima desde la calle 245 hasta La Caro.  Habrá 20 puentes peatonales y una ciclorruta. El proyecto está avaluado en 1,2 billones de pesos.

¿Y cómo hacemos para llegar hasta la 245?

Así que pasaremos por lo menos una década, antes que se despejen las salidas y las entradas de Bogotá. El parque automotor crecerá. También el número de habitantes.

Paciencia.

Mucha.

Por lo menos tendremos la opción de la canoa.

O nadar…

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