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Descubrir  los sentimientos de amor entre  parientes de sangre que se unen más allá de lo posible  para homenajear un mismo pueblo, es sumergirse en un mar de recuerdos apasionantes.  Leo y Alejandra,  padre e hija unidos por el  arte  para brindarle a Aracataca un obsequio inolvidable: Un museo  con la obra del fotógrafo  Matiz y un libro que recopila sus mejores imágenes sobre Macondo.

El «guardián de la sombra» de la fotografía latinoamericana por fin estará más cerca de sus paisanos. Ese  amplio y variado archivo de fotografías, negativos, caricaturas e imágenes realistas, abstractas, publicitarias e industriales de Leo   que ha sido generosamente  custodiado por su hija Alejandra, estará disponible para conocer  más de  sus cincuenta años de labor periodística y de cómo tanto García Márquez como él  lograron traspasar las fronteras de la imaginación, pasando de lo cotidiano a lo sublime;  de lo particular a lo universal.

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Si bien Diego Rivera, Frida Kahlo, Luis Buñuel, Marc Chagall, María Félix, Dolores de Río, Esther Williams, Louis Armstrong y el torero español Manolete hicieron  parte de la vida artística de  Matiz, sus imágenes no han quedado archivadas en el olvido, pues recorren el mundo en búsqueda de nuevos espectadores, como sucedió recientemente en Nueva York, donde  siete instituciones artísticas dedicaron sus espacios para exhibir la obra de este fotógrafo colombiano. Sin embargo, todo indica que el viejo Matiz no se ha conformado solamente con  cultivar  fans  en Norteamérica o en  la Ciudad Luz, pues ahora  como si le hubiera enviado un  mensaje desde el más allá a su hija, desea volver a  Aracataca y quedarse para siempre. Alejandra y Leo, cada uno en su propia dimensión, sienten  que la sangre  llama.

Es más, parece como si el mágico encuentro con ese pueblo querido que tanto menciona el compositor catequero John Santoya en su canción La Ruta de Macondo, hubiera cobrado  vida para  enamorar a Alejandra hasta el punto de involucrarla no solo con el proyecto del Museo de Leo Matiz en la Estación del Tren, sino con un libro, que la  ha puesto como dice John a   «soñar despierta,  a vivir un sueño, para brindarle un espacio a  esa tierra sin igual que es Macondo».

 

Las mariposas vuelan
Asociar la obra de Gabo con la fotografía de Matiz,  es una  idea exótica y para nada  descabellada, que cada día cobra más seguidores, porque a pesar de pertenecer  a dos géneros diferentes, ambos creadores se complementan y honran al realismo mágico. Alejandra asegura que tiene varios  proyectos internacionales, incluso la  invitaron a los Emiratos Árabes para presentar unas fotos inéditas de Frida Khalo, pero sigue  con  la idea de hacer ilustrar los personajes de Macondo que hizo su papá en los años cuarenta y cincuenta  mucho antes de escribir Gabo su novela, Cien Años de Soledad.

Para los amantes de la literatura y  la fotografía, tener acceso a este  compendio de imágenes será una sinestesia similar a  sentir cómo las mariposas  amarillas de la canción de  Santoya,  vuelan porque va pitando el tren. De hecho el biógrafo de Gabo en Inglaterra, Gerald Marti ya le dio su bendición al proyecto de Alejandra. Ella misma refiere  las palabras del historiador: «Ese libro tiene que hacerse, es un «must». Yo no soy Gabo pero, modestamente, si  sirve de algo puedes asegurar que Gerald Martin está de acuerdo con este  proyecto, que es no solamente recomendable, sino imprescindible».

Y mientras estas sabias palabras  vuelan a través del ciberespacio, en Santa Marta, Fidel Vargas, Secretario de Cultura y Turismo del Departamento del  Magdalena  asegura que el proyecto de la Estación del Tren se inaugurará en abril del 2013, pues  además de contar con la valiosa ayuda de Alejandra, una de las empresas más interesadas en permitir que  Matiz regrese a su pueblo natal,  es Ecopetrol. «Vamos a dictar talleres para familiarizar a los estudiantes de escuelas públicas y privadas de nuestro departamento con la obra del fotógrafo magdalenense.  Junto con  Tufith Hatum Arias, el  alcalde de Aracataca; Victor De Luque, director Administrativo y Financiero del Parque Cultural del Caribe – Museo del Caribe y la curadora  Stefanía Doria, seguimos trabajando para hacer realidad este museo» Asegura con entusiasmo Vargas.

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La Fundación Leo Matiz no se queda atrás y es así como Alejandra sabe que ver a su padre en la Estación del Tren tomará tiempo, pero sigue seleccionando el material que va a traer desde México con  el Fondo de Promoción Turístico. Momentos antes de  tomar un avión a  Nueva York habló  sobre la obra del fotógrafo colombiano y sus proyectos.

¿Qué desea incluir en su   libro?
 Te cuento que  tengo alrededor de quinientas fotos de Macondo, de esa  época de los cuarenta y cincuenta. Son  maravillosas. Gabo dijo que eran cinematográficas,  me gustaría que se conocieran y se utilizaran.

¿Con alguna destinación específica?
Las fotos pueden servir de fondo para conferencias, exposiciones o  presentaciones.  En  fin,  todos los amantes de  Macondo podrían tener una foto. Mi idea es hacer un libro de fotografía, algo así como  Macondo visto por Leo Matiz.

¿Cuáles son las fotos de esta época  que más le gustan?
La foto del Coronel y la de los Gallos de Pelea. Son muy fuertes.

Si hiciéramos un recorrido imaginario por el futuro Museo en Aracataca,  ¿qué tipo de música sería la ideal para ver a Matiz?
La música de Agustín Lara.

¿Existe alguna fotografía de Matiz que sea su predilecta?
Mi papá adoraba la red. Yo amo las fotos surrealistas

En pleno boom de la fotografía a color, del fotoshop, la obra de Matiz sigue revolucionando el mundo de la imagen. ¿A qué atribuye usted este fenómeno?
La verdadera fotografía es en blanco y negro, el color se va desapareciendo.

¿Qué le sugeriría usted a los fotógrafos que desean destacarse en esta labor y salir del anonimato?
Que observen mucho.

¿Por qué las escuelas de periodismo en Colombia no hacen énfasis en la obra de Matiz?
Tal vez porque nadie es profeta en su tierra.

Finalmente, ¿si pudiera escribir un epitafio sobre su padre, qué frase escogería?
He venido a ver el infinito Leo Matiz

 

Agradecimientos: Alejandra Matiz. Fidel Vargas.

Fotos: Fundación Leo Matiz

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