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Lizette Lemoine

El conocido adagio “si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes” parece haberse apoderado de muchas agendas en este año bisiesto, con pandemia incluida. Sin embargo, la realizadora colombo- francesa, Lizette Lemoine ha sabido sortear las limitaciones impuestas por la cuarentena, para difundir su documental “Sara, Neyda, Tomasa y las otras”, prueba de ello es haber logrado que su película fuera seleccionada por el Festival de Cine Censurados, el cual propende por la libertad de expresión y los derechos humanos, pues exhiben obras audiovisuales que han sido censuradas, prohibidas o con acceso limitado a su difusión, en diferentes lugares del mundo por motivos políticos, religiosos, de género, sociales, sexuales o medioambientales.

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Es así como a través de portátiles y teléfonos inteligentes espectadores de este festival peruano han conocido el trasfondo de la masacre del Salado presente en el documental ‘Sara, Neyda, Tomasa y las otras’, un retrato de mujeres campesinas de los Montes de María que han resistido a las cicatrices y al dolor de la guerra. Desde la capital francesa, su realizadora, Lizette Lemoine, reflexiona sobre cómo el virus de la violencia se le adelantó a la pandemia en el campo colombiano, pues las cifras de asesinatos de personas dedicadas a la defensa de la tierra y el territorio es alarmante, a tal punto que ha puesto en riesgo a las protagonistas de su historia.

De hecho, la organización Somos Defensores informó que durante 2019 se reportaron 844 agresiones contra líderes sociales del país, con un aumento gradual y sucesivo en el 2020. Para Lemoine, quien trabaja desde hace varios años en la construcción de memoria en el cine documental, este hecho es deplorable, por eso comparte sus reflexiones enriquecidas por su vasta experiencia internacional en el cine.

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Gracias a sus películas ‘Lloro yo, el lamento del bullerengue’, ‘Donde cantan los acordeones, la ruta del vallenato’, ‘Pacifico’, ‘Rostros de la selva’, entre otras, ha participado en festivales como The London International Documentary, Festival dei Populi en Florencia, Bilan du Film Ethnographique en Paris, Festival International du film d’Amiens, el FIFA de Montréal, ect. Además, ha recibido varios premios en España, Argentina, Marruecos y recientemente su documental « Amnestesia » fue galardonado.

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Lizette, ¿cuáles eran los planes para seguir con la difusión del documental este año?

En febrero se conmemoraron los 20 años de la masacre del Salado, nos hubiera gustado encender una vela para pensar que era algo del pasado, pero muchos de los líderes sociales de los Montes de María están amenazados, varios han huido, porque los grupos paramilitares están cometiendo los mismos actos que hacían en los años 80, dando órdenes, enviando papeletas y sus vidas están en riesgo. Es muy dura la situación en la región, es volver a sentirse amedrentados por los violentos y la protección por parte del Estado no ha estado garantizada, hasta el monumento a las víctimas del Salado está en ruinas. Es una muestra más del olvido estatal.

¿En qué benefició al documental ser seleccionado en Censurados Film Festival?

Con más de 100 líderes sociales asesinados a comienzos del 2020 hablar de estos temas es complicado y a pesar de no estar censurado el documental tuvimos que cancelar un tour que teníamos en mente, en compañía de las mujeres de los Montes de María que protagonizan en documental. Pero es muy complejo, no es fácil llegar a unas zonas de Montería, del Cauca o Nariño y salir ilesos, porque están retomando los grupos paramilitares a estas zonas. Es una realidad y hay que decirla.

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¿Hay posibilidad de proyectar el documental en otros festivales internacionales este año?
« Sara, Neyda, Tomasa y las otras » seguirá viajando. En septiembre estaremos participando en el festival Contra el Silencio Todas las Voces, el cual se realiza en México, con una propuesta amplia de cortos y largometrajes. Este festival busca
crear una reflexión para lograr una sociedad más justa, equitativa y tolerante.

Y en Colombia, ¿después de la cuarentena?

La película puede ir a las salas alternativas de cine después del Covid, trataremos de hacerla circular de alguna manera.  Pensábamos proyectarlo en la casa de cultura del  Salado, pero no sería prudente por ahora, además lideresas como Neyda  o Nancy podrían poner en riesgo su vida, al igual que nosotros como organizadores. Es la realidad de hoy, esperemos que esto cambie.

¿Alguna vez habías enfrentado una situación de inseguridad similar?

Sí, recuerdo que a finales de los 80 no se podía salir de noche, había cierto temor y hubo discusión con Telecaribe, porque estaba en el Cesar y queríamos ir a entrevistar al acordeonero, compositor y verseador Toño Salas, pero era riesgoso por la violencia. Después cuando estaba realizando la película de Petrona Martinez, nos movilizábamos en un pueblo fantasma, la policía se protegía detrás de unos costales. Creo que estamos viviendo de nuevo unos momentos complejos.

La historia del conflicto colombiano aún se está escribiendo

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Lizette, ¿crees en el perdón y olvido?

Este tema es complejo porque tiene que ver con la memoria. En todas las sociedades que han sufrido los estragos de una guerra civil, larga y duradera como la nuestra, esta tarea es difícil para una víctima, además se le impone el esfuerzo del perdón que es un paso más allá de esa construcción de la memoria. Creo que el perdón está condicionado a la no repetición, se puede perdonar a cambio de no volver a repetirse el hecho, hay que garantizar la no repetición y por eso es importante seguir apoyando en Colombia a la Comisión de la Verdad, es el camino para que las víctimas se puedan sentir verdaderamente escuchadas, que encuentren un espacio, en donde surja la verdad de los hechos.

¿Cómo garantizar ese espacio?

El Estado tiene el deber de facilitar esas condiciones para que la víctima construya su memoria, no hacerlo por indiferencia, por desprecio, por olvido, por negación es volver a revictimizar a todos aquellos que han sufrido la violencia. Como dice Amelia Balcazar, filósofa y escritora española, hay que entender el perdón quizás como un olvido de afectos de manera individual, pero el perdón no puede ser un olvido colectivo, aquí radica la importancia de construir memoria, por eso mi documental “Sara, Neyda, Tomasa y las otras” sirve para este propósito.

Ernelia_ Filmsdularge

¿Cuál es el mensaje primordial de Sara, Neyda, Tomasa y las otras?

Quiero decirle al Estado colombiano que el despertar después de tanta violencia no se puede lograr sin la restitución de la verdad, por eso la Comisión de la Verdad es muy importante. Llevamos 60 años de violencia muy soterrada, la gente estaba anestesiada por el dolor, con una amnesia producida por el miedo de hablar. Hoy tanto la amnesia, como la anestesia siguen presentes y la única manera de sanar esas heridas es enfrentando todos los horrores de la guerra, que no quede una sola víctima en Colombia sin contar su historia.
Patricio Guzmán, un gran documentalista chileno dice: “un país sin cine documental es como una familia sin álbum familiar, es una memoria vacía”. Uno de los principales problemas en Colombia es querer olvidar, pero para construir una sociedad más justa, más inclusiva necesitamos tener el álbum lleno de fotos.

Mujeres aguerridas

El Salado NeydaNarvaze_Les films du large

Lizette Lemoine conoció Los Montes de María cuando filmaba “ Lloro yo, el lamento del bullerengue » y siente que todas estas experiencias alimentan su trabajo como documentarista. Siempre en sus proyectos le da la oportunidad de expresarse a quienes nunca se les escucha la voz , porque siente que es su responsabilidad como directora de documentales.

Lizette, ¿cómo recuerdas ese primer contacto con las protagonistas del documental ?

Fui rodeada de mucha generosidad, estaban felices de compartir sus ranchos conmigo, de invitarme a comer un sancocho y todas querían atenderme, creo que con ellas hice antropología amorosa. Se creó un lazo muy fuerte, que perduró porque la organización Crecer en Paz patrocinó su asistencia al Festival Internacional de Cine de Cartagena, luego a la premier en Bogotá, una experiencia muy bonita, ellas fueron conscientes de su propia importancia, de su capacidad de expresión, de resistencia frente al reconocimiento del público. Por eso me gusta la expresión de hombres armados y mujeres aguerridas.

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¿Qué dificultades enfrentaste con tu equipo de filmación?

A pesar de internamos en las veredas, en donde los caminos vecinales son muy complejos, no era época de lluvia, por eso pudimos subir, porque esas trochas requieren camionetas 4×4 y un chofer muy hábil que conozca la ruta, los caminos son muy peligrosos. Las mujeres están distribuidas medio de la montaña y por ejemplo para llegar donde Sara tocaba dejar el jeep en una parte de la carretera y caminar; o a donde Margarita no hay transporte en invierno. Afortunadamente nos apoyó la ONG Crecer en Paz y fue fácil movernos en la región.

¿Cómo interpretas el amor por la tierra en el documental?

Todas las protagonistas del documental están cultivando el futuro, es una gran fuerza, espero que esta nube negra pase rápido. Sin embargo, el sentido de pertenencia y el tejido social se han perdido, muchos han recuperado sus tierras, pero son mayores de 60 años y su hijos han vivido más de 30 años por fuera,  no conocen el campo. Ernelia decía que debido a la violencia, ya no vivían sus tradiciones como las navidades,  los aguinaldos, las procesiones, las romerías, o las celebraciones de las fiestas patronales. Es una ruptura de los lazos sociales y como decía Virginia López Villegas, docente mexicana: “el individuo debe conocer su historia para conservar su identidad”.

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Por último, ¿por qué cierras los testimonios con una frase tan triste?

Hubiéramos querido terminar con una frase diferente a “los malos recuerdos no se han ido”, porque el tono de la película es fuerte, debido a la fuerza de las mujeres. Ellas reconstruyen sus espacios comunitarios, aman la tierra, tienen esperanza, pero debido a los golpes que se le estaban haciendo a la firma de Acuerdos de Paz del 2016, con los asesinatos de los líderes sociales en Colombia, preferimos dejarle al espectador esta reflexión. Casi en ningún lugar del mundo matan a la gente por cuidar su tierra, proteger el agua, su comunidad, o por ser presidente de una JAC ( Junta de Acción Comunal) Estos líderes son la base de la democracia participativa, en cada vereda o corregimiento.

Fotos: Les films du large

Agradecimientos: Audrey Miller. Lizette Lemoine.

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