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@NataliaGnecco

riohacha

Despertar bajo el sonido de las olas del mar, es una de las sensaciones más agradables en la vida. Recuerdo que desde muy joven tuve este privilegio cuando iba de vacaciones a Riohacha a casa de mi tía Meme, quien al amanecer  abría la puerta para dejar entrar un fresquito del mar muy sabroso, que contrastaba con el grito de las indias Wayúu vendiendo *»cuaj-s»  y tortuga frita, la cual envasaban en los tarritos de vidrio de la compota Gerber.

Allí en La Guajira, tierra de hermosos contrastes descubrí uno de los mejores laboratorios de integración cultural que conozco en el mundo, gracias a esa apertura hacia inmigrantes que llegaron de muchas partes de Europa buscando nuevas oportunidades, con otras lenguas, culturas y religión. El resultado de todo este mestizaje es tan exótico como su paisaje de mar, arena, carbón, sal, cactus y oasis.

Por eso crecer rodeada de tantas personas con apellidos poco comunes como el mío, fue un denominador común en muchas ciudades costeñas, donde la gente al igual que en mi familia, parece que naciera programada con un chip para vivir deletreando sus nombres, porque seamos honestos, a veces ni el domicilio nos llega, cuando salimos de nuestra zona de influencia. Así  nos ocurría a tres costeñas que trabajábamos en el PNUD en Bogotá: Habib, Haydar y Gnecco, siempre se extraviaban los almuerzos, mientras que a nuestro amigo Carlos Dorado le llegaba hasta un Chocoramo de una tienda en cualquier esquina.

Pues bien, ser descendientes de inmigrantes en Colombia tiene hoy una connotación especial cuando vemos noticias sobre esta crisis migratoria- humanitaria en Europa, que ya sobrepasó a la ocurrida durante la Segunda Guerra Mundial. Yo me pregunto, ¿qué tal que Colombia hubiera cerrado sus puertas a tantos inmigrantes que llegaron buscando un mejor futuro? La provincia de Padilla es apenas una muestra de cómo nuestro país, al igual que muchos vecinos latinoamericanos acogió a miles de inmigrantes, quienes en algunos casos también enfrentaron peligros e incluso la muerte para poder refugiarse lejos de su país.

Riohacha honra la memoria de los inmigrantes

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Es curioso, pero mientras leemos crónicas sobre la vida de esos cuatro millones de sirianos afectados por la violencia en su país y su periplo hacia Turquía, Líbano o Jordania; mientras sufrimos viendo cómo expulsan a paisanos colombianos que supuestamente residen de forma ilegal en Venezuela, en Riohacha capital de La Guajira, ciudad protegida por *La Vieja Mello se organizó un desfile en honor a los descendientes de inmigrantes llegados  entre los siglos XVII y XVIII.

Armados de pancartas que explicaban el origen de sus respectivas familias un enorme grupo de descendientes de inmigrantes europeos incluyendo a varios miembros de mi familia se unieron para celebrar los 470 años de la fundación de Riohacha. Cuando vi las imágenes me sentí tan feliz como cuando llegábamos de vacaciones y durábamos horas en parque José Prudencio Padilla oyendo los chistes de Calili Riccuilli, quien imitaba a todos los personajes del pueblo, mencionando apellidos para nosotros muy comunes como Zimmermann, Christoffell, Dugand, Cohen, Taylor, Daníes, di Doménico, Hane, Gnecco , Pugliese, Mccausland,  Cohen, Cotes, Espeleta etc, etc.

CALILI

Ahora desfilando con el escudo de su familia proveniente de Castelnuovo De Conza, provincia de Salerno, Calili honra a sus ancestros quienes llegaron a Riohacha desde 1903, con emoción me confiesa: “este desfile me pareció muy bueno, nos dan un gran reconocimiento del aporte tan importante que tuvieron todas las familias de inmigrantes en el desarrollo de nuestra ciudad, no solo culturalmente sino a nivel económico, con apertura de negocios que duraron más de 60 años como fue la Farmacia del Pueblo de Ricciulli y Sucesores”.

Por su parte Miguel Pugliese cuenta que su bisabuelo llegó casi por la misma época a Riohacha, es decir en 1901, pues varias familias como los Riccuilli, Annichiárico, Belardinelli entraron por Nueva York, luego fueron a Curazao y terminaron en La Guajira, ubicándose unos en Riohacha, otros en Hato Nuevo o Barrancas dependiendo de lo que mejor sabían hacer, así unos fueron comerciantes, otros ganaderos, abogados o médicos.

Miguel escarba en los anaqueles de la historia para relatarme: “mi bisabuelo Donato Pugliese Dirullero se conoció con Inmaculata Cionti siendo solteros en Riohacha, posteriormente volvieron a Italia donde se casaron y allá nació mi abuelo Miguel Pugliese Cionti, quien fue un comerciante muy reconocido, dedicado a la importación y exportación. Él fue uno de los primeros en traer el acordeón por estas tierras, de hecho, según la leyenda, mi abuelo fue quien le vendió el acordeón a Francisco el Hombre”.

MIGUE

A los 18 años Donato Pugliese tuvo que volver a su país a prestar servicio militar, sonriendo su nieto afirma: “para nosotros este reconocimiento ha sido muy bueno, es destacar la labor de nuestros abuelos, honrar sus nombres, un gesto muy bueno del Alcalde Ceballos”.

Cuentan que Riohacha fue muy dinámica en esa época, es así como Migue recuerda a Harry Tromp , famoso capitán de barco quien se casó con Alicia Romero e importaba el bacalao, algo muy usual en el menú guajiro. Los historiadores relatan que en esa época la comunidad árabe estaba representada en el comercio de Riohacha por Nicolás Elías Abuchaibe, quien se casó con Carmen Gnecco y por Elías Daes, casado con Milades Saieth. En el marco de la segunda posguerra llegó a la capital guajira Jacobo Seligman Hane, conocido como el Polaco, quien tuvo su descendencia con la riohachera Carmen Tovar.

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Ahora que menciono a los Abuchaibe, ellos hicieron historia no solo en Riohacha, pues la familia del esposo de mi tía Carmen tuvo muchos negocios en Maicao donde nací, fueron grandes generadores de empleo gracias a sus almacenes que ofrecían una alta gama de productos importados, a tal punto que a veces creo que conocí Colombia cuando mis papás se mudaron a Bogotá en 1978, porque a los nueve años no sabía ni qué era la mantequilla Rama.

No obstante, todo ese multiculturalismo ha sido muy positivo en mi vida  para adaptarme con facilidad en otros países, aceptar las diferencias, entender a personas con una religión diferente a la mía, incluso a ser mucho más tolerante y desde luego a reírme de mi misma cada vez que devoro un delicioso paté con pan francés, porque en mi tierra a todo el pate se le decía diablito y lo servían con arepa o bollo limpio.

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Obviamente, mi familia se hizo presente gracias a todos los Henríquez Gnecco que viven en Riohacha, fue así como desfilaron con su pancarta que destacaba nuestro escudo, a la provincia de Génova como nuestro lugar de origen y la fecha de llegada en 1892. De acuerdo con el historiador Bossa Navarro hicimos parada técnica en Cartagena, pues nuestro ancestro el abogado Italiano Manuel Gnecco del Ribero, fue el primero que llegó a Cartagena de Indias en 1785 con un empleo del gobierno español. Luego se casó con la española Florencia Tilbes Ortegat Pabón y Gandía, fueron los padres de Lucas Gnecco Tilbes, nacido en Cartagena de Indias en el año 1800, quien contrajo matrimonio con Trinidad Carazo y se radicó como administrador de aduanas en Riohacha con sus seis hijos… De allí venimos todos los Gnecco de Colombia.

Son tantos los aportes de la descendencia de Lucas Gnecco Tilbes, al igual que la de muchas familias descendientes de inmigrantes en La Guajira, que podría escribir un un blog diario, pero les menciono a Manuel Gnecco Carazo, quien ocupó la Prefectura de la Provincia de Riohacha y también la Gobernación de la Provincia de Padilla. ¡Que orgullo ser fruto de toda esta inmigración en Colombia!”.

Agradecimientos: Liz Johana Henriquez Gnecco,  Álvaro Daza Gnecco, Miguel Pugliese, Calili Riccuilli, Vicky Ballesteros.

Fotos: El Espectador, Alcaldía Riohacha

* Cojo-s : Leche cuajada o kumis  en Wuayúu

*Se refiere al milagro de la Virgen de Los Remedios

 

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