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@NataliaGnecco

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Luego de convertirse en la “palabra del año” en 2013 por el diccionario Oxford, el término Selfie/ autofoto no deja de acaparar titulares en el mundo entero. Sinónimo del narcicismo moderno, inspiración para las eróticas imágenes de la Secretaria del Parlamento de Suiza, Adeline Lafouine que desataron un escándalo en las redes, revolución fotográfica, bandera de la expresión feminista e incluso símbolo de una rara obsesión.

Increíble pero el selfie ha influenciado nuestros patrones sociales y de no ser por las docenas de autorretratos del pintor Vincent van Gogh, jamás se me hubiera ocurrido que esta práctica no es tan exclusiva de esta era tecnológica. Lo curioso es que van Gogh uno de los pintores más influyentes del siglo XIX, tuvo una vida plagada de una variedad de enfermedades tanto físicas como mentales. Y qué decir de los autorretratos de Frida Kahlo, digna representante de la pintura retratística mexicana del siglo XIX de inspiración europea, ella al igual que Vincent tuvo una vida muy tormentosa.

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En fin, las famosas autofotos existen desde hace marras, lo que cambia son las nuevas formas de manifestación auspiciadas obviamente por la era digital. La cuestión es ¿por qué este autorretrato captado con una cámara fotográfica, o teléfono móvil para ser publicado en las redes sociales causa tanto furor hasta convertirse en obsesión?

Las opiniones varían según los gustos, por ejemplo, Orlando diseñador gráfico de 30 años me dice sin rodeos: “Odio las selfies, me parecen ridículas, es una pérdida de tiempo, porque es muy difícil quedar bien en el primer intento, la gente pasa horas sacándose una foto. Además todas las viejas salen con boca de pato”.

Por su parte Violeta, comunicadora de 27 años afirma que no le parecen tan terribles las selfies, siempre y cuando la gente no se exceda con la publicación y remata diciendo: “me gustan más las grupales que las individuales”. A su lado, una de sus colegas, Aleja de 30 años la interrumpe para defender su afición: “las selfies son lo máximo, porque puedes descubrir tu propio ángulo, eso sí se requiere de una buena cámara por eso cambié mi Iphone 4 porque la cámara era pésima, ahora con el Moto X de Motorola disfruto más mis fotos”.

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Por su parte Juliana, una joven de dieciséis años no puede estar más feliz con el nuevo regalo de su mamá: Una cámara nueva con el Gopro, un soporte para tomar las selfies que está en furor y ayuda a captar las imágenes más audaces. La protagonista de sus fotos sigue siendo ella, pero el paisaje la acompaña: montañas, olas, nieve, edificios, etc.

Y mientras Juliana no acaba de explorar su nuevo gadget, Xilena de 30 años, profesional de Relaciones Internacionales afirma: “No es que me encanten las selfies, pero si en el momento no tengo quién me tome las fotos, lo hago yo misma, sin tener que pedir el favor. Lo malo es que toca intentar muchas veces, hasta que salga bien… Igual me reúno con mis amigas para ver selfies ajenas porque no todo el mundo sale bien y somos fans de páginas de autofotos de perros y gatos, como la de @Smushball, que tiene 363k de seguidores en Instagram. ¡Es increíble!

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Pero no todo es adrenalina o diversión cuando hablamos de las selfies, lo cierto es que la adición a estos autorretratos puede traer consigo peligros inusitados. Prueba de ello es el caso de Danny Bowman, de 19 años, quien pasaba 10 horas al día tomándose cerca de 200 fotos de sí mismo en su iPhone. Su obsesión por obtener una “perfect picture” casi lo lleva a la tumba. En una entrevista al periódico Mirror Browman confesó: “Estaba constantemente en busca de tomar el selfie perfecto y cuando me di cuenta de que podría, sentí ganas de suicidarme. Perdí a mis amigos, mi educación, mi salud y casi mi vida”.

Danny, quien se cree fue el primer adicto al selfie de Gran Bretaña, fue sometido a terapia intensiva en un hospital para combatir su adicción a la tecnología,(OCDE) y a su trastorno dismórfico corporal, (TDC) una forma de ansiedad que hace que las personas se preocupan en exceso por su apariencia. La madre de  Danny le salvó la vida, ahora él tiene siete meses sin publicar selfies y se dedica a difundir su historia en internet.

De una simple afición, se puede pasar a una obsesión,  por eso los invito a reflexionar sobre cuántas veces al día jugamos con este adictivo ciclo: Tomarse la selfie, examinar la selfie, reflexionar sobre nuestra propia apariencia – Borrar la selfie. A tiempo podemos detectar si estamos ad portas de sufrir de un TDC.

Fotos: Semana, Alquilargopro

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