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*Por Juan David Cabrera Arocha
A propósito de la reciente celebración del día del trabajador, la cual en esta ocasión no se vivió con manifestaciones por la restricción en la libertad de expresión que implica el confinamiento (pues no puede haber marchas ni aglomeraciones), y a propósito de la narrativa que plantean algunos defensores del capitalismo como los profesores Jordan Peterson y Steven Pinker* (quienes no por casualidad también defienden una subordinación natural de la mujer), vale la pena hacer algunas reflexiones. En particular, es importante reflexionar sobre el nefasto sistema económico que nos rige, y sobre las luchas de los trabajadores que lo han hecho un poco más amable, incluso para muchos que hoy se oponen a las marchas que buscan mejores condiciones económicas y sociales para los más vulnerables.
- En el día del trabajo se conmemora el asesinato de varios sindicalistas anarquistas en Chicago (los Mártires de Chicago), quienes hicieron una huelga en 1886 luchando por una jornada laboral de 8 horas. Las 8 horas de jornada laboral que hoy gozamos no nos las otorgó amablemente la élite capitalista, sino que fueron producto de una lucha desde abajo. Lamentablemente, la obsesión por la productividad que generó la ética capitalista sigue incólume en nuestra psiquis (como lo plantea Arlene Tickner), por lo que aún si la jornada ha disminuido, seguimos midiendo a los seres humanos bajo la vara de la productividad.
- La brecha salarial entre hombres y mujeres es una realidad en todos los países del mundo. Como promedio global, una mujer gana el 63 % de lo que gana un hombre, con lo cual tomaría 217 años llegar a la paridad salarial de género. Patéticamente, los trabajos más asociados a lo femenino son los peor remunerados, e incluso, cuando un oficio empieza a ser dominado por las mujeres, su remuneración también baja. Esto sin mencionar el trabajo no remunerado que hacen las mujeres en los hogares, trabajo cuyo valor, en últimas, termina siendo apropiado por los capitalistas, como acertadamente lo señala la filósofa Silvia Federici. Vale la pena señalar que el trabajo doméstico representa en Colombia el 17 % del PIB.
- Desde la década de los setentas y ochentas, empieza un retroceso frente a los muchos avances en derechos económicos y sociales que habían logrado las clases trabajadoras y partidos de corte socialista. Dicho retroceso se conoce como neoliberalismo, y se caracteriza por una reducción del gasto público y por lo tanto de los beneficios sociales y económicos que dichos gastos proveían, así como por una liberalización del mercado y de las barreras para la inversión extranjera. Este retroceso ha significado que desde 1981 hasta la actualidad, el número de personas pobres en el mundo haya aumentado en mil millones. La mayoría de éstas personas pobres viven en el “tercer mundo”, y su pobreza en gran medida se debe a los pésimos salarios en dichos países, que son aprovechados por multinacionales en los países “desarrollados”.
Lo curioso es que ante la pandemia actual muchas de las soluciones estarían enmarcadas de una u otra manera dentro de políticas de corte socialista: renta básica universal, alimentación para todos, nacionalización de empresas en bancarrota, vivienda garantizada para todos, salud universal y de calidad. Incluso, también vemos ahora, que dependemos de médicas y enfermeras para cuidar de la salud de todos (70 % de las trabajadoras en la línea de frente son mujeres), y de científicas, por lo que también caemos en cuenta que el presupuesto para formar profesionales en universidades públicas es fundamental y no se puede disminuir. Tal vez ahora podamos caer en cuenta que el bienestar de todas las personas es fundamental; tal vez ahora podamos pensar que las luchas sociales tienen sentido.
*Jordan Peterson y Steven Pinker sostienen, en términos generales, que los beneficios del capitalismo son innegables y que las desigualdades que genera deben ser toleradas.
** Coordinador legal de Dejusticia