Retomando una línea temática que había iniciado hace dos semanas, la entrada de esta semana le da una mirada a las propuestas en lo referente a educación de uno de los candidatos a la presidencia de Colombia, el ex-alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, y su formula vicepresidencial, Isabel Segovia.
Resulta preocupante la relativa falta de transparencia de los candidatos al respecto de sus programas de gobierno. En el caso de Peñalosa y Segovia, oscilamos entre una propuesta que dice muy poco, y un documento que claramente requiere edición, junto a otras propuestas ya conocidas (Como es el caso del informe de la fundación Compartir). Por un lado, la base documental de la que dispone la campaña de Peñalosa apunta a que se encuentra provisto de los diagnósticos que se han hecho en los últimos años sobre el tema, que sugieren como la educación en Colombia como un mecanismo para superar la exclusión social pero que a su vez se encuentra fuertemente segregado, y cuya calidad solo se verá mejorada a través de iniciativas que mejoren la calidad en la formación docente, y algo de eso se nota en los puntos de la propuesta ‘para dummies’ del candidato, en lo referente a lo que llama la dignificación de la profesión docente. Por otro lado, llama la atención que, junto a Marta L. Ramírez, Peñalosa también proponga la reforma al SENA, lo que podría sugerir un cambio de paradigma en la manera en la que esta institución es comprendida, como una parte del andamiaje educativo del país y no como un botín político para repartir puestos (Y cupos) a quienes convenga.
El punto de buscar financiamiento sostenible, aunque escueto, también es merecedor de mención, por cuanto es un punto que los candidatos suelen ignorar al prometer el oro y el moro en el tema… ¿De donde saldrá el dinero para los miles de colegios? ¿Para los aumentos en sueldos docentes? Es ante este panorama que la rentabilidad del desarrollo de iniciativas en investigación pueden convertirse en una alternativa apropiada, junto a las reparticiones en regalías, y que son mucho mas concretas que ‘Vamos a recuperar el dinero que se roban’, tan popular en estos casos.
A medida que avanza esta mirada empiezo a preguntarme que es lo que causa los catálogos de buenas intenciones… Pareciera ser que es una combinación entre la dificultad de aterrizar estas propuestas de forma concreta y el temor a proponer cosas que puedan ser impopulares, una hipótesis que se confirmará a medida que avanza esta mirada a propuestas programáticas.
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