Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Faltan unos siete meses para la primera vuelta de las elecciones presidenciales, y con casi una treintena de candidatos presidenciales en el partidor (aún), resulta difícil saber dónde están parados en lo referente a sus políticas para la educación, más allá del catálogo de buenas intenciones que recitan en foros universitarios. Sin embargo, es posible pensar en una lista de requerimientos de la educación colombiana en la actualidad, que se pueda comparar con lo que dicen en la campaña presidencial y poder tomar decisiones al respecto. Los requerimientos que acá se formulan, lejos de ser una lista definitiva, le apuntan a los actuales problemas que tiene la educación colombiana, que son problemas de naturaleza estructural con resoluciones de largo aliento y que afectan a todos los actores del sistema.

Formación Docente: En 2015 se anunció una reforma a los programas de licenciatura que buscaba resolver los vacíos en formación práctica de los graduados en licenciatura y mejorar la consistencia de la oferta de programas. Sin embargo, dos años después, la implementación de esta reforma avanza con más empellones que pasos ligeros. Una labor del gobierno debe ser revisar el avance de esa implementación, identificar que ha afectado la misma y resolver los problemas que estén presentes. En lo referente a la formación en servicio, las lecciones aprendidas producto del Programa Todos a Aprender deben ser escaladas a otros niveles (Secundaria y media), para resolver los evidentes déficits de formación en conocimiento disciplinar y pedagógico que tiene parte del magisterio colombiano.

Selección docente: Construidos desde la lógica del servicio público, los concursos de méritos para la selección de docentes en Colombia se han convertido en un proceso paquidérmico con una duración hasta de dos años y medio, afectando la situación laboral de los participantes y por encima de todo, la calidad de la educación de los estudiantes que muchas veces terminan con una pasarela de docentes provisionales de muy dudosa calidad. El proceso de selección debe quedar en manos del Ministerio de Educación Nacional, y no de la Comisión Nacional del Servicio Civil, manteniendo la lógica del concurso de méritos desde lo pedagógico y no desde lo burocrático.

Jornada Única: La segunda administración de Juan Manuel Santos anunció la implementación de la jornada única como una de las metas de gobierno más importantes en lo que a educación se refiere. Faltando menos de un año para la posesión de su sucesor, esta aparece como un logro pendiente (disculpándome por el símil poco original). La implementación de esta jornada ha sido entendida solamente desde la óptica de la infraestructura (en lo que cabe anotar, hay atrasos), olvidando temas pedagógicos por cuanto la jornada única implica ir más allá de aumentar dos horas de clase.

Educación secundaria y post-secundaria: El trabajo llevado a cabo por la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes (aclaración: hice parte del equipo de esa investigación) mostró una educación media que requiere una urgente revisión y reestructuración, la cual elimine la confusión reinante en relación con las modalidades existentes (académica y vocacional), y alinee sus currículos con las necesidades de estudiantes, universidades y sector productivo, lo que implica también, una discusión sobre la actual oferta en programas técnicos y tecnológicos.

Así mismo, se debe tener una discusión seria y objetiva sobre Ser Pilo Paga. El programa, cuyos costos coquetearán con el billón de pesos para el año 2018, es defendido con argumentos maniqueos que sugieren que quienes lo criticamos queremos que sus beneficiarios se pudran en la inopia, mientras que sus críticos más prominentes usan argumentos ad hominem y cometen deshonestidades intelectuales. Ser Pilo Paga debe ser auditado desde la eficiencia de su gasto y desde el efecto que tiene en resolver brechas de acceso para los bachilleres.

Financiación: Muchos quedamos sorprendidos cuando, durante el paro docente de este año, Juan Manuel Santos salió a decir sin ningún desparpajo que no había plata para las demandas de los docentes; lo peor fue saber que no era ninguna táctica de negociación sino la cruda realidad. El haber dependido excesivamente de las rentas del petróleo para la financiación del estado le pasó cuenta de cobro al gobierno que ahora se ve a gatas para cumplir con los compromisos de nivelación salarial hechos desde 2015, y pasándole la pelota de ese problema a su sucesor. Además del problema de las fuentes de financiación para la educación, quien sea que se posesione el 07 de agosto de 2018 debe afrontar el problema de la reorganización del Sistema General de Participaciones para poder aumentar el porcentaje recibido por la educación, un proceso que debe pasar por la legislatura, y los intereses que en ella se concentran.

Los Sindicatos: El gobierno de Juan Manuel Santos tuvo que afrontar dos paros docentes en los que salió gravemente comprometido, al dejar frente a la cartera a funcionarias con un pobre poder de negociación, las cuales, por momentos fueron desautorizadas por la misma presidencia. Como en otros países, en Colombia, el sindicato docente es una poderosa fuerza política, la cual, especialmente en el caso colombiano, hace mucho tiempo ha dejado de representar los intereses del gremio y está más interesado en ser un actor partidista (el último paro lo demostró claramente). Sin caer en lugares peligrosos de ‘Mano dura’, el reto de la próxima presidencia en este punto va a ser un manejo de las relaciones con los sindicatos docentes cuidadoso pero firme, en el que FECODE y sus sindicatos afiliados sean reconocidos como un actor, pero nunca como quien toma las decisiones, lo que se logra con un mensaje unificado y alguien con poder de decisión en el ministerio de educación.

Es evidente que los temas en juego en la próxima elección presidencial no pasan solamente por la política educativa, y probablemente los electores que tenemos un interés en el tema nos veamos obligados a tomar decisiones que no nos agraden mucho en aras de un bien mayor (es algo de lo que estoy consciente). Sin embargo, en una discusión que suele llenarse de catálogos de buenas intenciones con pocas iniciativas concretas, estos puntos pueden ser una métrica aceptable.

Compartir post