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«Patriarcado» y «Pacto patriarcal» son los dos conceptos traídos de la teoría feminista que más escozor causan cuando son pronunciados. Según Gerda Lerner en su libro “La creación del patriarcado”, podemos definirlo como “el dominio masculino institucionalizado y extendido a las mujeres, los niños y la sociedad en general” que trae como consecuencia que los hombres controlen todas las instituciones sociales tanto reales como simbólicas. 

En complemento, el “pacto patriarcal”, término acuñado por Hartmann (1979) y desarrollado por Celia Amorós en su libro “Violencia contra las mujeres y pactos patriarcales” (1990) puede ser definido como la construcción, el afianzamiento y la reproducción del patriarcado por parte de los individuos que crean lazos de apoyo en los que “el sujeto actúa condicionado por lo que supone que ser varón implica”. 

Tristemente, desglosar estos conceptos y observar cómo se manifiestan en nuestra cotidianidad es un ejercicio constante porque debe ser un proceso consciente e individual, una introspección que es difícil que se desarrolle en el marco de una sociedad polarizada y violenta a la que siempre se le exhorta al individuo a mantener el status quo. Es lógico entonces que muchos hombres no acaben de entender (no quieran entender) que por el simple hecho de ser hombres pertenecen a un sistema que los beneficia sistemáticamente en detrimento de los derechos y las libertades de las mujeres. Para comprobarlo no hace falta ni siquiera consultar las estadísticas sobre la violencia de género, que ya he puesto muchas en este espacio, basta con tener un poquito de empatía y ser un buen observador de nuestro entorno: muchas mujeres viven con miedo porque contra ellas se cometen crímenes que no sufren los hombres, como la violación.  

El caso de Dani Alves es paradigmático para explicar cómo funcionan estos dos conceptos, en particular el de “pacto patriarcal”. Como es de público conocimiento, el exjugador del Barcelona se vio involucrado en un presunto caso de violación cuando entró con una mujer de 23 años al baño de la discoteca Sutton, de la que era asiduo visitante. Según la versión de la víctima, ella no quiso tener sexo con el victimario e intentó salir de ahí pero Alves no se lo permitió, la agredió físicamente y la violó. 

Desde un principio, el manejo que los medios hicieron de la noticia fue injusto con la víctima: si bien debe prevalecer el derecho a la defensa del presunto victimario, los medios fueron parciales y mostraron la faceta del héroe derrotado (estrategia frecuente que se puede observar con el caso de La Manada, por ejemplo): crearon una telenovela en la que cada capítulo exploraba la ansiedad que sentía en la cárcel, los problemas de su matrimonio, el dolor de su familia… Incluso le hicieron una entrevista en la que, sin ruborizarse, dice “Yo la perdono”, refiriéndose a la persona que violó.  

En las redes sociales, como era de esperarse, millones de personas, sobre todo hombres, decidieron comprar la versión del victimario sin conocer el caso, sin analizar las evidencias y sin escuchar al juez. Interesante y tenebroso el apoyo incondicional hacia una persona que ni siquiera conocen. Esas dinámicas sociales que llevan a que un espectador cualquiera compre más fácil la versión de un hombre que la de una mujer violentada es lo que llamamos el “pacto patriarcal”. Una serie de actitudes, de lazos fraternos y de complicidad que se da entre hombres que reproducen los roles de género y que revictimizan a las mujeres. Es el mismo pacto patriarcal el que, por ejemplo, las lleva a ellas a inventar que tienen novio antes que simplemente decir “No”, porque para ellos es más comprensible la lealtad que le deben a una figura masculina ausente, que a veces ni existe, que la voluntad de una mujer. 

Y el patriarcado lo volvió a hacer.  El mes pasado se dictó sentencia contra Dani Alves: pese a que cambió su testimonio en tres ocasiones, llamó mentirosa a la víctima, jamás pidió perdón ni ofreció ninguna reparación (el dinero que le pagó a la víctima fue una obligación impuesta por el juez), lo condenaron sólo a 4 años y medio, la pena mínima posible.  Hace unos días, además, le ofrecieron la libertad condicional a cambio de pagar una fianza de un millón de Euros, cifra pequeña para quien, se estima, tiene una fortuna de más de 50 millones. Es decir, un hombre que violó a una mujer ante los ojos del mundo va a estar desde mañana libre y celebrando la vida mientras su víctima debe esconderse de las hordas de fans que la señalan de manipuladora e interesada. Se pensaría que una vez conocida la condena, por irrisoria que fuera, muchos hombres cambiarían de opinión y tomarían distancia de su ídolo venido a menos, pero no, prefieren creer que el jugador fue víctima de un truculento esquema de mafias progresistas que lo quieren inculpar injustamente antes que simplemente  admitir que es un violador. 

«Patriarcado» y «Pacto patriarcal» son dos conceptos que confluyen en la discrinación sistemática contra las mujeres. Es nuestro deber como hombres educarnos, ser empáticos con las víctimas y reconocer que no podemos seguir perpetuando estas dinámicas sociales que afectan estructuralmente a la mitad de la población mundial. 

@naburgosb 

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