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En estos días, en que todo concepto se ha relativizado, no ha habido un movimiento que haya sufrido más de la estigmatización y desprestigio que el feminismo. Algunos opositores, que algo han leído sobre el tema, argumentan que las mujeres ya ganaron su lucha por la igualdad, por lo que el movimiento ha perdido vigencia; para otros muchos, que no tienen ni idea de qué se trata ni cuáles son sus postulados, el feminismo no es más que la protesta sistemática e intransigente de algunas jovencitas con pelo en las axilas y mucho tiempo libre.

Alegan estos últimos, con la ignorancia marcada en la frente, que el feminismo es inaceptable porque creen que es una especie de machismo a la inversa, por eso discuten abiertamente con feministas, las llaman extremistas, las injurian, las acusan de vivir frustradas porque les falta un marido o porque son lesbianas… y, claro, no se dan cuenta de que justamente con esos insultos están perpetuando la discriminación que urge enfrentar.

Sumado a lo anterior, pienso que muchas feministas radicales, en su afán de garantizar los derechos de las mujeres o por puro esnobismo, han reducido el asunto a la protesta social, a la provocación o al boicot, como el colectivo ruso Pussy riot; otras, que según veo, se han extralimitado con lo que llaman libertad de expresión, han intentado escudarse en la discriminación de género para desviar su responsabilidad -léase Carolina Sanín-. Claramente para mí, ni las Pussy Riot ni Carolina Sanín representan el feminismo, al contrario, creo que le hacen un daño terrible.

Todo lo anterior ha desdibujado la lucha feminista, pero a pesar de este tipo de actuaciones, que no hacen más que aumentar las brechas y estigmatizar (más) a las mujeres, el feminismo sigue siendo fundamental para enfrentar los comportamientos discriminatorios que una sociedad machista comete todo el tiempo. Lo que pasa es que antes de opinar a la ligera debemos empaparnos del tema y saber qué es el feminismo, qué busca y por qué es conveniente para todos.

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Caricatura de Zuleta

 

Yo no soy un experto en el tema, ni más faltaba, pero tuve la fortuna de ser criado por una mujer valiosa que, en ausencia de mi papá, asumió también ese rol sin perder su esencia; cuando estuve en la Universidad Nacional me interesé en el tema y tomé clases con Mara Viveros y Florence Thomas, connotadas académicas feministas con discursos muy bien estructurados que distan bastante de las definiciones de feminismo que uno se encuentra en Facebook. Hice lo propio años después en mis estudios de maestría, lo que me llevó a desarrollar mi tesis en torno a la obra de la dramaturga Patricia Ariza, quien desde el teatro le ha dado voz a miles de mujeres víctimas del conflicto armado en Colombia. Así que, sin ser muy avezado en el tema, he podido hacer un recorrido experiencial y académico por los Estudios de Género y puedo dar fe de dos realidades: la primera es que generalmente las personas que están en contra del feminismo no tienen ni la más remota idea de lo que significa, no comprenden cómo surgió ni lo que busca ni mucho menos conocen cómo ha sido su evolución y cómo se aplican sus teorías a las ciencias humanas y a la vida misma. La segunda realidad que descubrí es que tanto hombres como mujeres necesitamos urgentemente del feminismo para ser más humanos, más tolerantes, más equitativos y más felices. Indiscutiblemente.

Entre otras muchas cosas, el feminismo aboga por la abolición de los estereotipos que transmite la cultura de masas, lucha por la visibilización y el empoderamiento de las víctimas de delitos sexuales (hombres y mujeres), intenta que en nuestras relaciones interpersonales seamos más empáticos y racionales y se opone a la instrumentalización del cuerpo femenino y a la revictimización. Si usted cree que esas cuestiones son tonterías, sólo piense que en Estados Unidos se acaba de posesionar como presidente un señor que piensa que puede agarrar por los genitales a las mujeres cuando se le dé la gana y que dice con orgullo que si su esposa sufriera un accidente la seguiría amando, siempre y cuando sus tetas no se hayan echado a perder.

Twitter: @andresburgosb 

 

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