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Se cumplió el primer semestre de gestión del congresista Juan David Vélez y la gran conclusión es que no representa a los colombianos en el exterior. Para quienes no lo sepan, Vélez ocupa la única silla para la circunscripción internacional en la Cámara de Representantes de Colombia.

La mala calificación de Vélez y la crisis de representación a la que estamos sometidos los colombianos en el exterior se fundamentan en tres circunstancias. Primero, la manera como llegó al Congreso; segundo, la gestión llevada a cabo hasta el momento; y tercero, el tipo de relación que sostiene con la ciudadanía.

El representante Vélez llegó de carambola al Congreso con los votos de la mano dura y el corazón grande. Se autobautizó “el de Uribe en el exterior” y, como consecuencia, los que obedecen a Uribe le votaron en un lista cerrada y a ciegas. Eso no es malo para el que vota con esa devoción, pero sí es perjudicial para el colombiano(a) en el exterior que no se siente identificado ni representado con el uribismo.

Lo primero que hizo Vélez fue promover la abstención de las consultas ciudadanas en consulados y embajadas, como si no fuera suficiente con el problema que conlleva acceder a las urnas cuando se está fuera del país. Su primer gran acto público con los más de cinco millones de colombianos que residen en el exterior fue motivarlos a no votar la consulta anticorrupción y de entrada desconocer la voluntad de los que sí fueron a votarla.

Luego se dedicó a defender la honorabilidad del Ministro de Hacienda Carrasquilla, cuestionado por los bonos del agua y del exministro Arias investigado por Agro Ingreso Seguro. Se fue al Congreso a dejar un sinnúmero de constancias para defender a sus amigos con el sueldo que todos los colombianos pagan con sus impuestos. La obsesión de Vélez por convertirse en el megáfono de un partido político nunca se había visto en la circunscripción internacional.

El representante Vélez es un funcionario de elección directa, pero desconoce por completo que su responsabilidad es estar al servicio del Estado y de los colombianos en el exterior, y no al servicio del partido político en el que hace militancia, ni al servicio de su jefe.

En el Congreso presentó una proposición que fracasó (para recuperar la segunda curul) y dos polémicos proyectos de ley. Uno, donde morirse en el exterior es un negocio para las aseguradoras privadas que se lucrarían a costa de la expedición de un documento público y costoso como lo es el pasaporte.

Y dos, rememorar el día del migrante colombiano, un día que ya está reconocido internacionalmente, creando más burocracia y ratificando su improvisación porque no soluciona absolutamente nada de fondo.

Por último, la relación de Vélez con la ciudadanía va de mal en peor. Cada vez son más los ciudadanos colombianos que desde España, Estados Unidos, Venezuela, Ecuador, Canadá y otras naciones, se quejan por la arrogancia e incapacidad de diálogo del representante, hasta el punto de compararlo con un pequeño dictador que bloquea cualquier intento de libertad de expresión distinta a su belicoso pensamiento.

El balance del primer semestre de gestión del Representante Vélez es negativo y la pregunta es: ¿Qué se viene para los colombianos en el exterior ante esta crisis de representación?

 

 

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