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Con el secuestro del general Alzate, a Uribe le dieron papaya y a las FARC les cayó la pelota. El gobierno espera una respuesta y la sociedad reclama hechos de paz.

El proceso de paz, liderado por el expresidente Pastrana, se quebró la cabeza gracias a los secuestros que se dieron durante un período de tregua y cese de hostilidades en el territorio de San Vicente del Caguán. ¿Sorpresa? No, de ninguna manera. Así es nuestra historia, y precisamente para evitar un fortalecimiento militar de las FARC, se decretó en medio de esta negociación y conflicto que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”.

No se debe dramatizar la paz, por un viaje que los negociadores no hicieron a La Habana, mientras se busca esclarecer el secuestro de un general y sus acompañantes. Los diálogos no se han roto, pero el proceso sufrió un esguince que lo tiene paralizado.

El Presidente Santos, logró con las FARC lo que no pudo su antecesor. Las sentó en una mesa para negociar el fin de un conflicto interno. Este hecho no ha podido ser superado por la oposición más rancia al proceso de paz; sin embargo, líder, séquito y escolta parlamentaria no ven la hora de finiquitar algo que ni siquiera pudieron construir.

Es bastante extraño que un general de la República de Colombia, quien lideraba una agenda estratégica en una zona roja, vestido de civil, ignore todos los protocolos de seguridad y se adentre en territorio infestado de subversivos. Igual de curiosas son las verdaderas razones que lo llevaron a esto ¿Se quiso entregar? ¿Se fue a inspeccionar algo de incógnito? ¿Le tendieron una trampa? ¿Qué buscaba? Tal vez, la respuesta de las FARC, o del mismo general, ayude a encontrar la pieza que no cuadra en ese rompecabezas.

Las amenazas y los hechos que vulneran y desgastan el proceso de paz están directamente relacionadas con los niveles de abandono del Estado. La desigualdad, la pobreza y el dominio narco-subversivo de los territorios colombianos son producto de un conflicto civil con origen sociopolítico y económico que encuentran en el proceso de paz el inicio para una salida civilizada al problema. Esa es una de las tantas razones para continuar con el diálogo.

El secuestro es inadmisible, incluso en medio de la guerra. Debe recaer toda la responsabilidad del caso sobre las FARC. La continuidad o disolución del proceso de paz ahora depende de la liberación de los secuestrados. Curiosamente ese siempre ha sido el palo sobre la rueda que limita los procesos de paz en Colombia. ¿Qué le pasa a las FARC y al gobierno que no aprenden del pasado?

Las oportunidades no las determina el tiempo, sino las actitudes. Las FARC tienen la llave para salir fortalecidas estratégicamente ante la sociedad civil si liberan a todos los secuestrados y demuestran con hechos reales su voluntad de paz. De lo contrario, seguirán dando razones para perpetuar el candado de la guerra. El proceso de paz acaba de sufrir una crisis que debe ser superada por la ilegalidad. Un esguince en el tobillo izquierdo impide que se siga avanzando después de dos años de negociaciones y diálogos.

Para algunos el proceso nunca ha iniciado (porque ni siquiera lo reconocen) y para otros el proceso ha avanzado más que nunca en la historia de Colombia. Esperamos que a una gran mayoría no se nos olvide la suspensión de los diálogos de paz con el momento Pékerman, la Voz Kids o la elección de la nueva reina de belleza. Estamos ante un momento muy importante en la historia de Colombia y depende de nosotros, como ciudadanos, incidir en ella.

Preocupa la corta memoria, los opositores bailando, la tronchada del proceso, la vuelta de más barbarie y las provocaciones e inmadurez de las FARC; pero preocupa más que algunos estén pensando en cerrar el libro después de haber avanzado en tantos capítulos.

¡Liberen a los secuestrados ya!

@JavierUrreaC

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