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Las democracias del mundo están envueltas nuevamente en la polarización de izquierda y derecha. Hace apenas algunas décadas el debate era entre el fascismo y el comunismo, y unas cuantas décadas más atrás entre la dictadura monárquica y el gobierno del pueblo. Las luchas ideológicas han marcado los momentos más oscuros de la humanidad, y también los momentos de revolución y cambio.

Si todos, especialmente aquellos que tienen el poder, o la capacidad de movilizar sociedades para llegar al poder, entendiéramos que esto no es un asunto de ideologías sino de supervivencia y convivencia el mundo sería diferente. En democracias, dictaduras y monarquías, el poder de unos pocos sobre sus sociedades lamentablemente nos ha llevado a un ciclo constante de lucha, oposición, corrupción y desconfianza. Si algo nos ha demostrado nuestros sistemas políticos a través de la historia, todos y cada uno de ellos, es que no somos capaces de trabajar juntos por el bien de todos. Lo hacemos por el bien de nuestro grupo y con el único objetivo de mantener el poder.

Es por ello por lo que sería muy benéfico que volviéramos a lo fundamental, como camino para volver a encontrarnos en ese camino, que todos tenemos que recorrer juntos, como sociedad y como civilización. Todos los seres humanos queremos libertad para decidir nuestro destino, pagamos impuestos a un estado que esperamos los invierta en nuestro desarrollo común, que permita que todos tengamos una oportunidad de luchar por lo que queremos. Todos queremos ser útiles, independientes, desarrollar nuestras capacidades y contar con el apoyo de unas instituciones que promuevan la justicia, la libertad y el bienestar general.

Ningún ser humano se opondría a sistemas de protección social para aquellos de nosotros que tienen dificultades para autosostenerse. Todos estamos dispuestos a dar la mano al otro en momentos de tragedia, y nadie se opondría a garantizar que todos tengamos educación, salud y un techo donde resguardarnos, pero conseguidos a través del trabajo y esfuerzo propio siempre que sea posible.

Todos queremos un medio ambiente sostenible y vivir en convivencia con la naturaleza. Queremos aire y agua limpios. Queremos evitar que el calentamiento global destruya lo que hemos construido a través de la historia. Queremos salvar especies animales y aprender a compartir nuestro planeta.

Todos queremos desarrollos tecnológicos que nos abran nuevas puertas del conocimiento y nos lleven a nuevos horizontes, conservando nuestra esencia humana y nuestra libertad.

Todos deberíamos entender que aquellos que nos representan y nos lideran están obligados a proteger y promover esas aspiraciones, y que como sociedad tenemos el derecho de exigir que eso se cumpla. La justicia y la transparencia deben ser parte de nuestros sistemas políticos. Todos queremos lideres honestos, comprometidos y que solo utilicen herramientas ideológicas efectivas y justas que nos permitan lograr esas aspiraciones y derechos comunes.

Que existan individuos y grupos que se quieran aprovechar del sistema, que busquen tomar ventaja, generar caos o simplemente no hacer su parte ocurre porque falta educación y control. No porque una ideología promueva o critique esos comportamientos.  

Esas aspiraciones no son de izquierda o derecha, no son capitalistas o comunistas, no son democráticas o dictatoriales. Son humanas. A veces nos olvidamos de que en este planeta estamos juntos, y hechos como la pandemia que vivimos nos lo recuerda de manera sombría. Si seguimos jalando para lados diferentes, esos lazos que nos unen se van a romper y de manera irremediable nos vamos a enfrentar unos a otros, y con ellos a lo que realmente nos enfrentaremos es a nuestra propia extinción.                                

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