Una nueva generación elige
Las elecciones en los Estados Unidos acaparan la atención mundial. Prácticamente todos los medios de comunicación del mundo preparan cubrimientos especiales. Todos hacen análisis y predicciones sobre los resultados y las implicaciones de que una u otra opción resulte vencedora. Es innegable la influencia de esta nación, y la importancia del camino que elijan los ciudadanos del país para el resto del mundo.
Estas elecciones tienen un factor adicional que el mundo sigue con atención. En los Estados Unidos, como en el resto del mundo, se está presentando un cambio generacional dramático. Debido a ello las prioridades del electorado tradicional, representado por políticos tradicionales, de generaciones anteriores, están cambiando. Es quizás la última vez que los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos son mayores de 70 años. Los políticos tradicionales siguen buscando el voto de los grupos sociales tradicionales, pero posiblemente en esta elección, y seguramente en la próxima, esos grupos, representados en su mayoría por adultos nacidos entre 1940 y 1980, no serán quienes determinen el ganador.
Con ello también cambian las prioridades para aquellos que eligen. El cambio climático, la garantía de derechos básicos, la igualdad de género, los derechos y garantías para todas las personas sin importar su orientación sexual, la transformación de nuestras economías a un modelo sostenible, la reducción de la desigualdad, entre otros, empiezan a reemplazar lo que generaciones tradicionales consideraban necesario para elegir a sus líderes. La influencia de valores religiosos o tradicionales en la selección de esas prioridades es cada vez menor, y un modelo más humanista parece establecerse. La nueva clase política está representando estas prioridades cada vez más. Una nueva generación de demócratas en Estados Unidos como Alexandra Ocasio Cortez, Pete Buttigieg e, incluso, Kamala Harris están tomando esas banderas, no así los republicanos que parecen aferrarse a la vieja generación y sus prioridades.
Con estas tendencias pareciera que la política mundial está por dar un giro a la izquierda, pero no es así. Las generaciones anteriores y las actuales en el fondo quieren lo mismo: Empleos, prosperidad, líderes transparentes, sistemas de justicia y seguridad eficientes, economías de mercado, libertades y democracia. Lo que ocurre es que el espíritu de los nuevos ideales está más alineado con la sostenibilidad, la transformación de la economía mundial, de los sistemas sociales donde la desigualdad ha reinado. Estos cambios han ocurrido de manera histórica, y siempre hay resistencia frente a ellos, especialmente por parte de aquellos grupos de poder que han mantenido el control de los sistemas políticos y económicos mundiales, pero históricamente estas transformaciones sociales han significado un avance de la humanidad.
Las bondades del sistema democrático, capitalista, de respeto a la libertad, la propiedad y la justicia como el mejor sistema de gobierno y organización social y económica son innegables. Lo que esta nueva generación quiere es una renovación de estos principios para hacerlos más justos, más incluyentes, más humanos. La clase política actual debe entender esta transformación o darle paso a esa nueva generación que, en Estados Unidos y el resto del mundo, ya es imparable.
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