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Las revoluciones conocidas ya como la «Primavera Árabe», que tiene varios regímenes del mundo musulmán temblando, están transformando el mapa geopolítico mundial con una velocidad incontrolable. Ya 3 regímenes han sido confirmados como «caídos» : Túnez, Egipto y Yemen. Uno más, Libia, está bajo ataque internacional gracias a una resolución de la ONU para proteger a la población civil, atacada por el demencial Khadaffi, y uno más, del que pocos en la comunidad internacional esperaban una reacción tan violenta, parece estar cayendo poco a poco en la misma categoría del estado Libio: Siria.

Siria sin embargo es un asunto mucho más complejo. Su intrínseca relación con Irán y su posición política en el medio Oriente lo hace una nación compleja, estratégica y peligrosa. La intervención del oeste en Libia tiene el apoyo del mundo Árabe. Con una intervención en Siria el apoyo seria inexistente. El presidente Sirio cuenta con ello y por eso su reacción agresiva, con pocas posibilidades de retaliación del mundo occidental.

Eso sería un hecho hace unas dos semanas. Pero hoy los Estados Unidos y occidente tienen un nuevo respiro de supremacía después de haber logrado eliminar a Bin Laden. El presidente Obama y los líderes de occidente tienen un renovado espíritu intervencionista en Oriente medio. Adicionalmente, La revolución en otras naciones ha presionado cambios que de otra forma no se presentarían tan fácilmente. La súbita integración de las facciones palestinas (Hamas y Fatah), las reformas propuestas en Jordania, Emiratos Árabes, Marruecos y otras naciones árabes, con el objetivo de prevenir la caída de sus regímenes, están alterando el juego político y de apoyo regional que todas las dictaduras de oriente medio utilizaban para soportar internacionalmente sus regímenes. Y para culminar las razones para una intervención, el líder sirio está enviando tanques y tropas para casi que masacrar a quienes protestan. Además de esto, si occidente quiere mostrar sus operaciones en Libia como humanitarias, son pocas las razones que quedan ya para no hacer lo mismo en Siria. No hacerlo provocaría suspicacias sobre la verdadera razón de la operación Libia. EL departamento de estado Norteamericano ya ha enviado señales de que la paciencia de la comunidad internacional con Siria está llegando a su límite.

Las consecuencias de la «primavera árabe» no las puede predecir nadie. Puede ser un florecer la democracia en el mundo árabe, o puede significar el establecimiento de regímenes fundamentalistas que las dictaduras que existían lograron contener por décadas. Lo que sí es inadmisible es que esas dictaduras actúen de manera salvaje, a los ojos de la comunidad internacional, para mantener su status quo. Siria eligió el camino de Bahréin y Libia, no el de Egipto o Túnez. El presidente Assad decidió cerrar la puerta al diálogo y la apertura de cambios en el estado y lo quiere imponer por la fuerza. Frente a las nuevas condiciones del orden mundial y los hechos en el mundo arabe, eso es inadmisible.

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