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El mundo está a la expectativa de los juegos olímpicos este verano próximo en China, pero no por lo que vaya a pasar en las competencias deportivas, sino por el significado político de estos juegos. Los Juegos Olímpicos se convirtieron en la vitrina política de una nación que quiere establecerse como una nueva potencia económica y política mundial, y el mundo está mirando atentamente el comportamiento y desarrollo de las justas deportivas en dicho país. Al final lo que menos importa son las medallas. Lo que ahora importa es que China, un país autoritario pero económicamente poderoso, esta posicionándose internacionalmente para ejercer ya su brazo político y económico con el reconocimiento mundial
Ahí es donde los Olímpicos dejaron de ser los juegos, para convertirse en el centro de un juego y una lucha de poderes mundial. Una lucha ideológica claramente enfrentada al inmenso desarrollo económico que China ha experimentado. Las protestas en el mundo occidental ante las violaciones a los derechos humanos, la respuesta a las protestas en el Tíbet, etc.… no son más que la muestra de esa diferencia ideológica de occidente frente a la realidad de tener que aceptar que la nueva potencia mundial es una nación comunista, autoritaria, que no comparte muchos de los valores de las naciones democráticas, pero que se ha convertido en la fabrica del mundo. Su existencia como poder económico es fundamental para que el Oeste continúe siendo igualmente, por lo menos por ahora,  un poder económico. Dichas protestas no se ven en Asia o África donde los beneficios del crecimiento económico de la China son más palpables y no representan competencia, sino ventajas.
Sin embargo no se puede dejar de lamentar el hecho de que los Juegos Olímpicos se secuestren de esa manera para convertirse en un espectáculo de poder político y económico. Si bien es cierto que las naciones del mundo han utilizado eventos como este para promocionarse al mundo, en esta ocasión es claro el interés del país anfitrión de demostrar su nueva posición frente al mundo y del resto del mundo en utilizarlo para diferentes propósitos, ya sea como herramienta para presionar por cambios políticos, o para reafirmar el interés por participar de la nueva torta económica que China ofrece al mundo; un país hambriento de recursos naturales y materias primas que está haciendo, como hicieron antes los que hoy son potencias mundiales, lo que sea necesario para obtenerlos.
Es que el camino que China está recorriendo no es muy distinto al que otras potencias recorrieron. La diferencia fundamental que el mundo occidental aun no puede aceptar el autoritarismo y la falta de libertad Interna, además de las jugadas económicas para mantener el crecimiento a esos niveles, que están afectando el resto de la economía mundial.
China está jugando el juego de poder de una manera astuta y evidente, pero debe tener cuidado frente a dos elementos, ambos inevitables consecuencias de esta apertura al mundo. El primero es el escrutinio mundial. Algo que el régimen político Chino no ha enfrentado antes se ha manifestado con la llegada de los juegos Olímpicos a Beijing. Si el régimen Chino no responde adecuadamente a las presiones internacionales, esto puede transformarse en un elemento desestabilizador interno, aun en una nación tan controlada y con tantas restricciones a la libertad y la información como China. Ya se han visto algunas reacciones orientadas a satisfacer un poco la opinión mundial con tímidas y casi insignificantes gestos, pero la presión será mayor y el régimen comunista no está acostumbrado a ello. El segundo es que todo su desarrollo e influencia a nivel mundial está orientado al uso de su poder económico para obtener cierta influencia política. Después de esta salida al mundo que se está dando con los Olímpicos, Se va a esperar una mayor influencia diplomática, mayor peso en los organismos internacionales y por ende, mayores conflictos al respecto de las cuestiones más relevantes sobre su región y el mundo. Ya hay serias diferencias sobre el manejo de la situación de Taiwán, África y otras naciones, y en el mundo de hoy gracias a la era de la información y la importancia de las organizaciones civiles, no es posible dejar pasar desapercibidas acciones que vayan en detrimento de los derechos humanos, del medio ambiente, de la estabilidad política y social de una nación o región. Las potencias del siglo 20 se salieron con la suya en muchos casos por la falta de información y conocimiento del resto del mundo sobre lo que hacían. Hoy eso es imposible que eso ocurra. Los Juegos Olímpicos son entonces esa ventana para mostrar la nueva potencia al mundo, pero también son el centro de ese juego de poder al que China se va a tener que enfrentar, potenciado realmente por la vitrina mundial que los Olímpicos normalmente son. Por más que el régimen Chino lo quiera evitar, el centro de atención de los juegos, tristemente, no serán las competencias, será el lado de esta nación que dicho régimen no quiere dejar ver al resto del mundo.
 

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