Siempre he sido reacio a recoger personas extrañas en los recorridos que hago cuando viajo en vacaciones. Los conocidos viajes de ‘autostop’ que hacen personas en sus épocas de descanso.

En algunas ocasiones lo he hecho, pero en trayectos muy cortos y siempre recogiendo personas en sitios públicos. Nadie en medio de la autopista, lugares oscuros y otros ambientes tenebrosos.

Pues esta vez me dio por hacerlo nuevamente. Recogí a una mujer que aparentaba unos 25 años, en mi ruta hacia Ecuador. Parqueé mi auto cerca de un restaurante para almorzar. Allí llegó ella.

-¿Me puedo sentar?
-Claro

Se quedó callada por algunos minutos. Luego pidió un jugo de mandarina. Sin azúcar.

-¿A dónde vas?
-Lejos
-¡Uy! ¿Por qué la desconfianza?
-Porque soy desconfiado. Así vivo mejor.

Me miró extrañada. Seguro no esperaba esa respuesta.

-Estoy buscando quien me lleve.
-Mucha suerte.
-¡Gracias ¿no?! De hecho estaba pensando en pedirte el favor.
-No subo extraños en mi auto.
-¿Por qué?
-Porque no.

Me miró en forma agresiva. Se le notó la molestia pues pensaba que con sonrisitas la iba a llevar. Reconozco que era atractiva.

-Qué genio te mandas
-No es un tema de genios. Es un tema de confianza.
-¿Cómo hago para ganarme tu confianza?
-Eso toma años. Y mi almuerzo se acaba en 17 minutos. Lo siento.
-Llévame hasta Tulcán, por favor.
-No. Es cambiar de país y no quiero tener líos. No sé ni quién eres.
-Entonces acércame a Ipiales y no te molesto más. Te doy algún dinero si quieres.
-Tampoco es un tema de dinero. Es de confianza, como te mencioné anteriormente.

Luego de varios minutos insistiendo, accedí a llevarla. Me arriesgué. Tomamos la ruta hacia Ipiales. Bastarían unos 40 minutos para llegar al destino y dejarla. Comenzó a preguntarme sobre mi vida, a lo cual inventé casi todo. Nombre, profesión, lugar de residencia, etc. En estos casos no se sabe.

-Mi nombre es Eli. Tengo 24 años y voy hasta Tulcán a ver a mis padres.
-¿Eres de Ecuador?
-Sí. ¡No! Es decir, larga historia.

Comencé a desconfiar. Sus respuestas eran bastante incoherentes. Aunque después de los primeros 20 minutos, asumí que no había ningún peligro y me relajé un poco más. La conversación fluyó en mejores términos, y pasados otros 20 minutos llegamos al destino de mi pasajera.

-Aquí estamos. Ipiales.
-Sí, muchas gracias. ¿Viste que no era peligrosa?
-Así parece. Te has ganado 32 puntos en mi escala de la confianza
-¿Y cuántos más necesito para que me lleves hasta Tulcán?
-Sabía que me ibas a pedir eso. Está bien. Vamos. Tomo algo y partimos en 18 minutos.

De camino a la frontera la relación cambió. Era más cálida. Miradas sostenidas iban y venían. Y esta niña me inspiraba aún más confianza. En la frontera, entramos a validar nuestros documentos.

-¿Motivo de su visita a Ecuador?, preguntó uno de los agentes de inmigración. Iba a responder cuando Eli interrumpió. Me tomó de la mano por sorpresa y me besó.

-Vamos a Tulcán. Presentaré mi novio a mi familia.

Quedé tieso. El policía nos miró con cierta sospecha, y mientras lo hacía, Eli me abrazó aún más. En realidad era bastante convincente la escena. El agente de inmigración nos selló los pasaportes y nos permitió seguir.

-¿Por qué hiciste eso?
-¿Qué?
-Tú sabes. No te hagas la boba.
-No le veo problema.
-Pues yo sí. Vamos a otro país y si comenzamos diciendo mentiras, no imagino más adelante.
-Tranquilo. Nada va a pasar.

No habían pasado  30 minutos de camino cuando nos encontramos otro retén de militares. Como la única placa colombiana era la de mi auto, nos detuvieron. Eli me tomó de la mano, me la apretó, y de ahí sí comencé a presentir que algo no iba muy bien.

-Papeles por favor. Dijo el militar con una voz tosca

Entregamos la documentación

-Bajen del auto, por favor.
-¿Algún problema, señor agente?
-Le repito. Bajen del auto. Haremos una requisa.

Nos bajamos y nos hicimos a un par de metros del auto. Los militares desocuparon todo el auto. Parecían buscando algo. Aunque siempre viajo con mis papeles en regla, me entró cierto nerviosismo.

-¿Qué hacen en Ecuador?, preguntó.
-Vamos a visitar a mi familia con mi novio.

-Les pregunto por última vez ¿Qué hacen en Ecuador?
-Estamos de vacaciones, señor agente. Respondí.
-¿Sabía que usted está transportando una menor de edad, que usó una identidad falsa para huir de la casa de sus padres en Cali?

¡Hijueputa! Grité mentalmente

-¿Una menor de edad? No es posible. Eli tiene 25 años.
-Es menor de edad, señor. Sus padres la buscan desesperadamente en Cali y hubo indicios de que había huido hacia Ecuador.

Miré a Eli -¿Esto es en serio? Ella estaba muda y casi llorando.
-Señor, ella no se llama así. Su nombre real es Carla Juliana Lara Martínez.

Eli o Carla, o como se llame se abalanzó sobre mí.

-No me dejes, Luis. Huí de mi casa porque me mis padres no me quieren.
-Pero eres una menor de edad, Carla. ¿Sabes el lío en que nos has metido?
-Sí, y te pido perdón. Pero tenía que hacerlo. No tuve más opción.
-¿Ahora qué sigue?, le pregunté al militar.
-Deberán acompañarnos a la guarnición militar en Tulcán, mientras tanto usted está retenido temporalmente por posible transporte ilegal de personas en territorio extranjero.
-Yo no tenía ni idea de quién era ella. Simplemente me decidí a acercarla en mi auto.
-Es correcto, pero usted engañó también a las autoridades al pasar por la frontera. Dijo que eran novios. Tenemos todo registrado, señor. Por favor acompáñenos. No haga la situación más complicada.

-¿Y mi auto? ¿Mis cosas?

Una grúa lo llevará a la guarnición militar. Usted viene en nuestra patrulla. Allí estará hasta que solucionemos todo.

Nos metieron con Carla en una camioneta militar y comenzamos el regreso a Tulcán. Yo estaba bastante nervioso y asustado. Carla no mostraba ningún signo. Al parecer no era la primera vez que lo hacía. Esta escena me recordaba los programas de “Preso en el extranjero”de NatGeo. Qué depresión. Me preparaba para lo peor.

Ya en la base militar me permitieron llamar a la embajada. No contestaron. Me dijeron que debía esperar retenido  hasta que alguien se hiciera a cargo de mi caso. El tema podría tomar días, semanas o meses. Adiós vacaciones. Hola problemas. Aunque mi sentido paternal me hizo preocuparme por Carla.

-¿Qué va a pasar con Carla?
-También estará retenida. Sus padres ya están en camino.
-¿Entonces si todo se soluciona por qué me detienen?
-Mire señor, si la niña no hubiera sido menor de edad todo habría sido diferente. Es más, ni los hubiéramos detenido.
-Aparentaba mucha más edad. Por lo menos físicamente. Me dejé engañar por imbécil.

-Usted estará detenido mientras tanto. Ya viene un fiscal a encargarse de su caso y seguiremos insistiendo en el contacto con la embajada.

El guardia cerró la puerta y me dejó. Ahí estaba encerrado, en medio de la nada. Lejos de casa, en otro país y sin conocer a nadie. Como suelo decir en esos casos ¡vida puerca la mía!

Pasaron unas cuatro horas y de nuevo el guardia apareció. Mi sensación de frustración y desespero era evidente.

-Nos han contactado de la embajada. Vendrán el lunes.
-¿El lunes? Eso es en dos días. ¿Qué haré entonces? Me pueden dejar ir y me presento donde ustedes digan el día que ustedes quieran.
-No es tan fácil, señor. Es la ley. Y hay que cumplirla. Usted está en territorio extranjero y debería saberlo.
-Sí, pero le dije que nunca tuve nada qué ver. Me engañaron.
-Lo lamento. Ya llegaron los padres de la señorita. Regresarán con ella a Colombia en unos minutos. La señorita ha pedido verlo unos minutos.

Carla entró y nos dejaron solos. Las lágrimas caían de sus ojos. Me abrazó.

-Luis, perdóname. No quería que esto pasara.
-Pero pasó. No imaginas el lío en que me metiste. Ahora quién sabe cuándo saldré de aquí.
-Yo declaré que te engañé. Que tú no sabías nada. Que todo fue una trampa para pasar contigo por la frontera. Con esa declaración seguro te dejan libre pronto.
-Ya no importa. Vete. Ya veré cómo salgo de esta.

Carla giró y se acercó a la puerta. Espero unos segundos. Giró nuevamente, se acercó, me abrazó y me dio un beso.

-Gracias por lo que hiciste por mí. Ojalá la vida nos ponga de nuevo el camino.

Sacó de su bolsillo un objeto. Era un reloj de mano.

-Toma. Te dejo mi reloj. No vale mucho, pero en algo compensará el daño. Si lo miras y piensas en mí, el tiempo pasará más rápido.
-Gracias. Ya tengo reloj.
-No importa. Guárdalo. Si nuevamente nos vemos, me lo regresas. ¿Y sabes qué, Luis?
-¿Qué?

En ese momento el reloj comenzó a sonar. Fuerte como una alarma. TIC TIC TIC TIC TIC

¡AHÍ FUE CUANDO ME DESPERTÉ!

¡¡¡¡¡ FELIZ DÍA DE LOS INOCENTES !!!!!

 

Quién no sepa cómo funciona el Día de los Inocentes, es una tradición donde se escriben noticias falsas sobre algún acontecer. Otros hacen bromas y cosas parecidas.

Es mi última entrada del blog ¡Qué lejos estamos! en el 2013. No tiene nada que ver con el tema principal del blog, pero me quise divertir un ratico. ¡Nos vemos el otro año!

Sobre el autor de este blog:

LuisÉ Quintero
En Twitter @donluiseduardo 
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