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Felipe caminaba cabizbajo por la calle, se le veía triste y apesadumbrado. Llevaba un par de meses ‘bajo de nota’ con su novia.  Si bien es cierto nunca habían discutido, sí habían tenido algunas diferencias y ahora su relación, de más de año y medio, no andaba bien. Aquella noche acordaron darse un poco de tiempo porque tal vez estaban cayendo en la monotonía; sí, tal como lo haría cualquier pareja se darían un poco de tiempo, eso significaba simple y llanamente terminar. La famosa expresión “no eres tú, soy yo” había surgido en esa conversación, quizás él la había dicho, ya ni se acordaba, sabía que Cata era una mujer de carácter y que nunca le rogaría por su cariño. Siguió avanzando con el corazón en la mano y preguntándose “¿qué había pasado?”, se sentía desolado.

Cruzó lentamente el pequeño puente que separaba un barrio del otro, llegó hasta una esquina próxima a su casa, cuando escuchó que decían:

—¡Ey flaco!  La fiesta no es en tu casa, es en la mía ja, ja, ja. Ven ayúdanos con esto.

Giró y vio a un par de amigos que cargaban unas cajas con cervezas, gaseosas, vasos y otras cosas por el estilo.  Recordó que uno de ellos había prestado su casa a los del colegio para hacer un baile, con la idea de recoger fondos para la excursión de los muchachos de once.  Los vio encartados y se dijo —Los ayudo a llevar esas vainas y luego me sigo para mi casa —cosa que así hizo.

Bailando, tomada Unsplash

Imagen 1.  Bailando (by Ardian Lumi on Unsplash)

Entrar a la rumba

La fiesta era en el garaje de la casa de Fercho, espacio que se alargaba con una sala auxiliar que allí había, a esa hora el lugar ya estaba repleto, ellos ingresaron por la puerta principal de la casa y descargaron las cosas en la cocina. Sus amigos hablaban alegremente, salieron a la calle, pero él seguía extraviado en sus pensamientos.

—Flaco, entremos a la fiesta. Hay mucha gente que conocés, gente del barrio y del cole.

—Ah, yo no estoy de ánimos para entrar. Fresco Fercho, yo sigo para mi casa.

—Pipe, ¿qué pasa? ¿Y esa cara?

—¿Y la novia?… Uy, no jodás, seguro que es por eso, ¿peliaste con Cata?  No me digás —dijo Richi con cara de extrañeza, tratando de adivinar.

Entonces Felipe suspiró y bajó la cabeza. Los dos amigos hicieron silencio y se acercaron, uno le puso la mano en el hombro y le dio un pequeño abrazo, el otro le apretó la mano.  —Ya vengo —dijo Fercho.  Al momento regresó con tres cervezas y la boleta de entrada para Felipe, este los miró con desgano y desánimo.

—Tranquilo papá, entramos y te relajas un ratico, te hace falta.  Y si querés movés el esqueleto bien bacano —habló Richi, llevándose su mano derecha al estómago, levantando la izquierda y empezó a tongonearse graciosamente, sacándole una leve sonrisa a Felipe.

Los tres ingresaron al garaje, Felipe entregó su boleta y le pusieron un sello en el brazo. Sus amigos inmediatamente empezaron a bailar, sonaba música tropical, él se hizo en un rincón, observaba las parejas, saludó a varios muchachos del cole, pero era parco al hablar.

A la pista

Tina se acercó y lo animó, eran amigos desde niños, lo tomó de las manos y lo llevó a la “pista” entre sonrisas.  —Eh, por fin salís a bailar, llevas como mil horas sosteniendo esa pared, ¡seguro que no se va a caer! —le dijo burlonamente. Él sonrió y siguieron bailando. Luego de terminar, él volvió a su sitio.

Richi y Fercho a veces se acercaban, le hablaban un momento o le llevaban una cerveza y luego se marchaban en plan de conquista.   —Ya está tardecito, mejor me voy para la casa, me tomo esta cerveza y me marcho —pensó.  Empezó a sonar la canción de salsa “Y no hago más na” de El Gran Combo, le pareció graciosa.

“…Yo me levanto por la mañana
me doy un baño y me perfumo,
me como un buen desayuno
y no hago más na, más na…

Tornamesa, tomada Pixabay
Imagen 2.  Tornamesa (by Javier Dumont on Pixabay)

—Hola, qué más. Qué bueno que estés aquí —lo saludó efusivamente Nando, un joven del equipo de básquet donde él también había jugado, quien venía del brazo de una chica, trigueña, de cabello negro; casi inmediatamente, llegó otra jovencita que se aferró a su otro brazo, muy sonriente, rubia, los tres eran compañeros de último grado. Él se las presentó, se llamaban Verónica y Natalia, hablaron por un momento.

—¿Quieren algo? —preguntó Nando.  Todos negaron con la cabeza.  —Ah bueno, yo voy por una gaseosa —Y salió hacia el improvisado bar —Ay, yo también —expresó Natalia y se fue detrás de él.

Será que bailamos

Verónica y Felipe cruzaron un par de palabras mientras esperaban a Nando, entonces empezó a sonar “Ay amor” un merengue interpretado por Cuco Valoy.

—Ay, a mí me encanta esa canción —dijo Verónica.

—Sí, suena chévere.  Pero la original es una balada de Víctor Manuel, buenísima —argumentó Felipe.

—Sí, pero me fascina esta, me gusta bailarla —dijo Verónica y lo miró coquetamente.  Felipe no dijo nada y siguió recostado a la pared.

—En la tele los mostraron y la coreografía de los cantantes es divertida. Uno de ellos hasta se parece a Michael Jackson —hizo una pausa —Si vez pues a este, se quedó comprando la gaseosa, ¡me dejó aquí plantada! —dijo Verónica riendo.

Entonces salió a bailar, invitando con sus manos a Pipe a seguirla, alguien suavemente lo empujó a la pista y él no pudo negarse.

—¡Es que yo no bailo bien!

—No importa, aquí aprendemos los dos, todavía no se acaba la canción.

Le costó un poco coger el paso, ella pacientemente lo fue llevando, terminaron bailando rítmicamente.

 

“…Saber cada paso que das
Si sales o si entras
si vienes o si vas
Las narices en señal
Ay amor como inmenso es el mar…”

—Ve que sí podías —le dijo ella amablemente al terminar la canción.

—Querida “Profe” ¿me permite esta pieza que acaba de empezar? — le solicitó él.  Y continuaron bailando.

—Esa me sale a mí, las de amor y las de desamor, mejor dicho, todas me salen —le dijo a Vero.  Y le empezó a contar rápidamente su triste historia de amor.

Y la luz se apagó

Continuaron bailando y hablando, ella mostraba interés, a veces se detenían, tomaban algo y seguían conversando entretenidamente. Terminaron de bailar una canción e inmediatamente empezó a sonar una balada, se escuchaba ‘All out of love’ de Air Supply.  Era la hora de las famosas baladas americanas, las canciones que se bailaban en una sola baldosa, muy pegaditos el uno al otro, giraban muy juntitos; era lo que todos estaban esperando para afianzar sus conquistas de la noche. Ellos se fueron separando, él tenía su mano tendida, aun sostenía la mano de ella, Vero lo miró fijamente con sus expresivos ojos negros y dejó su mano allí, él suavemente la asió y la jaló hacia él. Entonces, alguien apagó la luz del salón, las parejas parecían un solo ser moviéndose lenta y armónicamente.

Ella le pasó sus brazos por la cintura, él posó cortésmente sus manos en la espalda de ella, una más arriba que la otra. Siguieron bailando, en un momento ella recostó su cabeza en el pecho de Pipe.  Él suspiraba, estaba deslumbrado y con el corazón a mil.

“…I’m all out of love, I’m so lost without you
I know you were right believing for so long
I’m all out of love, what am I without you
I can’t be too late to say that I was so wrong…”

Perdido en el amor

Se acoplaron perfectamente y todo giraba a su alrededor, sentían que estaban solos en aquel lugar.  Pusieron la preferida por muchos ‘Total eclipse of the heart’ de Bonnie Tyler.

“…Turn around, bright eyes
Every now and then I fall apart
And I need you now tonight
And I need you more than ever…”

Se miraban, continuaron bailando, en un giro ella lo contempló dulcemente, un rayo de luz penetró por la ventana e iluminó su rostro, él no pudo resistir e inclinó su cabeza, la besó, ella le correspondió.  Él flotaba, estaba emocionado, siguieron bailando, se abrazaron, ahora sonaba ‘Lost in Love’ de Air Supply. Siguieron juntos aquella noche, ya tomados de la mano.

“…You know you can’t fool me
I’ve been loving you too long
It started so easy
You want to carry on
Lost in love and I don’t know much…”

 Únicos en el espacio, tomada Unsplash

Imagen 3.  Únicos en el espacio (by Anastasia Sklyar on Unsplash)

El final

Ahora hablaban en una esquina del garaje, conversaban y todo era alegría, como es siempre cuando una pareja está iniciando, solo sonrisas cómplices; estando en esas, llegó Nando con Natalia y les dijo:

—Hola tortolitos.  Es hora de irnos.

—¿Ya? —preguntó Verónica.

—Vero por Dios, mira la hora qué es, tu mamá nos va a matar. Yo quedé en llevarlas a ustedes dos a sus casas.

—Uy, no puede ser.  El tiempo se fue volando.

— Muchas gracias, fue una noche sensacional —dijo Vero.

— Yo las acompaño —expresó Pipe.

—Tranqui, yo las llevo —respondió Nando.

Natalia y Nando se despidieron de Pipe.  Este se acercó a Vero, con actitud de príncipe azul, y le dijo:

—¿Cuándo nos volveremos a ver?

—Creo que lo dudo.

—No te entiendo —dijo él completamente desconcertado.

—Sí, yo creo que nunca —pronunció Vero con una seguridad total.

—¿Estás bromeando? —balbuceaba Pipe completamente fuera de base. Entre tanto ella sonreía.

—¡Es que todos los hombres son igualitos!

—¡¿Ah?! — Pipe no entendía qué pasaba, estaba confundido.

—Hace un par de horas estabas destrozado porque tu novia te había cortado, no sabías qué hacer, estabas afligido, hecho trizas, la adorabas… Y así, te vas para una fiesta, te encarretas con la primera mujer que se te atraviesa, y ¡todo bien!  Ahí están pintados ustedes, todos son cortados con la misma tijera. ¿Qué confianza te voy a tener?

—¡Chao! ¡Bye! — y le mandó un beso con la mano — Nata, Nando espérenme —gritó y corrió hacia ellos. Pipe se quedó de una sola pieza, boquiabierto.

 

Relato anterior

¡Pilas! Hay orden de desalojar la U

Referencia canciones

Y no hago más na de Gran Combo de Puerto Rico

Ay Amor de Cuco Valoy

All out of Love de Air Supply

Total Eclipse of the Heart de Bonnie Tyler

Lost in Love  de Air Supply 

 

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Me gusta disfrutar en familia y con amigos. Me fascina escribir relatos y anécdotas de la vida cotidiana. Soy Ingeniero de Sistemas, crecí en Medellín, viví en Bogotá, Guayaquil y Cali. Gracias por sus lecturas y comentarios.

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