Al amigo Eddy le había llegado la hora, sí, la hora de casarse. Para celebrar el cierre de la soltería y la llegada del “matricidio” entre ocho amigos le organizaron la despedida de soltero. Acordaron encontrase un viernes, a las 8:00 p. m., casi todos saldrían directamente desde sus oficinas. Uno de ellos, Cheo, les indicó que si no llegaba puntualmente lo esperaran, porque tenía un compromiso previo, pero que con seguridad él llegaría allí.
Todos arribaron puntualmente al sitio de encuentro, un par llegaron vestidos de traje y corbata, algunos habían “tramitado el permiso” con sus respectivas parejas con suficientes días de anticipación, la intención era pasar una noche muy especial y sin afanes. Cheo, efectivamente se retrasó llegando 30 o 40 minutos más tarde, les explicó que estaba en la despedida de un compañero que había cambiado de trabajo, se le veía ‘happy’, se notaba que les llevaba ventaja con unos cuantos tragos de más.
A dónde vamos
No faltaba nadie, así que se dispusieron a partir. Eddy, se levantó e indicó que iba al baño, entonces Paco aprovechó para preguntar:
—Bueno, cuenten ¿a qué burdel lo vamos a llevar? —unos sonrieron, otros callaron.
—Oigan a este, cómo van a llevar a Eddy a un lugar de esos. Ese man como es de serio, “ese que es más serio que un pantalón de paño” —bromeo Cheo.
—Sí, eso es así. Yo hice la reservación en un sitio súper especial, me lo recomendaron muy bien —anotó Gastón.
Todos estuvieron de acuerdo y esperaron a Eddy para salir.
El sitio elegido
Llegaron al lugar, era un famoso y exclusivo restaurante en las afueras de la ciudad, con una vista imponente. A la entrada, el ‘host’, o anfitrión de dicho restaurante, los recibió con una amplia sonrisa, estaba formalmente vestido con corbatín incluido, les preguntó amablemente si tenían alguna reserva, a lo que contestaron que sí y dieron el nombre de Eddy; entonces el ‘host’ les pidió que por favor lo acompañaran. Pasaron por un amplio pasillo decorado sobriamente, el grupo miraban el lugar con cierto asombro, vieron que los comensales que estaban allí vestían elegantemente, entonces pusieron adelante a los compañeros que llevaban traje.
Imagen 1. Restaurante, tomado de pixabay
—Eh, Luchino, si preguntan eres el jefe de nosotros, con esa pinta que tienes hoy, de saco y corbata ¡Jefazo! —dijo riendo Cheo.
Llegaron a un gran salón, al fondo se observaba un grupo musical y en la pista la cantante, vestida de blanco, llevaba en una mano el micrófono y en la otra, la punta de la falda, cantaba la cumbia “La pollera colorá”, detrás, haciendo el trencito, la seguían las parejas llevando velas encendidas.
—¡Pucha! ¡Devolvámonos! ¿Dónde nos metimos? —dijo Mario al ver aquello.
—Pero ¿por qué?
—No ves que todos son señores y señoras que están bailando y nosotros somos puros hombres. Esto está muy elegante.
—Que es esa bobada, avancen por favor. En la mesa hablamos —dijo entre dientes Jota, haciéndolos avanzar uno a uno.
El ‘host’ los llevó hasta una gran mesa, se sentaron, algunos manifestaron que deseaban estar en un lugar un poco menos formal, más distendido.
—Yo sugiero que, ya que estamos aquí, pidamos algo de beber y después nos marchamos. A mí de verdad me da vergüenza salir así, de una —expresó Gastón.
—Yo estoy de acuerdo. Pidamos mediecita —apoyó Cheo.
—Muchachos, relajémonos y veamos qué pasa —apuntó Luchino — ¿O qué opina Eddy que es el homenajeado?
—A mí me parece bien, yo confío en vuestro criterio —respondió serenamente.
Entonces se acomodaron, observaron alrededor, llegó el mesero, les entregó la carta que contenía cocina mediterránea y parrilla argentina. Pidieron agua, media botella de ron, media de aguardiente, Ginger Ale y gaseosas. Gastón los invitó a presenciar el show y les pidió permiso, quería averiguar algo con la administración del restaurante.
Esperar un momento
Al regresar, encontró a sus amigos hablando alegremente de algunas anécdotas ocurridas con Eddy. Los interrumpió diciendo:
—Les cuento, esta noche se presenta el grupo musical que vimos, toca todo tipo de música, tiene tres cantantes, entre ellos, la dama que apreciamos al entrar. El show central es el bolerista Carlos Arturo, él sale enseguida. Qué tal si lo vemos y después nos vamos, ¿les parece?
—Un momento, ¿y quién es Carlos Arturo? —preguntó Charly.
—¿Cómo? ¿Papi, no conoces al Señor del Bolero? Veámoslo y nos vamos —dijo Nando quien era amante de este tipo de música.
—Les cuento ¡canta toneladas! Su mayor éxito se llama ‘Evocación’, el coro dice:
— ¡Listo! Entonces esperemos. ¡Salud! —se apresuró a decir Cheo levantando su copa, los otros estuvieron de acuerdo.
El show principal
Pidieron algo para picar, conversaban animadamente cuando Carlos Arturo hizo su aparición. Tenía una voz potente, todos estaban atentos, cantó ‘Corazón de acero‘, ellos empezaron a mirarse complacidos y asentían con la cabeza, como diciendo “sí me la sé y suena muy bien”, algunos lo acompañaron con sus voces. Él siguió cantando y todos los presentes en el restaurante se sintieron emocionados, aplaudían animadamente, luego interpretó “Muchas gracias corazón”, fue arrollador.
Imagen 2. El señor del bolero, archivo personal
Entonces Carlos Arturo se tomó un par de minutos para saludar y agradecer a la concurrencia, un asistente se acercó a las mesas con un micrófono para preguntar de dónde venían o que estaban celebrando. Llegó a la mesa de Eddy, Juangui tomó la vocería, se paró, asió el micrófono, en primer lugar, felicitó a Carlos Arturo, luego dijo que estaban celebrando la despedida de soltero de Eddy y pidió un aplauso, los asistentes vitorearon y aplaudieron, sus amigos gritaban, le hacían barra. Entonces Carlos Arturo expresó:
—¡Lo felicito! Sinceramente lo felicito. Hoy voy a hacer una excepción ¿desea alguna canción en especial? —esto los sorprendió, no sabían que contestar.
—¡Evocación! —dijo rápidamente Juangui —o sino un bolero de salsa. A él le encantan los boleros y la salsa.
Siguió el show, al final el Señor del bolero cantó la que todo el mundo estaba esperando, ‘Evocación‘, fue la euforia. Luego, antes de despedirse, señaló la mesa —Con todo mi cariño y buenos deseos, para la despedida de soltero ‘Amor fugaz‘ — era un bolero salsero, ellos aplaudieron a rabiar, lo acompañaron de pie a grito herido:
Que continúe el show
Ya no se quisieron ir, ordenaron a la carta, pidieron más bebidas, hablaban y reían efusivamente. En el restaurante los reconocían ya como la mesa del soltero, y aprovechaban su “fama” pues animaban al grupo musical, hacían algarabía, acompañaban en la distancia el coro de celebración de algún cumpleaños en otra mesa. En un momento de la noche el cansancio venció a Cheo, les facilitaron un sofá junto a la mesa y lo recostaron en él.
Imagen 3. Fiesta, tomado pixabay
La noche siguió muy divertida, volvió a salir el grupo musical, estaban en el pico del entusiasmo. La cantante bajó de la pista y se acercó a las mesas, ellos aplaudían y avivaban cada canción. De repente estaba ante la mesa de Eddy, empezó a cantar el porro ‘Quiero amanecer‘, los invitó a la pista, les repartieron velas, todos la siguieron, excepto Cheo, quien dormía plácidamente. Allí hicieron el trencito, sí el trencito que en un comienzo criticaron ahora lo aclamaban, los demás también se pegaron, la despedida de soltero estaba en pleno furor. Ah, y explotaba el bullicio cuando sonaba el coro que decía:
Al salir del restaurante levantaron a Cheo, Eddy y Juangui lo llevaban en hombros, cada uno a lado y lado, pasó una pareja y el señor les dijo sonriente:
—Eh, lo lograron. Que borracherita le pegaron al futuro esposo.
—Sí ¡se lo merecía! —contestó Eddy entre risas, burlándose de sí mismo, para qué explicar que el desgonzado no era él. Sus amigos compartían su felicidad por aquella inusitada despedida de soltero, todos se divirtieron y salió mejor de lo planeado.
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Juan El Loco, los forchein y sus discos de vinilo
Disfruté mucho leyendo esta nota. Ojalá todas las despedidas de soltero fueran asi… me ha tocado fugarme de unas terribles….
Ya es hora de acabar con viejas costumbres que realmente ni son divertidas ni te hacen sentir bien.
Gracias!
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Le agradezco sus comentarios. Me alegra mucho que lo haya disfrutado. Para los protagonistas fue un momento divertido, ameno y ¡sin ningún “guayabo moral”!
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