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Despreocupadamente mirábamos unas fotos de mi hija, en una, junto a ella aparecía Julio Ernesto Estrada.  Sorprendido le pregunté:

—Oye, ¡ese es Fruko! ¿Cierto?

—¡Sí, claro! — me contestó sonriendo alegremente —Fue el invitado especial en un evento en la U., ¡fue espectacular!  Se presentó con su orquesta, en el teatro todos bailamos al ritmo de su música.  Al final, yo aproveché y me tomé esta foto.

—Uy, ¿en serio?  De verdad te envidio.  Para mí fue el precursor de la salsa en Colombia, simplemente fue un ¡teso!  —le dije emocionado —¿sabías que la primera orquesta colombiana en tocar en el Madison Square Garden de New York fue Fruko y sus Tesos?  Definitivamente, unos duros.

Imagen 1. Concierto. Tomada de Free-Photos en PixabayImagen 1.  Concierto.  Tomada de Free-Photos en Pixabay

Destreza bailable

Confieso que no me he distinguido por mis dotes de bailarín, soy más bien tronquito, me cuesta mantener el ritmo y en las coreografías ni se diga, siempre me pierdo.  O sea, negado con “El meneaito”, “Mayonesa-Chocolate”, “Macarena”, “Aserejé”; o “Thriller”, que es mi favorita, por cierto, me divierto mucho viendo la coreografía que hace de ella Jennifer Gartner en una escena de “Si tuviera 30”, les dejo el enlance.  En cambio, mis hermanos, primos y sobrinos siempre han sido excelentes bailarines, uy, a veces salen con unos sorprendentes pasos.  No niego que en mi adolescencia lo intentaba, ¡pero nada!  Además, tenía un grave problema, para mí era vergonzoso que me vieran bailando, me ponía rojo como un tomate, bajaba la mirada, me achantaba.

Un día estando con mi primo León en su habitación, mientras sonaba en la grabadora el tema musical “Yo quiero verla esta noche”, de los Melódicos, me dijo:

—Mono ¡párate!  Te voy a enseñar a mover el esqueleto con esta canción.  ¡Es muy fácil!

—Leo, vos sabes que yo no “rimo” con nada —le expresé sonriendo.

—Fresco, es sencillo.  No te preocupes. Ya vas a ver —habló tranquilizándome.

Paso a paso

Entonces, detuvo el casete, se paró al frente mío, me pidió que me relajara, que sacudiera las manos y diera saltitos en el mismo sitio, era una especie de calentamiento. Yo me reí, pero le hice caso.

—Antes de empezar, trata de escuchar los instrumentos de esta canción, la conoces ¿verdad?

—Sí claro, está en uno de los discos de Astrid —contesté.

—De todos los instrumentos ponle mucha atención a la carrasca o guacharaca, al “chucu chá, chucu chá, chucu chá …”.  ¡Oído!  —y le puso play a la grabadora — al ritmo de ella nos moveremos; concéntrate, no le pares bolas a las trompetas ni a la tumbadora —traté de hacerlo, pero me perdía con los demás instrumentos y con las voces de los cantantes, hasta que después de un par de veces logré identificar algo.

—¿Notas que prácticamente es el único sonido constante en la canción?  Los otros o cambian de ritmo o dejan de sonar por momentos —expresó.  Leo tenía buen oído, y le gustaba tocar el bongó. —La idea será que cada vez que escuchemos el “chucu chá” moveremos los pies.

—Listo, ¡de una! —afirmé convencido.

—Ahora vuelve a calentar —y retrocedió la canción.  Parado al frente mío, continuó —¡Pilas! Mira bien lo que hago, voy a mover el pie derecho a un lado, a la derecha, luego el izquierdo va  hasta el pie derecho; tan pronto lo roce, inmediatamente separo el pie izquierdo hacia la izquierda y muevo el pie derecho hasta la izquierda, luego repito la secuencia; mira , derecha…izquierda, derecha… izquierda, —iba diciendo mientras me mostraba el movimiento con los pies, sin música —ahora hazlo tú, mejor juntos, sígueme —practicamos un momento, se detuvo y puso la canción, volvimos a repetirlo.

Leo lo hacía suave y rítmicamente, yo me limitaba a desplazar los pies por el piso, pero lo seguía acorde como él se movía, también, trataba de escuchar la bendita guacharaca.  —“Gustavito, levanta los brazos a la altura de tu cintura y muévelos como si estuvieras caminando o marchando, dale” —cosa que hice, me enredé varias veces, ¡es que eran muchas cosas a la vez!  Pero logré coordinar los movimientos de brazos y piernas, me sentí más fluido, más liviano.

—Ahora, mira al frente, sonríe un poco, siente que la música corre por tu cuerpo y te hace feliz —dijo con una sonrisa de oreja a oreja.  Traté de sonreír, aunque yo solo me sentía pesado, que arrastraba los zapatos como si tuviera pies de plomo — “pero ¡qué carajos, hagámosle!” —pensé.

—¡Mono! ¡Vas bien! Esto es solo práctica y más práctica.  El paso que acabas de aprender es el más fundamental de todos.  Con él puedes bailar cualquier tipo de canción, cualquier ritmo. ¡Dale, dale! —señaló efusivamente.

 

Imagen 2. Siguiendo el paso. Tomada de Sunnivalode97 en PixabayImagen 2.  Siguiendo el paso.  Tomada de Sunnivalode97 en Pixabay

 

Girando

A continuación, puso la canción “Ya voy hacia ti” también de Los Melódicos, interpretada por Víctor Piñeros, observé que era más lenta que el otro tema y el sonido de la guacharaca se escuchaba más.  Me invitó a seguirlo mientras daba armoniosas palmaditas, yo ya “entregado al dolor” me movía mirándolo, continuaba creyendo que hacía el ridículo, pero al fin y al cabo estábamos los dos solos en la habitación.  Repetimos varias veces la secuencia de pasos, pero terminé como mareado.

—¡Bravo! —gritó mientras aplaudía emocionado, yo estaba desconcertado no entendía su reacción —Tavito, ¡lo lograste! —dijo tomándome por los hombros.

—¿Qué logré? —le pregunté sorprendido.

—¿No ves? Le dimos la vuelta a la habitación, ¡y giraste varias veces!

—¡Ayy, no te lo puedo creer! ¡Juepucha! —y aplaudí emocionado.  Era un inmenso logro para mí, por fin el tieso de la familia se desplazaba al son de la música.

Leo también me indicó una variación del mismo paso, el pie derecho adelante y luego el izquierdo, adelante y atrás, adelante y atrás y así sucesivamente, también lo practicamos. Yo terminé exhausto pero feliz, aunque no tuviera ritmo y faltara mucho por aprender, había terminado de bailar una canción completa.   Entonces, para practicar en mi casa, me prestó el casete de música tropical variada, con canciones como: Juanita Bonita, Chipi Chipi, Yo quiero verla está noche, Cumbia Caletera, Palmira Señorial, Caimán y gallinazo, Porro Sabanero, La Pecosa, la mayoría de ellas cumbias y porros.

La práctica

De ahí en adelante traté de practicar más, aunque seguía ruborizándome, pero lo intentaba.  Mis primos y hermanas me alentaban, al igual que mis compañeros del colegio, en especial las muchachas.  Aquí entre nos, les cuento que un punto aparte fueron mis primas La Mona, Angela y Astrid que generosamente me orientaban siguiendo los compases de las canciones, llenas de una inmensa paciencia me daban indicaciones y consejos dependiendo del tipo de música, claro, aparte de soportar mis pisotones y quejadera.

No puedo olvidar a las reinas de la rumba, mis tías Nena, Sonia y Lucía, ellas nos propiciaron espacios inigualables.  Cheverísimas, queridas, bondadosas y de carácter; definitivamente, las tías alcahuetes.  Éramos un batallón de primos, unos doce con edades similares, sin contar a los más pequeños.  Nos reuníamos en su casa y sin ningún motivo en particular nos ponían a bailar, naturalmente siendo ellas las estrellas del show porque siempre estaban contentas y eran las primeras en “tirar paso”, nos insistían en salir a bailar y aprender a hacerlo —“les servirá para socializar y entretenerse” — nos decían.  Yo tímidamente me sentaba en una silla y de lejitos los veía, sacaba cualquier disculpa para no bailotear.

—¡Mono!  Venga, baile —me llamaban.

—Enseguida tía, la próxima, es que estoy como cansado —decía apenado, viendo como mis primos se movían con soltura.

—¿La próxima? ¿Usted fue que se embobó?  ¿O usted cree que se manda? ¡Venga pues! —decía Sonia riendo mientras me tomaba de las manos y me arrastraba hasta la pista.

—Tranquilo mijo, nadie nació aprendido —apuntaba Lucia, pasando por un ladito y me hacía señas que la próxima sería con ella.

Nenita también me sacaba, graciosamente estiraba los labios al bailar, entonces me decía:

—Monito ¡a mover la cadera! Ahí está la clave —y se contoneaba con cadencia, haciendo monerías sacándome una carcajada, de tal manera, que mi vergüenza desaparecía y bailábamos divertidamente.

A guapachar

Mis tías bailaban elegante y finamente, habían vivido la moda de los años 60, vestidos con volumen y ceñidos a la cintura, de colores vivos, zapatos de tacón, de encopetados peinados con olor a laca, el uso de pelucas, moñas y cintas.  Acompañadas por las películas mexicanas y españolas, del Bolero, La Sonora Matancera, el Mambo de Pérez Prado y del Chachachá.  Sin olvidar, las grandes orquestas de salón que también se presentaban en los radioteatros.  Definitivamente, contaba con las mejores profesoras que uno pudiese soñar.

Los bailes familiares se tornaban pintorescos, eran muy animados y agradables, no faltaba aquel que descrestara con algún paso nuevo.  Y qué decir cuando en medio del jolgorio, en el instante menos pensado, alguien armaba el famoso “trencito” y entonces recorríamos serpenteando toda la sala.  El “conductor” nos hacía sacar un pie a un lado, luego al otro, levantar las manos, pegar griticos, aplaudir, en fin, lo que se le ocurriera.  Naturalmente, el “Disc Jockey” no se podía perder el trencito, pero se hacía al final de la cola y justo antes de terminar la canción, salía disparado hacia el tocadiscos, o radiola como le decía un tío, para poner la siguiente canción que tenía seleccionada en algún disco de 33 o 45 revoluciones, perdiendo siempre el final de las canciones ja, ja, ja.

Bueno, lo que sí les puedo afirmar con toda certeza es que, entre risas, tropezones, chistes y bloqueadas, pero eso sí, con mucha alegría y diversión, aprendí a cogerle el paso a la música tropical.  No pensé lograrlo, pero lo hice, especialmente gracias a las reinas de la pachanga, a mis queridas tías.

Bailando en la terraza. Tomada de Ardian Lumi en UnsplashImagen 3.  Bailando en la terraza. Tomada de Ardian Lumi en Unsplash

PD. Terminé contándoles cómo aprendí a bailar y mi intención inicial era relatarles una anécdota con una canción de Fruko y sus tesos, será en la próxima. Feliz día.

Relato anterior

Aidol y lo que desencadena un memorial, segunda parte

 

Referencias

Thriller – 13 going on 30 with – Jennifer Garner

Aserejé – Las Ketchup

Yo quiero verla esta noche – Los Melódicos

Ya voy hacia ti – Los Melódicos

Mambo Nº 8 – Damaso Pérez Prado

La Pecosa – Los Éxitos

Cumbia Caletera – Billos Caracas Boys

 

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Me gusta disfrutar en familia y con amigos. Me fascina escribir relatos y anécdotas de la vida cotidiana. Soy Ingeniero de Sistemas, crecí en Medellín, viví en Bogotá, Guayaquil y Cali. Gracias por sus lecturas y comentarios.

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