Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Ha surgido Juntos, Fundación Libre-Socialdemócrata, impulsada por el Senador Rodrigo Lara Restrepo de Colombia. Un desarrollo más en la etapa preelectoral colombiana. El mencionado proyecto cívico-político se refiere a ideas “libre-socialdemócratas” y enfatiza el valor de la solidaridad social como “eje fundamental”. Lo hace con la intención de lograr un país “más justo, organizado, cohesionado y competitivo, profundizando el Estado Social de Derecho, asegurando simultáneamente las libertades económicas y civiles, así como la expansión progresiva de los derechos económicos, sociales y culturales”, con el fin de reducir las desigualdades e inequidades.

Con la iniciativa, el Senador se posiciona en el complejo espacio de centroizquierda en el que se debaten candidaturas como la de Sergio Fajardo, Humberto De La Calle, el Partido Verde y el indeciso Alejandro Gaviria. Pero no vamos a comentar la política colombiana, sino tomarla como punto de partida para referirnos al tema del liberalismo social, como espacio ideológico y político en la región latinoamericana.

Decimos “liberalismo social” porque nos parece que dicha categoría es más precisa a la hora de deshilvanar el concepto “libre-socialdemócrata”. El liberalismo social es la corriente que mejor representa la compaginación de las libertades políticas, económicas y civiles, y la construcción de una ciudadanía social; proponiendo  que se sea libre no sólo de los potenciales abusos del Estado, sino también de la pobreza, la necesidad básica, la enfermedad y la ignorancia.

De hecho, el liberalismo social tiene su ancla en los años de la posguerra y la conformación de los Estados de bienestar, sobre todo en los países anglosajones. El razonamiento es que el emprendimiento, la competencia y la libertad individual son encomiables, pero lastimosamente llevan a excesos, grandes desigualdades y si no interviene el Estado con una política redistributiva y de estímulo fiscal, grandes franjas de la población quedan atrás por la desigualdad de oportunidades.

Ante ese liberalismo social surgió la reacción neoliberal-conservadora, de la mano de grandes líderes, como la conocida Margaret Thatcher, que pusieron un freno a la redistribución y el crecimiento del gasto social, desregulando los mercados, dándole mayor libertad al sector privado para que invierta y traiga prosperidad. El neoliberalismo se transformó en el nuevo “sentido común”, adoptado a lo largo y ancho del mundo globalizado. Pero, como dijo Joseph Stiglitz, nunca trajo la gran prosperidad que prometía y en el 2008 la crisis financiera dejó al descubierto qué puede suceder si los mercados son desregulados. Desde entonces, se buscan alternativas y el liberalismo social ha resurgido como una de ellas.

En América Latina el neoliberalismo entró de la mano con el desmantelamiento de la matriz de sustitución de importaciones, la creación de acuerdos de libre comercio,  ajuste fiscal, privatización, flexibilización laboral, programas sociales focalizados y una re-primarización exportadora de las economías. No todo fue negativo, el proteccionismo no era una solución viable así como estaba planteada y creó élites corporativas carentes de honestidad y buen desempeño. En muchos casos, la inserción en los mercados internacionales generó oportunidades de negocio innovadoras y creadoras de empleo. De hecho, a la hora de hacer un balance de los logros y fracasos de esa etapa, el liberalismo social puede ofrecer una perspectiva ideológica que permita extraer lecciones y corregir rumbo.

Otro de los pilares del liberalismo social siempre ha sido su defensa del sistema democrático representativo. Contrario a los liberales clásicos, que le temían a las mayorías y las reformas que condujeron al sufragio universal libre, directo y justo, el liberalismo social encontró fórmulas para conjugar liberalismo y democracia. Un componente importante de esa conjugación es el resguardo de un Estado de Derecho, así como  la separación de poderes. Ambos han permitido una democratización sin abusos, en las que las minorías y los individuos se puedan sentir protegidos. Esta aventaja del liberalismo social en cuanto a su capacidad de posicionarse ante  el creciente autoritarismo en Venezuela y Nicaragua, y plantear la necesidad de cambios estructurales en Cuba. Ello no necesariamente conduce a unirse al Grupo de Lima y reconocer la presidencia de Guaidó, pero sí apartarse de una izquierda que todavía se deja manipular por las falsas divisoria de nación-imperio y no  quiere reconocer la vulneración de derechos que esos autoritarismos causan.

El resguardo de los derechos de las minorías ofrece también un punto de diferenciación importante al posicionamiento liberal-social. Existe toda una movilización de derechos de grupos, categorías o sujetos (indígenas, LGTB, y otros) que exigen respeto a sus libertades de expresión, pensamiento, prensa,  asamblea y participación. Esos sujetos necesitan un acompañamiento y una defensa en contra de las fuerzas anti-derechos que no quieren aceptar la igualdad del otro, sino que invierten en las nuevas voces fundamentalistas e intolerantes que se parapetan en una narrativa absolutista descalificatoria.

Existen, no obstante, procesos que requieren ser mejor asimilados por el liberalismo social. Uno de ellos es el desarrollo sostenible y el cuidado de medio ambiente. El liberalismo social requiere un maridaje con el ecologismo que lo aggiorne y lo catapulte a la vanguardia de las propuestas para una transición a una economía verde, tanto desde la perspectiva nacional como internacional. El otro es la creciente femenización de la política, articulando de manera mucho más decidida las reivindicaciones del feminismo.

En cuanto a su espacio político, el liberalismo social enfrenta también importantes desafíos. El mismo quiere ocupar un espacio de centroizquierda, pero ello implica un mejor relacionamiento con la izquierda democrática en el caso de querer forjar mayorías electorales. Este es un esfuerzo de parte y parte, pues también la izquierda democrática tiene que reconocer que muchas de sus propuestas son de hecho tremendamente similares a las que plantea el liberalismo social. Iríamos tan lejos a decir que la matriz política liberal-social es probablemente la que mejor articula las voces de la familia progresista actual, en su pluralidad.

Por otro lado, la lectura que se hace del liberalismo social puede estar teñida por el descrédito de los vehículos partidarios que se han encargado de ser la voz del liberalismo en la región. Partidos en muchos casos clientelistas, atrapa todo, que usan la retórica liberal-social, pero no tienen una noción certera de los sacrificios y embates que pueden hacer avanzar dicha agenda. Las tentaciones de un gatopardismo en el que se habla bien, pero se hace igual que antes son varias. ¿Cómo mantenerse  honestos a la hora de los lobbies y las presiones?

Finalmente, está el tema de cómo hacer llegar un mensaje en esta época en que la política parece haberse desvinculado del debate sobre las políticas públicas. El nuevo contexto semiótico es de tal complejidad que hacer campaña, en el buen sentido de la palabra, es un arte que pocos pueden manejar con astucia. Los procesos electorales son cada vez más aventuras psico-sociales en las que significación y significante circulan sin control y las interpelaciones deben ser a la vez racionales y emocionales. Se ha criticado, por ejemplo, al propio Gustavo Petro por ser candidato polarizante que predica el enfrentamiento. Puede ser cierto, pero ojo, hay una ira que recorre los ánimos colectivos, difícil de definir, pero que está ahí y del cual hay que hacerse cargo, no simplemente negarlo. Es una emoción de gran peso en el sentimiento público actual.

Toda esta conjugación de factores y temas son los que afectan la conquista de un espacio político liberal-social. El espacio ideológico sigue siendo uno de los más fecundos y relevantes para plantear la salida a la crisis prolongada que ya se venía dando desde 2014 y que fue agudizada por la pandemia. Sin embargo, la articulación política no puede dejar de lado ni las alianzas con la izquierda ni el ecologismo, el derecho de las minorías o el manejo inteligente y eficaz del nuevo contexto semiótico.

Compartir post