El último Mundial de Messi y, quizá, de Cristiano coincide con una cita que definirá el futuro del fútbol como negocio.
Año raro para el fútbol. Después de un 2020 inédito, en el que muchos países frenaron o cancelaron las competiciones por el covid-19, 2021 fue un año de reactivación y de intentar volver al ritmo previo a la pandemia. Además, el momento de catarsis que supuso el freno pandémico trajo consigo varias propuestas para reorganizar a la industria. El (no tan) secreto proyecto de la Superliga para que unos pocos clubes monopolizaran el fútbol salió a la luz y fue frenado (por ahora) por autoridades estatales y afición, mientras que la FIFA, la UEFA, la Conmebol y sus demás homólogas respondieron con propuestas igual de absurdas, entre ellas la de un Mundial cada dos años. Vaya lío en el que estamos metidos aquellos que amamos al fútbol y vemos cómo algunos ceros en la cuenta pueden traer nefastas consecuencias.
Como si ese problema no fuera suficiente, 2021 también sirve como la antesala del final de un duelo histórico entre los mejores futbolistas de esta (y de todas) las épocas. Si bien Lionel Messi y Cristiano Ronaldo mantienen un puesto en la élite del juego, dicha condición responde más a la necesidad de mantenerse en forma de cara al Mundial de Qatar que a conseguir los grandes registros de otros años. El argentino ya tiene tiquete al Mundial, mientras que el portugués depende de un repechaje. Messi espera desde París, su nueva casa tras salir despedido de Barcelona, y Cristiano hace lo propio desde su amada Manchester, la ciudad que lo vio explotar como jugador y a la que vuelve para recuperar sensaciones perdidas en los últimos años. El Mundial para ellos será una última batalla antes de iniciar su inevitable descenso hacia el retiro.
La cita es en diciembre de 2022, por lo que queda un año de aventuras y preparativos. El Mundial en Qatar es tan atípico como indeseable en muchos sentidos. No solo sucederá en una tierra más interesada en el negocio que en el deporte, sino que su elección y preparación están llenas de corrupción y maltrato laboral. Quizá Australia habría sido una mejor anfitriona.
En todo caso, parece ser también el escenario perfecto para que los terremotos industriales lleguen a un punto menos volátil. Tras Qatar, quizá el mundo del fútbol entienda las consecuencias de renunciar a la cultura en favor de tantos negocios turbios. Sin embargo, y esto lo veo más probable, quizá el Mundial suponga el inicio de una etapa del fútbol aún más interesada, lamentablemente, en proyectos que conviertan esto en un mero entretenimiento que aumente los activos de algunos pocos. Ahí, la Superliga, los mundiales cada dos años con muchos equipos y el final de la meritocracia en el juego serán protagonistas. Aunque el fútbol hace años adoptó una conducta encaminada a esto, el Mundial de diciembre puede catapultarlo o detenerlo.
Así están las cosas. 2022 será un año importante para la historia del fútbol y supondrá mucho más que un Mundial. Se veía venir el vértigo de 2022 desde que la FIFA anunció a Qatar como última edición en tener 32 países participantes y que luego aumentaría a 48. Messi y, de pronto, Cristiano tendrán una oportunidad final para ganar ese trofeo que tanto les regatea, mientras que los que toman las decisiones definen si mandan o no el fútbol por el barranco.. Eso implica que algunos de los que participamos de esto también decidamos si seguimos o no en el barco y si compramos o no el producto.
¡Feliz año!
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