Hace unos meses encontré un objeto que mi padre siempre tenía entre las manos. Lo recuerdo en su tienda de telas ir de un lugar para otro con una cadena de pequeñas piedras redondas. Ese objeto era parte de la imagen que siempre tuve de él. Cuando visité el Líbano años después de su muerte, entendí que era un objeto bastante común entre los musulmanes practicantes, a pesar de que mi padre era maronita, pero más allá de un artilugio religioso, era parte de una cultura. El misbaha, que así se le llama a esta especie de rosario de treinta y tres piedras en el medio oriente, se usa principalmente para rezar, pero también para desestresarse, llevar cuentas, o simplemente demostrar de alguna manera que haces parte del mundo árabe.
Esta columna es un espacio en el que suelo tocar temas relacionados con marketing, publicidad, el aspecto empresarial y el liderazgo, pero hoy quiero utilizarlo para develarles un secreto que me permite ver nuevos proyectos y entender lo que he construido. Así mismo, iniciar un nuevo año, es la oportunidad ideal para hacer reflexiones que nos permitan redireccionar caminos y mantener otros. Siento que, de alguna manera, este 2024 será especial, novedoso en retos y oportunidades y generoso en espacios en los que desarrollemos nuestro potencial, así como el de nuestras empresas.
Retomo entonces la historia del misbaha de mi padre. Desde que lo encontré, este objeto me ha acompañado casi todos los días, especialmente en momentos en los que siento que necesito un amuleto, o mejor, la compañía y el concejo de mi papá. De igual manera, al igual que para otras personas de descendencia árabe, es un objeto en el que de alguna manera encuentro soporte y me permite contar las más de treinta y tres veces que me siento agradecido cada día. Cada piedra de mi misbaha heredado, es una oportunidad para agradecer por lo que soy, por lo que tengo, por lo que he construido, y este es mi secreto mejor guardado para seguir creciendo, para construir más y mejor, y para ser consciente de hasta donde me ha traído el camino, por supuesto no solo en lo profesional, sino en lo personal y familiar.
Todos debemos tener un misbaha, lo digo en sentido figurado por supuesto. Todos necesitamos algo que nos permita contar cada día las cosas por las que nos sentimos agradecidos. Ese es un motor poderoso para avanzar y para evitar que el pesimismo o los miedos minen nuestra seguridad y nuestras ganas de ir por nuestros sueños. La gratitud, ese es uno de mis grandes tesoros y el misbaha un recuerdo que me amarra con amor a las enseñanzas de mi padre y que me permite valorar cada persona, circunstancia u objeto que hace parte de mi historia.
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