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Por mucho tiempo, la práctica de las carreras de camellos ha sido una actividad realizada en los desiertos del Golfo Arábigo y países vecinos. Para ejercitarla, se requiere que el jinete sea de una contextura pequeña y un peso ligero.

Es por lo anterior que, inicialmente y cuando en los Emiratos Árabes no había legislación al respecto, eran por lo general niños los jinetes que podían participar en las arraigadas carreras de camellos. Hoy en día, usar niños como jinetes está prohibido y es severamente penalizado por las leyes emiratíes con tres años de prisión más una multa.

 

Pero en una ocasión…

La carrera en la cual Shamim participaba ese día, en algún punto del desierto emiratí, se desarrollaba en un ambiente muy tenso, ya que, primero, estaba la presión de él ganar y segundo el temor de ser descubierto, porque “el jinete banglí ” –como era conocido en el ámbito de las carreras–  era un menor de edad a quien su manejador, siempre con éxito, hacía pasar como mayor.

Shamim había llegado a los Emiratos Árabes catorce años atrás siendo apenas un niño y sus primeras experiencias de vida las tuvo en medio de caballerizas y las ardientes arenas que abrazan el emirato de Fujairah, en el extremo este de la península Arábiga. Desarraigado de su natal Bangladesh, había sido traído a los Emiratos Árabes con el solo (y único) propósito de ser un jinete de camellos, para los mercaderes de las carreras.

 

Giro abrupto

Hoy le correspondía al desierto de Sharjah ver en acción al niño jinete, triunfador y casi que imbatible. De todos los giros que su actividad como jinete le hacía dar, el de hoy era el más abrupto: a partir de la semana que estaba a punto de comenzar, los niños jinetes serían reemplazados por robots. Así era, en los tiempos modernos, la tecnología –por fortuna– ponía fin a la azarosa carrera del joven de Bangladesh. Para los niños era un momento de liberación y alivio.

pict robot

Los nuevos jinetes

Ahora, sin tener una razón de ser, muchos niños jinetes emprendían su retorno a los diferentes lugares que los habían visto nacer como Afganistán, Bangladesh, Irán, Pakistán, y Sudan, a donde ya no pertenecían.

Estaban encallados en una especie de limbo social y cultural: no reconocían su lugar de origen, ni mucho menos hablaban su idioma, y las costumbres y las rutinas del diario vivir les eran completamente ajenas. Solo conocían las rutinas de las carreras de camellos y el diario quehacer de establos y caballerizas.

Los Emiratos Árabes compensaron monetariamente a muchos de los niños repatriados, pero la deuda social y sicológica quedaba con un gran saldo pendiente.

 

La otra realidad

Por otro lado, se dieron historias que mostraban la otra cara de la moneda, como la de Ahmedullah Rahman (antiguo jinete) quien temió regresar a su país natal y hoy se siente cómodo, inmerso en un entorno emiratí, donde trabaja como criador de camellos.

FEAR TO come back

Ahmedullah Rahman: feliz con camello nuevo

Otra experiencia similar es la del joven bangladeshí  Mohammed Saleem (aunque su historia no precisa si fue jinete o no) quien llegó a los Emiratos Árabes a la edad de 15 años (hoy tiene 25) y se quedó para convertirse –como Ahmedullah Rahman– en criador y cuidador de camellos, trabajo que describe como arduo y peligroso.

Mohammed devenga un salario de 900 dirhams al mes, unos 715 mil pesos colombianos, que (se nos antoja) muy probablemente le queda casi libre, y con el cual mantiene con holgura a su familia en Bangladesh. De hecho, su salario, bajo para los estándares emiratíes, en su natal Bangladesh es una pequeña fortuna.

La otra cara

Mohammed: camellando

A decir verdad, en su tierra muy difícilmente conseguiría algo parecido. Adicionalmente, en la finca de camellos, Mohamed tiene un pequeño y modesto apartamento con agua y baño (algo con lo cual difícilmente cuenta la mayoría de la población en países como la India y Bangladesh) y con un bien altamente preciado en el ardiente desierto: un buen aire acondicionado.

Las historias de Mohammed y Ahmedullah desnudan la verdadera razón por la cual ellos no regresaron a sus países, que no es otra sino la agobiante y extrema pobreza en que viven sus congéneres. El otro temor era caer nuevamente en las garras del vil tráfico humano, sin saber qué nuevo destino les deparaba. Los temores no eran para nada infundados.

Hoy, para el bienestar de los niños, los camellos cabalgan sin jinetes humanos y, mientras muchos jóvenes regresaron, otros pocos se quedaron y encontraron el trabajo de su vida, el camello que siempre quisieron tener.

Marcelino Toorrecilla N (matorrec@gmail.com)

Abu Dhabi junio de 2016

 Fuente

Ahmad, A. (2016, February 17). Patience is key for Abu Dhabi camel breeder | The National. Retrieved from http://www.thenational.ae/uae/patience-is-key-for-abu-dhabi-camel-breeder

Fotos: periódico El Nacional de Abu Dhabi

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