Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Foto Caro Monroy

Recuerdo claramente la noche previa a saltar en paracaídas. Vivía en Buenos Aires, era el verano de 2012 y la idea de experimentar una sensación tan extrema al día siguiente me mantuvo despierta casi toda la noche.

Estaba muy segura de saltar, me emocionaba de sobremanera pensar en esa idea. Sin embargo, esa noche también pensé que existía un mínimo chance de que el paracaídas no se abriera y que el salto no saliera bien y, por ende, no pudiera contar la historia después, justo como lo estoy haciendo en este momento.

¿Acaso algo podía salir mal? ¿Y si moría?… ¿Y si vivía?

¡Y bueno, viví! Así que lo que me quedó fue una súper experiencia. Memorias de reconocer y confrontar mis miedos mientras la avioneta subía y subía lentamente, también el inolvidable recuerdo de un vacío en el estómago que nunca había experimentado, pero, sobre todo, la satisfacción enorme de haberlo hecho y la gratitud de haberlo disfrutado cada segundo.

Al final, ese salto en paracaídas se convirtió en un momento icónico de mi vida, porque después de eso supe que cualquier otro salto, literal o en sentido figurado, que tuviera que afrontar de ahí en adelante, sin importar lo alto, miedoso o difícil que pareciera, ya no sería un problema, pues ya había saltado una vez.

Sé que muchas veces cuesta tomar decisiones, llevar los pensamientos a la acción y arriesgarse. ¡Yo también he estado ahí! La tendencia es imaginar un futuro catastrófico, antecederse a la posible crítica de lo que se emprenda, contarse todas las razones por las cuales es mejor no intentarlo para así reforzar la decisión de quedarse en la zona de confort y después, con el tiempo, en la intimidad de la noche, abrazando a la almohada, preguntarse: ¿qué hubiera pasado si…?¿Cómo sería mi vida si tan solo me hubiera atrevido?

Cualquiera que sea ese salto en tu vida ¡atrévete¡

¿Sientes miedo? Utiliza ese sentimiento como el combustible que te impulse a dar ese paso hacia adelante, permítete sentir el vacío en el estómago y, sobre todo, ábrele las puertas a los cambios que están por llegar a tu vida.

Las cosas no van a materializarse solo con desearlas, es necesario tomar acción y, aunque esta sea pequeña, te aseguro que puede hacer la diferencia.

Yo he continuado dando saltos en mi vida, unos más grandes que otros y siempre en compañía de la incertidumbre, esto me ha llevado a reconocerme en formas y espacios que nunca imagine, pero ha valido la pena. Y tú, ¿qué estás esperando para dar ese salto? Hoy te digo a ti, así como en el poema de la tribu de los Navajos, «salta, ya aparecerá el piso».

Compartir post