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El almacén Éxito de Salitre Plaza estaba repleto el fin de semana pasado. Por primera vez me dio gusto que no hubiera por dónde pasar. Con mi hijo hacíamos zig zag para ir tomando los artículos y mi esposa nos esperaba a la salida de las bahías. Y me dio gusto, porque un mes atrás llegábamos a los almacenes de cadena y los veíamos tan desocupados, que le daba a uno un vacío en el estómago y pensaba de inmediato: ‘nos llegó la crisis’.

Pero si uno juzga por lo que ve en los centros comerciales de Bogotá, podría pensar que el consumidor está reaccionando, luego del ‘guayabo’ económico de enero y de comienzos de febrero.

Y mejor que sea así. Porque entre más rápido empiecen los colombianos a comprar, lo que sea, la crisis llegará más tarde al país, o por lo menos durará menos.

Sin embargo, no podemos engañarnos. Hay una noticia mala y es que Colombia no escapará a la crisis económica mundial y que habrá que hacer bastantes sacrificios. Pero hay una noticia buena: todos los expertos que he escuchado, en CNN, en programas nacionales, y que he leído en revistas especializadas y periódicos, coinciden en que Perú y Colombia son los que menos sufrirán el impacto.

Aún así, ya tenemos varios indicadores negativos: bajó la producción, bajaron las ventas en algunos sectores y en otros se estancaron, hay 308.000 desempleados más, hay más endeudados, hay más personas morosas con el sistema financiero, se teme el cierre de más empresas en el país, y ya hay quienes hablan de que Colombia habría entrado el año pasado en una desaceleración, que para los más negativos es el comienzo de una recesión.

Tal es la gravedad del asunto, que el Gobierno ya anunció, hace un buen tiempo, la reducción en las expectativas de crecimiento del país para el 2009. Y anunció recortes en gastos. También en obras, aunque aclaró que priorizará aquellas que sean de infraestructura.

Pero el mayor enemigo que se cierne en este momento sobre el país es el pesimismo. Y si nos dejamos llevar por este, seguro que, ahí sí, estaremos ‘en la olla’.

Esto es como un aguacero. Así esté cayendo granizo, en algún momento tendrá que dejar de llover. Y aquí de lo que se trata es de ‘aguantar el chaparrón’. Y de sacar la sombrilla para que nos moje lo menos posible.

Por eso es que pienso que, en este momento, la salvación de los colombianos está en su creatividad. No hay que cerrar locales, ni negocios, ni fábricas. Hay que reinventarlas.

Hay que ponerse a pensar en nuevas fórmulas. Hay que buscar otras oportunidades. Tal vez tendríamos que pensar menos en buscar un empleo y más en generarlo. Y podríamos empezar por cada uno de nosotros. Decirlo es tan facil, que solo me tomó unos segundos escribir esa frase. Pero hacerlo es lo difícil. Pero los retos difíciles son los mejores.

Recuerdo lo que le ocurrió hace varios años a una fábrica de helados en Europa. Se me olvida exactamente el país, pero el hecho es que, mientras se estaban cerrando las ventas de helados por todo el territorio, esta fábrica decidió abrir un nuevo segmento. Y creó el helado más caro de la ciudad. Y decidió venderlo solo en sitios exclusivos. Todo un contrasentido. Sin embargo, empezaron a crecer las filas al frente de sus locales, los fines de semana. Porque, en medio de la crisis, aún quienes se pensaría que no podían pagar ese helado, lo pagaban y lo consumían. Y se iban satisfechos porque se habían podido dar un lujo. Habían podido pagar por ese helado que, en principio, parecía vedado para ellos.

En otro país, mientras la industria del cine se derrumbaba por la competencia de los Betamax y VHS de esa época, y se cerraban salas de exhibición, un hombre decidió hacer un complejo de salas de cine a las afueras de la ciudad, justo después de un gran lago. Y los que lo tacharon de loco cuando las empezó a construir cambiaron de opinión cuando se dieron cuenta de que para los citadinos era un programazo salir de la ciudad con su pareja, ver una película y luego dedicarse a ver las estrellas a las orillas del lago.

Luego entonces, ideas son las que hay. En Colombia abundan. Y muy buenas. Como la de los abuelitos que encontró el periodista de El Tiempo Felipe Caro, que cambiaron sus cultivos urbanos tradicionales por los de hierbas aromáticas, como les propuso la alcaldía de San Cristóbal, en los cerros surorientales de Bogotá. Los ancianos ahora siembran hierbabuena, manzanilla, ruda y otras hierbas y ya les están haciendo los contactos en Holanda y Francia, en donde utilizan esas esencias para la elaboración de perfumes, dentríficos y medicamentos. El programa empezó en agosto y ya está lista la siembra. Hasta se sacaron las primeras esencias. Cuenta Felipe Caro que un mililitro de esencia de romero puede venderse en Canadá en 28 dólares. Un excelente negocio.

Así es que, cuidado con la crisis, porque podríamos ser nosotros los primeros en generarla, o en incrementarla. Hay que ponerle ánimo a la vida, pasión y mucho optimismo, aún en medio del ventarrón económico, porque si nos paramos bien, y nos cogemos bien de nuestra creatividad, vamos a salir triunfantes al otro lado.

¡Pongámosle fe a la vida! ¡Seguro que de esta salimos muy bien!

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