La primera vez que te vi te reconocí por la cobija. Entre ella estabas tú, en los brazos del médico de la mami y a lado y lado había un séquito de enfermeras que estaban esperando a ver qué cara hacía yo cuando el doctor te entregara en mis brazos. Te abracé, te besé y solo podía decir gracias, gracias, gracias. No te pude llevar conmigo de inmediato, pero un poco más tarde nos volvimos a ver, ya en la habitación, y mi alma ya sabía que jamás, jamás, desde aquella mañana, la vida sería igual.
Recuerdo tu primer día de clase. Yo era el asustado. Tú ibas feliz. Llegamos al jardín y solo estaba una profesora. Los demás niños debían llegar en unos días. Pensé que no te iba a dejar allí solo. Pero llegó entonces Robinson Díaz, el actor, con su esposa y un niño de tu edad. Les pasó igual. No lo querían dejar allí solo.
Pero mientras nosotros los adultos pensábamos como adultos, con los temores de los adultos, tú y el hijo de Díaz ya estaban jugando felices los dos, con la inocencia y la alegría de los niños que todos los días nos dan ejemplo de cómo es que se debe vivir la vida de verdad.
Díaz me preguntó: ¿lo va a dejar? Yo respondí: ¿Y usted? Los dos estábamos pensando lo mismo: si él lo deja, yo lo dejo. Y así fue: los dejamos a los dos. Ellos se fueron en su carro y yo me quedé con la oreja pegada a la puerta del jardín por si acaso te oía llorar, para lanzarme al rescate. Pero no. Lo único que se oía eran risas. Entonces me fui.
Como tu mami trabajaba los fines de semana, nos íbamos tú y yo a pasear. Y varias veces nos fuimos por la ciclovía, los domingos, tú en coche y yo empujándote. Y solíamos terminar nuestras caminatas en el parquecito de la calle 69 con carrera 12, donde cada vez que podía te explicaba que ahí había estudiado yo, en la Universidad de la Sabana, que antes era el Inse, y que alguna vez tu llegarías a la universidad y te harías un hombre que le sirviera mucho a la humanidad.
Hoy es ese día. No sé en qué momento se pasaron tan rápido los años, pero hoy eres ese gran hombre que yo imaginé, noble, honesto, inteligente, muy inteligente, a punto de cumplir los 18 años y de asumir un nuevo rol en tu vida que de seguro te llevará a los más altos honores.
Estebitan, hoy eres bachiller gracias a tu esfuerzo, a tu lucha, a la labor de una excelente madre y de un padre que creen en ti; al trabajo de unos profesores que te fueron moldeando, a la ayuda de todos aquellos que en estos años te aportaron tantas cosas, que por pequeñas que fueran a la final se convierten en grandes porque hacen parte de ese conjunto de factores que nos ayudan a ser hombres y mujeres de bien.
Ser bachiller es un triunfo tuyo. Aunque todas estas personas ayudaron, tú fuiste quien recorrió el camino correcto, quien asimiló todo e hizo que las cosas pasaran. Tu comportamiento en el colegio, las tareas, las tardes y noches de estudio adicional, el mejoramiento contínuo te llevaron hasta aquí.
Y hoy estás a punto de dar un paso más. Atrás quedaron los días de uniforme, los del pelo corto, los de los permisos para salir de clase, los del coordinador de disciplina respirándole a uno en la nuca para ver en qué momento comete una falta al reglamento del colegio.
Los que jamás quedan atrás son los verdaderos amigos y las verdaderas amigas que hizo uno en el colegio y fuera de él, en su etapa estudiantil. Sé que no los olvidarás jamás, que les guardarás un campito en tu corazón.
Estás a un paso de comenzar la universidad. En el colegio uno construye los cimientos del edificio. En la universidad se refuerzan y se hace la estructura. Y uno escoge qué tan alta la quiere, de qué calidad, con qué acabados, si será de lujo o será una más.
Entras en una etapa de libertad estudiantil, pero recuerda que así como puede uno faltar a una clase, también puede quedarse sin el conocimiento que dan en ella y algún día te va a faltar.
En la universidad no hay que luchar por sacar buenas notas. Hay que hacerlo para aprender lo mejor. Para ser el mejor. Para alimentarse cada día de conocimiento, de saber. Para alimentar el espíritu de esa emoción que se siente cuando uno va descubriendo los secretos de la humanidad, los secretos de la profesión que escogimos, cuando va descubriendo un nuevo mundo en el que queremos estar.
Tú estás seguro de lo que quieres estudiar, de lo que quieres ser. Es el momento de hacerlo realidad. Disfruta cada momento de tus encuentros con el conocimiento y ponlos en práctica. Cada cosa que aprendas, la puedes ir poniendo en práctica.
Ponte una meta que puedas cumplir y un tiempo para hacerlo. Debe ser realista. Y una vez la cumplas, ponte otra más.
No olvides que en ese camino los secretos son la humildad y el servicio a los demás. Ser humilde no significa ser menos que los demás. Es verlos a todos de igual a igual y hacer que nuestros triunfos no los hagan ver menos; que con nuestro comportamiento no se sientan mal. Es saber que nosotros somos pueblo, porque hay un solo pueblo; somos uno solo porque todos somos hermanos; no somos más porque tengamos más, porque sepamos más. Porque si nos damos cuenta, todas las personas saben más que las demás. Cada una en su campo. Y en ello, todos somos siempre iguales.
Y siempre ten en la mira el servicio a los demás. Cuando nos formamos para servir a los otros, no fallamos. Cuando trabajamos teniendo en nuestra mente a los demás como objetivo, vamos a acertar en lo que hacemos. Vamos a encontrar la verdadera felicidad. Que no está en cuánto ganamos o cuántas horas trabajamos, sino en cuánto servimos hoy, cuánto les dimos a los demás, cuánto los amamos, cuánto los protegimos, cuánto fuimos felices hoy.
Estebitan, estamos muy orgullosos de ti. Le doy gracias a Dios por tener un hijo como tú. Y ante Dios te vuelvo a decir que te amo inmensamente y que siempre puedes contar conmigo, con tu mami, con tu hermano, donde quiera que estés. Jamás estarás solo en la vida porque allí donde estés, estaremos contigo, siempre.
Que Dios te acompañe en este nuevo camino, que te ilumine, que te proteja y que te ayude a ser ese gran hombre que le sirva mucho a la humanidad. Ese gran hombre que ya eres. Ese gran hijo que ya eres. Ese corazón noble que ya tienes.
Te amo!!!!!
Bonito escrito de un padre amoroso a su hijo bachiller.
Felicitaciones y exitos en tu carrera Esteban, y sigue los consejos de tu padre y llegaras seguramente lejos.
Un abrazo
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Estebitan: aléjate de los mediocres; «pululan» en éste país y por eso somos lo que somos….Aprende a hacer las cosas bien. Que esto se fije en tu ADN. Felicitaciones!
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