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Abordo de un vehículo afiliado a Uber me empecé a preocupar por el conductor. Manejaba bien y con precaución, pero en cada semáforo en rojo ponía su cabeza sobre el timón, cerraba sus ojos, bajaba sus brazos y trataba de descansar las manos.

Se le veía agotado. Algo le pregunté y me mostró sus manos. Estaban rojas y tenían casi que impreso en ellas el grabado del timón. “Llevo 30 horas trabajando sin descanso y no voy a detenerme hasta que no haya recogido el dinero para comprarle la droga a mi hijo. Se lo prometí: que no regresaría hasta completar lo de la droga”, me dijo.

Sebastián Villamizar* no solo conducía, sino que Waze tenía la voz de su hijo, de 8 años, quien lo guiaba por toda la ciudad. Sus indicaciones eran el amor que le daba ánimo calle a calle sin olvidarlo un instante.

Su hijo tiene leucemia y necesita un medicamento que vale más de un millón de pesos, pero no lo da la EPS. A esa hora de la noche le faltaban 300.000 pesos para completar su misión. Después me contó que lo logró al día siguiente, sin detenerse.

Y es que la situación para Villamizar no había sido nada favorable. Perdió su empleo en plena pandemia y a pesar de las constantes gestiones para que el banco le diera una espera, este se quedó finalmente con su apartamento.

Vendió la lavadora y el televisor de su hija el día anterior y ahora estaba batallando por los 300 mil pesos que le faltaban.

El amor los llevó también a que la familia se rapara la cabeza para que su hijo no se sintiera extraño en casa, para estar iguales, para hacerle sentir y demostrarle que son uno solo, unidos en el calor del hogar.

Pero hubo circunstancias externas que también los afectaron. Viven detrás del Portal de Las Américas, en Bogotá, sitio en el que los vándalos centraron sus acciones por semanas enteras, por las cuales toda la noche escuchaban estallidos, helicópteros y se veían afectados por los gases. ‘Se siente uno como en la franja de gaza’, dice Villamizar.

Los gases, el temor, detrás de las ventanas que debían tapar con cuanta cosa pudieran, los sentían por igual su hijo y los demás miembros de la familia. Pero el propósito era salir adelante. No dejarse afectar por esa cadena de sucesos que lo llevaron a esa noche a exigirse al máximo para lograr completar lo de la droga, haciendo viajes con Uber.

“Quiero inculcarles a mis hijos que a pesar de la adversidad podemos salir adelante, luchando”, dijo Villamizar.

Después lo contacté y me contó que pudo comprar la droga y, aún mejor, que la EPS ya se la empezó a dar. Hoy está en mejores condiciones, gracias a Dios, porque Él sabe premiar a las personas que no se derrumban, que no se detienen ante las dificultades, a las que mueve el amor.

*Nombre cambiado por solicitud del conductor

@VargasGalvis

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