Cuando un estudiante de Comunicación Social le preguntó a don Ángel Romero Bertel cuándo y en dónde fue más feliz, contestó sin titubear: “En todas partes y a toda hora”. ¿Y su lema? “Preocúpate por no preocuparte”, respondió.
Y es que don Ángel, además del alma y el corazón de periodista, tenía en su interior a un verdadero músico, a un salsero, diría yo, a un digno representante del Goce Pagano, donde se reunía la crema y nata de la rumba bogotana. De la verdadera, de la que no se queda quieta con el sonar de unas congas, unos timbales o un bongó.
Lo conocí a mis 21 años, en la mansarda en la que se organizó la primera redacción de la Agencia Colombiana de Noticias Colprensa y lo vi gigante, muy gigante. Sabía que era uno de los ‘duros’ del periodismo, que era uno de los arquitectos de la era de oro de la radio en Colombia, por lo que lo veía aún más grande, casi inalcanzable. Yo hasta ahora era un estudiante de Comunicación Social.
Pero don Ángel no era de los que alardeaba con títulos, chivas o contactos ministeriales. Nada de eso. Con la primera impresión se sentía su calor humano, su sencillez y así lo sentí cercano. Tanto, que empecé a estimarlo, tuve el honor de su amistad durante 41 años más, y lo llevaré en el alma por toda la eternidad.
Muchísimos colegas, de aquella generación y de unas más cercanas, lo conocieron como el hombre que dio la chiva mundial de la muerte de Jaime Bateman Cayón, estratega de la guerrilla del M-19 que en ese momento actuaba en el país. Lo hizo en el periódico El Universal, de Cartagena.
Y cuando le preguntaban él sonreía y movía su cabeza de lado a lado. Vaya tiempos, decía.
Fue de esos periodistas que el país merece tener. Incansable. Lo veía uno con el teléfono en el oído y luego frente a la máquina de escribir, dándole a esas teclas como si de ello dependiera su vida.
Años enteros los trabajó en las noches, muchas de estas sin que le correspondiera el turno, porque primero estaba la noticia, los oyentes, los lectores. Armaba y desarmaba una primera página en un santiamén.
Transpiraba periodismo las 24 horas. Primer jefe de Redacción de Colprensa. También jefe de Redacción de La Opinión, de Cúcuta y de El Universal, de Cartagena, su tierra natal. Periodista de RCN, Caracol y Todelar, como dije, en la época de oro de la radio; en El Tiempo y El País, de Cali, y corresponsal de la FLIP en Cúcuta.
Nos enseñó a hacer periodismo a una camada de centenares de estudiantes, desde su mejor aula: la redacción. Enseñaba con su ejemplo, a ser buen periodista y a ser buen ser humano, como lo dijera el polaco Ryszard Kapuściński.
Así como buen periodista, también fue un excelente amigo, sin esperar nada a cambio. Sus felicitaciones eran sinceras, sus correcciones eran certeras, la gente era una de sus guías. Por ella trabajaba duro. Y, aparte del periodismo, su mayor pasión fueron su familia y sus nietos… sus nietos… ¡Qué orgulloso estaba de ellos! ¡Cuánta vida le dieron!
Nunca le pude decir Ángel. Mi respeto y admiración por él no me lo permitieron jamás. Siempre, para mí, fue, es y seguirá siendo don Ángel.
Parte el alma tener que decir que se nos fue don Ángel Romero Bertel. Desde aquí, hasta el cielo, ¡un inmenso abrazo y un gracias!, ¡un gigantesco gracias!
Twitter: @VargasGalvis
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