Señor Zuckerberg, tenga usted un muy buen día. Ya sé que ahora es el dueño de Meta y tiene muchas más cosas qué hacer, investigando y desarrollando el Metaverso, por lo que no le habrá quedado mucho tiempo para mirar por sus intereses en Facebook y menos por lo que están haciendo allí.
Sin embargo, esta carta intenta sacarlo un poquito de la realidad virtual y ubicarlo en la Tierra, en donde sus amigos de Facebook están haciendo fiestas con esa red social y, específicamente, con los grupos, perjudicando a un montón de gente por culpa de un robot que ni siquiera se acerca a la Inteligencia Artificial, como para que por lo menos tome decisiones más acertadas.
El drama comenzó cuando a ustedes les dio por permitir que en los grupos puedan participar personas de toda clase y no solo sus miembros. Y cuando les abrieron las puertas para que, además, publiquen de manera anónima.
Si una persona tiene un grupo que no sea muy grande, no tiene muchos problemas. Pero si tiene más de un grupo y con miles de usuarios cada uno, eso se convierte en un ‘problemonón’ de marca mayor que lo puede enloquecer.
Le confieso, entonces, señor Zuckerberg, que el enloquecido soy yo. Ya estoy de siquiatra. Una vez creé un grupo llamado ‘Clasificados Ciudad Alsacia’ para que los habitantes de esa ciudadela pudieran encontrarse entre sí, hacer negocios, preguntar y responder asuntos del barrio y hacer crecer sus emprendimientos, muchos de ellos ubicados en apartamentos sin que los demás sepan que existen.
Para qué, pero me fue bien con el asunto, porque resultó ser de mucha ayuda para la comunidad. Sin embargo, llegó la pandemia y nos obligaron a todos a encerrarnos en las casas. Entonces, me dio la feliz idea de abrir otra cantidad de grupos iguales para permitir que las personas pudieran ofrecer sus servicios o encontrar lo que necesitaran, en su mismo barrio o en su misma localidad.
Abrí, entonces, un grupo de clasificados gratis por cada localidad de Bogotá y otros grupos enfocados en otras zonas de alta densidad en la ciudad. Todos podían publicar anuncios gratis, las veces que quisieran, con fotos o videos, para que sus vecinos los vieran, haciéndole el quite a la parálisis por la pandemia.
Cuando su plataforma Facebook abrió la posibilidad de que publicaran personas ajenas al grupo empezaron los problemas con publicaciones falsas, videos indeseados, fotos no deseadas, textos de brujos, o de supuestos numerólogos o de vendedores de artículos no permitidos.
Para combatirlo recurrí a las herramientas que da el mismo Facebook, señor Zuckerberg, pero su robot empezó a sancionar personas a las que señaló de violar la propiedad intelectual. Como administrador, prohibí el acceso a los grupos de esas personas señaladas por el robot.
A pesar de que solo eran unos cuantos los infractores, no más de 10 personas en grupos de 50.000 o 100.000 miembros, el robot decidió empezar a cerrar grupos. Los eliminó y dejó viendo un chispero a las decenas de miles que no tuvieron la culpa. Mientras escribía esto eliminó otro.
Va en cinco o seis grupos cerrados. Es decir que son más de 300.000 las personas afectadas por un indeseable que en cada uno de ellos le dio por poner un anuncio que supuestamente violaba la propiedad intelectual de algo o alguien.
Le cuento, señor Zuckerberg, que he hecho todo lo posible por tratar de hablar con alguien en Facebook, o por lo menos escribirle, y pedirle que examine la situación y se dé cuenta de que ni siquiera se ha respetado el debido proceso y que se cometió una injusticia con esos cientos de miles de personas que contaban con esa posibilidad de hacer negocios en su propia comunidad. No he podido. No encontré un ser humano que responda. Solo me queda la resignación.
Mis grupos de clasificados gratis por localidad (más de 30) ya suman cerca de un millón 700 mil usuarios y temo que si seguimos como vamos con su robot, todos van a resultar afectados. Un día me dije: ‘pues entonces que los cierren, si es lo que quieren. A la final no gano nada con ellos y sí me quitan mucho tiempo’.
Se me ocurrió, entonces, como última instancia, escribirle esta carta a usted, para ver si los salva, o por lo menos pone a alguien, a una persona de carne y hueso, a que analice la situación.
Como sé que apenas le llegue esta carta usted dejará el Metaverso y todo lo que tenga que hacer, bajará a la Tierra, se reunirá con su gente de Facebook en sesión de emergencia y hará que tomen una decisión, aguardaré aquí, pacientemente, las sanciones que ustedes decidan tomar contra el robot, la reposición de los grupos que eliminaron y la indemnización que estoy seguro que otorgarán a los cientos de miles de miembros que dejaron sin la posibilidad de hacer negocios a través de los clasificados gratis.
Muchas gracias, señor Zuckerberg. Éxitos.
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