Haidy Rodríguez Sánchez, profesora y líder de Proyección Social de la Lic. en Educación para la Primera Infancia, y Karina Bautista Sabogal, Coordinadora de la Licenciatura en Educación para la Primera Infancia del Politécnico Grancolombiano.
Este artículo pretende plantear una reflexión en relación con el papel y, en especial, con el lugar que han tenido los niños y las niñas durante la emergencia social y sanitaria ocasionada por la pandemia del covid-19; se pretende poner en discusión el papel pasivo, de poca o nula participación y de escaso reconocimiento (si acaso existe) de sus relatos y formas de entender lo que la pandemia ha producido a nivel mundial y lo que para ellos ha significado. En el informe de NinezYa[1] de febrero de este año, titulado “la Pandemia tiene en crisis los derechos de la niñez”, se presenta unos datos preocupantes en relación con la participación de los niños y las niñas en la pandemia:
La pandemia ha impedido el ejercicio del derecho de participación de niñas/os y adolescentes consagrado en la Constitución Política de Colombia, que en julio próximo cumplirá 30 años de haber sido expedida para construir una nación basada en decisiones conjuntas de orden político, social y económico en las que reine la inclusión, el reconocimiento de un territorio pluriétnico y pluricultural, la garantía de los derechos y la prevalencia absoluta de los intereses colectivos (…) en este momento tan crucial para la humanidad su opinión ha sido marginal en los procesos en los que se han tomado decisiones trascendentales que los impactan directamente. Por eso, niñas/os y adolescentes consultados por organizaciones de la sociedad civil (cuyas opiniones publicamos en este documento) piden a sus familias, comunidades y personas encargadas de tomar decisiones que escuchen sus voces y sean tenidas en cuenta (NinezYa, 2021, p28).
Si bien, la Convención de los Derechos de los Niños- CDN- en el artículo 12 y 13 ratifica su derecho a la participación, a expresar sus opiniones, recibir y difundir información por el medio que el niño quiera, en la actualidad esto dista de ser una realidad para muchos de ellos, dado que las condiciones de sus micro-contextos y la relación con el macro-contexto, es decir, desde la esfera íntima a la pública, se imposibilitan sus procesos de participación reales y efectivos. Esto bien se puede relacionar con lo que Roger Hart (1993) define como una participación decorativa, manipulada y simbólica que dista de una participación política en la que se reconoce la actoría social de los niños y las niñas; una problemática relacionada con la invisibilización de las infancias, de su configuración como sujetos políticos y sobre las prácticas discursivas que inciden en él.
Estamos en tiempos complejos en los que la humanidad se está enfrentando a lo inesperado; situaciones que dejaron por fuera la capacidad de decidir, de participar; diferentes gobiernos a escala mundial reestructuraron planes establecidos para sus mandatos, que dejó importantes ajustes a sus modelos en respuesta (al parecer) del crítico panorama socioeconómico y claro está, de salud. Este tipo de decisiones se presentaron de forma vertical y en medio de la crisis develaron una fuerte centralización de poder y una amenaza latente a la ciudadanía.
En esta línea, la pregunta por la configuración de la subjetividad infantil en perspectiva de la participación es fundamental, más aún bajo este panorama hostil en el que el hambre apremia, donde no existen garantías equitativas de recibir una educación con calidad que disminuya brechas sociales, en las que niños y niñas tiene que salir al ‘rebusque’, perdiendo así su condición infantil y todo derecho. Entonces, ¿qué está sucediendo con los niños y las niñas de este país? Un tema no “menor” en circunstancias que requiere, siguiendo a Boaventura de Sousa Santos (2018), preguntas fuertes para ojalá no obtener respuestas débiles. La pregunta por la participación infantil y la configuración de su ciudadanía en el marco de la desigualdad y la injusticia social es un cuestionamiento por la vida misma, por el paradigma actual “la verdadera dimensión del concepto sólo puede apreciarse explorando la esfera de lo social, lo político y lo cultural” (Estrada, M. Madrid, E. Gil, L, 2000, p. 14)
Volvamos a estos importantes datos del informe:
Es así como la coyuntura del covid-19 ha hecho evidente este particular; las niñas y niños como ciudadanos no han tenido la oportunidad de participar, dar su opinión o plantear cuál sería para ellos la mejor alternativa para sobre llevar esta situación que afecta a todos los seres humanos. Entendiendo como un ejercicio de participación genuino, no solo decir lo que piensan, sino que aquello que expresan sea tenido en cuenta para tomar decisiones, donde sus ideas sean tomadas en cuenta para transformar sus propias realidades, y en últimas abandonar el paradigma adultocéntrico que ha ocupado la configuración de la subjetividad infantil.
Es preciso que desde el lugar del adulto se supere la idea de que los niños y niñas son seres pasivos y sin voz, para así darnos la oportunidad de recibir sus planteamientos, sus preguntas, sus voces; es importante recordar que el concepto de infancia es una construcción social por lo que es necesario preguntarnos socialmente por ello, es también una revisión crítica donde los niños y las niñas sean considerados bajo relaciones bidireccionales y dialógicas con los adultos, donde su protagonismo también se tenga cuenta. Además de lo anterior, una pregunta más: ¿Cómo pueden los niños y las niñas, inmersas en una coyuntura mundial, participar y ser tenidos en cuenta? Según el informe antes mencionado, dentro de esta investigación solo 34,6 % de niñas/os y adolescentes participantes expresan que los adultos les han pedido su opinión, aunque al final son estas quienes toman las decisiones (2021).
Los reconocimientos de derechos a los niños por la Convención de Derechos del niño (CDN), aunque son importantes y un gran avance, no están enfocados hacia todas sus necesidades desde el eje de la participación social real y no permiten trascender a una relación horizontal con la población adulta. El reconocimiento de los derechos del niño no necesariamente implica el ceder espacios de participación, implica contribuir en su reconocimiento como ciudadanos participativos (Magistris, 2018). Esta situación, desde luego, tiene una razón de ser, se podría decir que una vez más la idea de los adultos de percibir y entender a las niñas y niños como un sinónimo de protección prevalece. Los niños y las niñas tienen el deseo y la habilidad de buscar el significado de la vida y su propio sentido del ser desde que nacen. Es imprescindible, además de necesario, ver a los niños como seres activos, como agentes sociales, explorando y encontrando significados -no como un ser predeterminado, frágil, necesitado e incapaz-, sino como un sujeto capaz de implantar en la sociedad nuevos modos de ser, nuevas perspectivas de vida. La dificultad para encuadrar a los niños como actores políticos deviene de un modo de considerarlos que minimiza sus posibilidades de comprender el mundo y limita sus acciones en los contextos, los desvaloriza en cuanto a sus capacidades de agencia en sus experiencias sociales.
Los niños y niñas merecen ser escuchados en los temas que los afectan, es necesario conocer la actuación de los niños y las niñas, sus voces, sus intereses. En el reconocer su experiencia y su capacidad como sujetos se da cabida a sus propias expresiones sobre su derecho a ser niños. Este es un derecho básico que compartimos todos: el derecho de expresar el propio punto de vista y que éste sea tomado en consideración y respetado. A pesar de ello, demasiado a menudo, se niega a los niños y niñas este derecho, demasiado a menudo, nadie los escucha. Los mejores defensores de los niños y niñas son ellos mismos. “La niñez quiere ser parte de los procesos que se realicen para construir las soluciones que requiere el mundo nuevo para todos. Un mundo en el que, precisamente, niñas/os y adolescentes, sin distingo alguno, cuenten” (NinezYa, 2021, p.29).
Dentro de este marco, es el momento de encontrar en la infancia su singularidad, su cualidad, es imprescindible afinar el oído para escuchar a los niños y niñas que quieren expresar sus temores, pero también la formula y el valor para que nosotros podamos encarar los nuestros, por y con ellos; para que sus “por qué” orienten nuestra búsqueda por las razones y nos dé la fuerza, las respuestas no violentas, honestas y responsables y, para escucharlos y recibir el coraje para el futuro, para decir NO las veces que sea necesario, para encontrar una nueva forma de dialogar con ellos y con nosotros mismos.
En el contexto colombiano es fundamental replantear y dar la oportunidad a los niños de incidir desde el ámbito familiar, escolar y político, asumir su protagonismo en los cambios de vida y, en particular, experimentar el aislamiento y las nuevas formas de socializar a las que nos ha llevado la pandemia por el covid-19. Comprenderlo de esta manera contribuye a escuchar su voz como constructores de sentido, crear espacios dialécticos en los cuales ellos se configuren como interlocutores válidos y reconocer su protagonismo les permitirá descubrir alternativas emergentes que promueven el desarrollo de sus capacidades, construyendo nuevas formas de ser en lo social. Para la licenciatura en Educación para la Primera Infancia del Politécnico Grancolombiano este particular es fundamental, y por ello el 23 de abril se desarrollará el día de la Primera Infancia, donde los niños y las niñas nos presentarán sus relatos sobre la pandemia, este espacio es apoyado por la Coordinación de Proyección Social virtual de la institución.
La licenciatura insistirá siempre en la comprensión de que: (i)Las formas de agenciamiento en los niños se evidencian cuando se configuran en la relación con los otros, reconociendo la diferencia y en este proceso se evidencia su figura cambiante y mutable, en condiciones propias del contexto (ii) y que el reconocer además su capacidad de agencia es entender que los niños están en un constante tránsito entre los discursos, los cuales permean la construcción de esa identidad para entender estos espacios y pensarlos desde una comprensión dinámica de la infancia, no como una etapa muerta, sin trascendencia, sino como una condición que atraviesa toda la constitución identitaria del sujeto.
Referencias
Estrada, M. Madrid, E. Gil, L. (2000). La participación en juego. UNICEF.
Hart, Roger (1993). La participación de los niños. De la participación simbólica a la participación auténtica. Bogotá: UNICEF – Gente Nueva.
NinezYa (2021) Informe: La pandemia tiene en crisis los derechos de la niñez.
Morales S y Magistris G. (2018). Niñez en movimiento: del adultocentrismo a la emancipación. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: El Colectivo.
Santos, Boaventura de Sousa (2018), The End of the Cognitive Empire. The Coming of Age
of the Epistemologies of the South. Durham: Duke University Press
[1] Este documento es el resultado del trabajo de NiñezYA, iniciativa social creada en 2017 con el fin de contribuir con el cumplimiento de los derechos de la niñez.
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