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POR JUAN LUMUMBA

Un título en enfermería y un pase de décima categoría. Eso es lo que, a lo sumo, necesita quien aspire a los cargos nacionales, regionales o locales de la República de Colombia.

Porque los políticos (como diría James Joyce) son los únicos pedantes elefantinos que quedan después de los médicos y los abogados, expertos en llamar las cosas por otro nombre antes de fijar el precio de su trabajo. Por eso hablan de plataformas y programas y asesores y conocimientos y experiencia  en economía, política, relaciones internacionales y resolución de conflictos como si fueran Eduardo Pizano (es decir toderos, si nos atenemos a su habilidad para ocupar tantos y tan disímiles cargos).

No obstante el asunto es más sencillo de lo que parece y podría quedar resumido en un mini test de dos preguntas sobre su intención de:

Primero: Seguir con sumisión las tendencias económicas globales.  Si la respuesta es sí, (como es sí en todas las propuestas de los actuales candidatos) no necesita saber de economía, no requiere asesores, a  lo sumo un traductor que no discuta, que no pregunte y que no tenga amigos periodistas. Pasará a la historia.

 La segunda inquietud tiene que ver con saber si acatará  las “recomendaciones” internacionales, mejor si vienen en inglés, en el campo político, antinarcóticos, orden público y relaciones internacionales. Si la respuesta es sí, (como lo es en boca de los aspirantes actuales) no necesitará programa ni asesores, ni especialistas; a lo sumo un embajador ( mejor si es mujer o en cualquier caso, bajito ) con rodilleras y mínimos conocimientos de inglés, esto es que conozca el significado y la pertinencia del uso de la palabra yes y de sus sinónimos.

Resueltos los interrogantes anteriores,  los candidatos ( y sus hasta ahora desempleados asesores) deberán contentarse con propuestas que tengan que ver con la terna de fiscales amigos, con la estrategia de lobby para asegurarse eventos deportivos, con el nombramiento de los asesores o de los amigos o parientes de los asesores en tantos cargos como les alcance la imaginación, o resignarse a pedir la cabeza de algún periodista despistado, estar pendiente de Rosita, Norita o como se llama el amartelado compañero de cuarto.

Hasta ahí, muy sencillo. Lo complicado qes que deberán presentar licencia de conducción de séptima  categoría para tratar de dar, en este descenso vertiginoso, los timonazos que impidan que nos vayamos definitivamente al desbarrancadero, y también deberán acreditar conocimientos de enfermería básica para cuatro años de pañitos de agua tibia. Algunos asesores recomiendan además un cursito de bombero voluntario, con disponibilidad de viernes y sábados que parecen ser los días (contradiciendo las estadísticas de los más pesimistas) que más trabajo hay.

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