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Cali – Colombia. Por fin un encierro de solera, cuatro de siete
sirvieron. Puerta grande para el inicio de temporada de Luis Bolívar. El
Cid y Luque de a un apéndice y Piraquive timado por el palco.

El ganadero Juan Bernardo Caicedo trajo a Cali un encierro bien presentado, descartando el lidiado en sexto lugar. La calidad y las buenas embestidas fueron el común denominador de la mayoría de los astados.

El triunfador indiscutible fue el colombiano Luis Bolívar quien desde el momento de llegar a la plaza y luego ya en el ruedo dejo rodar sus buenas maneras, su temperamento, pero sobre todo unas ganas inmensas de corroborar porque es el torero americano de mayor número de actuaciones en ruedos ibéricos.

El caleño le tapo la boca a muchos que de forma irresponsable dijeron en los meses previos que de la temporada americana dependía el futuro de nuestro crédito en Europa. Está a punto y en punto de resolver las embestidas de sus oponentes y en un toro bueno, con el que abrió su temporada colombiana, descifró el camino para que el público caleño por fin pudiese divertirse con el buen torero. Dos orejas y la puerta grande.

Con su segundo, el garbanzo negro del encierro también anduvo bien, porque los malos también tienen lidia y Luis la prodigo. Silencio respetuoso.

Por su parte, El Cid, torero que remplazo al inicialmente anunciado José María Manzanares, cortó una oreja justa a su primero, segundo de lidia ordinaria. Ejecutó una faena con poderío, por ambas manos y con la virtud del poder y la firma de una muy buena faena. En el quinto, con el que más humillo, desarrollo una faena en la que no se pudo acoplar para luego marchar al callejón en silencio. Paso a la enfermería donde recibió sutura de cinco puntos en la espinilla derecha por un pequeño puntazo.

Daniel Luque que debutaba en la feria, lidio dos toros opuestos, en el primero se divirtió y lidio por verónicas apretadas y con la muleta voluntad y merito en el centro. Con el que cerró la tarde no había de donde sacar provecho.

El único que no cortó orejas fue el rejoneador Jorge Enrique Piraquive, o mejor al único que no le entregaron un premio justo fue al caballero en plaza. Una vez más el palco presidencial no juzgó con el mismo rasero a los actuantes. No valoró que el rejoneador tan solo lidiaba un astado, que le tocaba abrir por capricho de los toreros foráneos y que el público que es el que paga exigía se le entregara una oreja. A Piraquive lo tipo el palco alto. La primera oreja la concede el público y la entrega el palco, que tan solo sirve de trámite legal en ese momento. No es justo que al colombiano se le quite lo justamente ganado en el ruedo.

Piraquive anduvo bien con los rejones de castigo, las banderillas, las cortas, con el abanico e incluso con el de muerte. Morrillero, certero, seguro y con mucha tranquilidad frente a la cara del toro y con una comprensión de lo planteado por el astado de Juan Bernardo Caicedo. Repito injusto que timen así a los nuestros.

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