Medellín – Colombia. Sin el corte de una sola oreja terminó la cuarta
tarde de abono en la capital antioqueña. Ocho toros saltaron al ruedo,
uno fue devuelto y hubo uno de regalo. Lo más destacado en las manos del
colombiano Juan Solanilla.
Se corrieron astados de la capital colombiana, correspondientes a la dehesa de Santa Bárbara, bien presentados en general y desiguales entre si, por su pelaje, cornamenta, trapío y comportamiento.
La terna conformada por tres disimiles toreros, un veterano, Víctor Puerto, un taquillero David Fandila – El Fandi y un joven con ilusión y futuro, Juan Solanilla.
El cabeza de cartel, en su regreso a los ruedos escogió a Colombia y en especial a Medellín, cuidad que en el pasado ha brindado muchas satisfacciones a la vida profesional. Víctor Puerto.
Lo de Puerto hoy en la capital antioqueña deja mucho que desear. En su primero muy poco con la capichuela. Con la muleta no acabó de conectarse con las embestidas del toro, que si bien es cierto no era una maravilla, tenía lidia y se le podía haber sacado partido. El mejor pitón fue el izquierdo y por este de uno en uno no completo una faena ligada.
Con el cuarto del encierro, un toro noble, suave, alegre en las acometidas, pronto y emocionante en su actuar, Puerto ejecutó una faena de «tandas divididas», dos muletazos buenos y luego toreo marginal y para la galería. Él público que es entendido pitó el desempeño del español en repetidas ocasiones. Tan aburrido fue este turno que el mismo toro acabo por buscar las tablas al no encontrar oponente digno.
David Fandila – El Fandi, quien llegó al cartel muy especialmente por su atractivo en las banderillas tampoco pudo justificar su inclusión en la feria. En el primero porque no dio la talla y en su segundo porque el toro tenía problemas graves de visión y esto obviamente dificultaba los andares frente a la cara. No hubo acople, toreo a larga distancia y no hubo disposición para con el público.
Con las banderillas nos quedamos sin ver tercios interesantes. Pares de hombres de plata o quizás menos espectaculares y con el acero saliéndose habilidosamente de la suerte, en resumen poco o mejor nada nos dejó en la retina.
El más joven de la terna, Juan Solanilla dejó ver lo mejor del festejo. Con la capa se le vio variado, con deseos y de agradar en los tres lidiados, y decimos tres pese a que al ruedo le saltaron cuatro ejemplares, los dos del sorteo, un tercero que sirvió de sexto bis por cambio del titular visiblemente invalido de salida y un cuarto de regalo que no sirvió para el lucimiento.
Retomando el hilo, con la tela rosa gusto y se gusto. Con la muleta en su primero inició con dos cambiados por la espalda para continuar con tandas emotivas y ganosas, quizás no tan ahormadas como se le pudiera exigir al más curtido, pero si con la emotividad que el querer ser de un torero. Con el sexto hubo algo aun más interesante y no por las virtudes del toro, todo lo contrario por las complicaciones del mismo. Solanilla lidió y sorteó lo planteado por su oponente y le sacó el mejor partido, con detalles de torería mostró voluntad y oficio, más del que pudiese tener. Con la anuencia de la empresa, el deseo de los ganaderos y la ilusión del torero se regalo un séptimo, que de salida despertó el ensueño, pero que rápidamente llegó al final con el aire en el espacio.
En fin Solanilla nos dejó ilusionar y mostró lo más rescatable de la tarde en cuanto a los actuantes, mientras que los señores Barbero trajeron un encierro bien presentado y sobre el papel con muchas posibilidades, desafortunadamente no contaron con la suerte de tener toreros dispuestos a resolver lo planteado.
No te sientas del todo mal, la corrida no resultó como deseabas, sin embargo presenciaste dolor, sangre y muerte, que si no compensan al menos sí reconfortan a los sádicos aficionados a la barbárie como tú.
Saludos y arriba ese animo.
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