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Esta es mi primera historia desde Madrid. Es corta y muy sencilla, pero así empiezan a tocarme el corazón los extraños con los que me cruzo por instantes en cualquier calle del mundo.

Me monté al metro y me senté. Sólo necesitaba llegar hasta la próxima estación pero estaba cansada de caminar y llevaba bolsas pesadas que me tallaban las manos. Apenas se iba a cerrar la puerta del metro vi que una mujer de unos 35 años entró corriendo a mi mismo vagón; logró alcanzarlo pero no sonrió, sino que, muy seria, se paró en el centro, respiró profundo y combinó volumen y firmeza para hacer uso de su voz. Se dirigió a todos esos pasajeros elevados diciendo que era una persona que luchaba por salir adelante, que no servía para pedir plata y que por eso tenía algo que ofrecernos, algo con lo que ella trabajaba cada día para poder llevar algo a su casa: unos lapiceros con un resorte que permitía destapar el lapicero y escribir sin que éste se perdiera. El valor: un euro. El acento y la creatividad me confirmaron ese presentimiento amargo que me invadió apenas vi que empezó a hablarles a todos con esa decisión: era colombiana. Una colombiana luchándose la vida en Madrid. Probablemente con una familia que esperaba su ayuda desde Colombia.

La firmeza de esta mujer disimulaba el afán que tenía para poder completar su discurso en el tiempo que le ofrecía el recorrido entre una estación y otra. En este tiempo se presentó, contó sus dificultades, ofreció su producto mostrando su funcionamiento y, además, se despidió agradeciendo y deseándoles a todos un feliz día, para después pasar caminando por el vagón con la esperanza de que una sola persona se detuviera dos segundos y se interesara por ese producto creativo que ella acababa de ofrecer para lograr algo en su día.

Se encontró con la indiferencia y el afán de quienes habían observado y oído por esos instantes de recorrido subterráneo.

Sentí una especie de compasión combinada con complicidad, de todas formas, algo agridulce que me dificultó tragar.

Sólo me queda decir: ¡cómo se la lucha nuestra gente en todo el mundo! ¡Qué valientes nos ha vuelto nuestra realidad!

www.catalinafrancor.com

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Catalina Franco Restrepo, periodista y traductora colombiana, magíster en Relaciones Internacionales y Comunicación de la Universidad Complutense de Madrid, es una apasionada de la vida, los viajes, las palabras y las historias de lugares y personajes que va encontrando en sus recorridos y que la inspiran para escribir. Pasó un tiempo como practicante en CNN en Atlanta, ha colaborado con CNN en Español como corresponsal de radio en Colombia, con la W Radio como corresponsal en Medellín, ha sido editora de revistas en el Taller de Edición y actualmente colabora escribiendo para diferentes medios nacionales e internacionales, es traductora, y tiene el blog OJOSDELALMA www.catalinafrancor.com. En Twitter es @catalinafrancor

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6 Comentarios
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  1. Hola Catalina, leyendo tu historia me acorde de algo que me sucedio a mi,,,,el an/o pasado…me encontraba desayunando en un restaurante aqui en el ciudad donde vivo…cuando llego un chico con una guitarra a cantar boleros..despues se presento y paso con un sombrero recogiendo dinero, yo en seguida supe que era Colombiano y quiese entablar conversacion con el…que tristeza que la gente afuera se porte asi de mal y por eso nos ganamos la fama que tenemos..yo fui amable, me presente tambien y obvio que le di algo dinero, al fin y al cabo el estaba pasando con su sombrero recogiendolo…pero es primera y ultima vez que hago eso, yo tan querida le conte que soy de Bogota,,etc etc…y el muy grosero sale con unas cosas que en Bogota todos somos los que nos creemos mas, que loS bogotanos somos una mierd… en fin, preferi haber botado esa plata a la alcantarilla que habersela dado a ese tipo..ahora si veo algun colombiano por ahi…suerte y que te vaya bien…

  2. En casi todos los transportes públicos suele ir personas invocando una ayuda monetaria: Lo supuestos presos recién salidos a la libertad que desean comer un plato de comida y pagar una pensión. El que tiene tres hijos enfermos y enseña una receta médica que nadie alcanza a leer. El joven aguerrido que estudia de noche para sacar adelante a su familia y 8 hermanos, y que vende estampas religiosas, el devoto de Krishna que vende inciensos y promueve la claridad de consciencia. Así mismo y en eso participan muchos colombianos en el exterior, están los sigilosos carteristas, que con “muleta” en brazo saquean bolsillos, bolsos y mochilas de los viandantes. Historias y mentiras mil en busca de incautos de corazón de melcocha!!

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