Todos los días pensamos miles de cosas que no le decimos a nadie, porque solo son pensamientos en borrador, que se comienzan a ordenar para decirle algo a alguien, o mejor aún, no decirle nada; “pagaría por saber que estás pensando”, eso lo resume todo.
Mientras caminamos o vamos en el transporte, tenemos con nuestra mente profundos diálogos, donde creamos una conversación ficticia con una persona a la que le debemos decir algo, o que le queremos recriminar por alguna acción que cometió o que dejó de hacer, y nos vemos en el rol de castigadores, señaladores, jueces y verdugos, y es como si le dijésemos a esa persona todo lo que quisiéramos decir, y nunca lo hemos hecho. Pasado el trance, estamos más relajados, y ya cuando vemos a esa persona, no le decimos nada.
¿Por qué hacemos esto? Por una razón muy sencilla: sabemos diferenciar entre lo que debemos decir y lo que no. Por más que en el fondo de nuestro cuerpo tengamos una salvaje diatriba para lanzarle a una persona, no lo hacemos, porque nuestros filtros culturales, sentido común, sentimiento e incluso respeto por el otro no nos permiten que esto pase. Pero si alguien se metiese en nuestra cabeza para saber qué estamos pensando, tendríamos serios problemas.
En nuestra mente deseamos personas, arreglamos el mundo, regañamos al jefe e incluso logramos solucionar nuestros problemas. Estos diálogos personales, que la gran mayoría de las personas tienen, sirven para ordenar idear, priorizar situaciones, estructurar sueños y en muchos casos, para hacer catarsis antes de una discusión con una persona.
Se dice que “el que calla otorga”, y esa es quizá una de las mentiras más grandes de la mal llamada “sabiduría popular”, que no es otra cosa que un acervo de frases rimbombantes grandilocuentes, que nos sirven como excusa para fundamentar nuestras acciones: “pasó lo que tenía que pasar”, “al mal tiempo buena cara”, o la perla de “a buen entendedor pocas palabras”, como si algunos no sufrieran del famoso otitesculismo*.
Callar es uno de los artes más complejos y maravillosos del ser humano. El silencio ante una situación es quizá el acto más valiente que comentemos en la cotidianidad. Son muchas las personas que se merecen que les caigamos sin piedad con un discurso agresivo sobre la sarta de estupideces que están diciendo, pero solo callamos, para no ser parte de un diálogo insulso y sin sentido; mas si alguien entrará en nuestra cabeza en ese momento, quedaría atónico con la beligerancia y tono de nuestros pensamientos.
El debate en el mundo está abierto. Se busca acceder a la intimidad de las personas, bajo la premisa del “que nada debe, nada teme” (otra manipuladora frasecita rimbombante), pese a saber que muchas de las cosas que pensamos, vivimos, comentamos o hacemos en nuestra intimidad, para otros serían intimidantes (es realmente curiosa la similitud de estas palabras).
Todos tenemos un lado oscuro, que no es necesariamente malo ni criminal, solo es oscuro para que nadie lo vea, para que sea parte de nuestra alma y sea un recodo de nuestros pensamientos. Muchos han pensado en matar a alguien, acostarse con una persona a la que nunca deben nombrar, e incluso cambiar completamente su vida y solo tomar camino sin parar. También tenemos deseos “atípicos” que simplemente porque no son comunes, preferimos no comentarlos a los demás, a menos que tengamos mucha confianza, -y no me refiero a las perversiones y deseos sexuales que tenemos– sino a comer tostadas con mantequilla con Chocolisto espolvoreado por encima, o comer banano con Coca-Cola; deseos que no compartimos para no tener que explicar por qué no hacemos lo mismo que todo el mundo.
Me opongo rotundamente a que se metan a mi cabeza, a mi intimidad, a mi lado oscuro. Lo que pienso en mi cabeza es mío y solo mío, y solo es público cuando lo diga, y casi siempre queda circunscrito a quien se lo diga; por eso, bendecidos aquellos que se emborrachan y se duermen, porque no dicen lo que están pensando, porque cuando nos embriagamos se eliminan los controles mentales que tenemos de buen juicio, prudencia y decencia, y dejamos que muchos de estos pensamientos salgan libres, en el momento inadecuado, quizá con la persona adecuada. Es por eso que la “sabiduría popular” reza que “los borrachos siempre dicen la verdad”, lo cual no es cierto, porque lo dice una persona borracha son sus pensamientos sin procesar, y simplemente son ideas sin desarrollo que se liberan de manera imprudente.
Lo cierto es que mientras estamos en una conversación y vemos que alguien nos dice algo, debemos respetar que eso fue lo que nos quiso decir, pese a que se esté carcomiendo por dentro con una sarta de palabras que nos quiere botar en la cara, y nosotros debemos responderle a las palabras pronunciadas, con otras que se verbalicen, sin importar las que callemos.
Quizá, nos arrepentiremos de no haber dicho muchas cosas, pero al final, no lo hicimos y por algo fue, y por eso estamos llenos de palabras sin salida, frases sin terminar, poemas condenados, deseos contenidos y lágrimas acumuladas, porque no siempre es bueno hablar lo que se piensa, sino pensar más antes de hablar (otra frasecita de esas).
*Término común que se usa en Colombia, cuando una persona se hace la sorda para no escuchar lo no quiere escuchar, o mejor dicho, que se hace el boludo para no hacerlo.
..es lo que se conoce como dialogo interno, y si hay mucha valentia interna que para esta epoca tiende aflorar muy frecuentemente en redes sociales, cuales borrachos que solo escriben «pensamientos sin procesar» aunque a veces divierten. jajajaja xD
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Jajajajajajajaja. .. gracias, pensé que era yo solamente.
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X callar nuestra sociedad ha permitido florecer toda clase de crimenes y empresas delictivas, ha dejado pisotear al debil y abusar al indefenso… el silencio ha sido complice de la muerte, el secuestro, el terrorismo, el robo, entre otras perlas – valiente consejo el suyo….
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Grandioso relato de mi yo interior.
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