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Por F.M.J.

ponchalero

Ser policía en Colombia es uno de los trabajos más ingratos y desgastantes. Las características de este oficio guardan estrecha relación con otros como recolector de basuras, árbitro de fútbol, celador de cuadra, operador de gasolinera, cajero de supermercado 24 horas y, a partir de esta semana, guardián de zoológico.

Y es que la sociedad colombiana resulta tan salvaje e indómita como una manada de animales salvajes. De ahí que en los últimos días se hayan dotado a los policías de varios cuadrantes de la capital con pistolas tipo “Taser”, con el fin de controlar la masa mediante impulsos eléctricos.

Dicha estrategia ha generado diversas voces de protesta entre la ciudadanía, que percibe estos dispositivos como una nueva amenaza para los ciudadanos de a pie, siempre vulnerables a la chabacanería policial y los abusos de poder.

Para nadie es un misterio que también existen policías “malos”, casi tan peligrosos y faltos de ética como los criminales que persiguen. Uniformados que convierten el abuso de autoridad en su rutina cotidiana, que conciben a los civiles como cajeros ambulantes de donde siempre es posible retirar algo de efectivo en momentos de necesidad.

Esto último nos recuerda que los policías son simplemente civiles con uniforme, personas del común que vuelven todos los días a dormir en su casa, tienen familias, miran telenovelas, les gusta el fútbol y se emborrachan con la misma facilidad que cualquiera.

El problema radica en que la sociedad civil solo se percata de esta condición cada vez que los “agentes” cometen algún error, cosa que ocurre bastante a menudo.

Para el imaginario colectivo existen muchos tipos de policías, gracias a las influencias constantes del cine, la televisión y la literatura. A nuestro parecer, prototipo de policía que más se acerca al colombiano es el célebre “Poncharelo”: jovial, carente de rigor, éticamente inestable y siempre segundón.

Conociendo por experiencias previas la pésima comprensión de lectura de los policías, esperamos que alguien realice un trabajo exhaustivo de capacitación, pues sabemos que probablemente no se leerán las instrucciones de sus pistolas “Taser”, lo que augura un electrizante futuro para borrachitos y energúmenos de la ciudad.

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