Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Por A. Moñino

carcel

Si ya dio una respuesta a la pregunta que le da título a este post, usted hace parte de esa tendencia cada vez más común del ciudadano-juez. Últimamente con más frecuencia desde periodistas hasta cualquier hijo de vecino se siente en capacidad de ir impartiendo penas de cárcel y hasta de muerte, aunque no exista, en las que la condena mínima más frecuente siempre será “que se pudra en la cárcel”.

Pero eso de ir todo el tiempo con un martillo de madera a la mano para ir dictando condenas, tampoco es tan inexplicable en un país como el nuestro, donde se supone que hay instituciones sólidas encargadas de “darle a cada uno lo que se merece”, pero que con frecuencia están cooptadas por los mismos hampones que deberían juzgar, llenas de jueces con más cuestionamientos que una prueba Pisa o infiltradas por políticos que hacen su trabajo a conveniencia y de acuerdo a sus intereses, haciendo de la justicia un show más bien perjudicial (no, no es con usted, fiscal ¿o sí?).

Ante este panorama, cada condena se hace un tema susceptible de ser opinado, principalmente porque frente a la indignación todos tenemos algo por decir. Y es que es muy elocuente que el mismo día en el que se anuncia una posible pena de 20 años al ladrón del ejemplar de Cien años de soledad, si es que algún día lo encuentran, también se le dicte condena de 3 años a Emilio Tapia, ese hampón que en los medios prefieren llamar con el inmerecido eufemismo de “polémico empresario”, quien junto a otros hampones se robó Bogotá.

Y todo el tiempo nos vemos expuestos a estas noticias: un parroquiano que se roba un caldo de gallina podría tener más cárcel que un comandante guerrillero que planea echarle tierrita a los cientos de muertos que carga a espaldas, los “taxistas” culpables del asesinato de un norteamericano se pudrirán en la cárcel, pero sólo porque para su desgracia la víctima era un ‘gringo’, pues si hubiera sido mestizo seguramente andarían hasta libres matando más mestizos; en contraparte, al menos 53 niñas colombianas fueron violadas por militares estadounidenses y tal vez por ser de allá la justicia no ha dicho y mucho menos hecho nada. Y así, encontramos varias desproporciones que son más bien antónimos de la palabra justicia.

Si bien, estoy convencido que cualquier pena casi siempre será poco para el linchador profesional y juez de ocasión, de lo que no me cabe duda es que la justicia que nos tocó por suerte da más pena que tranquilidad. Acá lo que muchos se preguntan, en este país que se sustenta en la ley del vivo vive del bobo, en el que el avispado lleva las de ganar, es cuál será el camino más fácil y corto para robar mucho, saltarse las leyes, estafar y correr el menor riesgo.

Ojalá algún día la justicia, sin tanta corrupción y cumpliendo a cabalidad con su función, permitiera que los periodistas dejaran de atribuirse funciones condenatorias que no les corresponden y de la misma forma los ciudadanos dejáramos de pensar que tenemos los fundamentos para ir repartiendo años de cárcel a diestra y siniestra. Para empezar, sería bueno que los ex presidentes dejaran de lustrarse los zapatos con la justicia…

________________________________________________________________________

Síganos en:

Facebook.com/Dardosalcoco Facebook.com/DardosAlCoco

Entradas anteriores:

¿Todavía hablamos sobre lo que los medios quieren?

July Paola, el arribismo, las normas y Petro

– ¿Por qué sólo nos gusta Bogotá en vacaciones?

¿Funcionó el día sin taxi?

¿Y si los usuarios les hacemos paro a los taxistas?

– Saca el súper héroe que hay en ti: lincha rateros

Que los niños (muertos) hablen de nosotros

«Mediocridad y desorden»

 

Compartir post