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Por A. Moñino

Foto de Michael Wolf, tomada de designtaxi.com

Prácticamente toda mi vida he vivido en Cedritos y lo quiero tanto que estoy por hacerle un himno, una bandera o un escudo con la imagen del legendario bus ejecutivo E3 Germania-Cedro Bolívar. Desde la ventana de mi casa por mucho tiempo pude mirar a la montaña que bordea la carrera séptima, pues delante de mi edificio de 7 pisos sólo había conjuntos de casas habitados por familias a veces con perro, un par de niños y máximo dos carros. También había en la esquina una casa muy grande con un árbol de cerezas que a veces era despojado de sus frutos por algunos niños del sector.

Desde hace algunos años, el árbol de cerezas desapareció, así como la casa que lo alojaba para convertirse en un edificio con quién sabe cuántos apartamentos que mínimo tendrán un carro cada uno y si tienen un niño por familia y un perro, eso ya será bastante. Pero unos metros más delante de este, donde antes había algo así como 10 casas habitadas por una familia cada una, ahora se eleva un edificio, calculo que de algo así como 11 pisos, que tapó mi vista hacia la montaña. Y mi vista digamos que es lo de menos, lo de más viene por cuenta de la cantidad de personas que llegarán con sus carros y su consumo de agua, entre otras cosas, a habitar ese edificio.

La evidencia, a pesar de que ya decretaron que se prohíbe la construcción de nuevos edificios con más de 6 pisos en la zona, confirma que en esta colmena ya no cabe una abeja cedriteña más. Las calles diminutas, donde en años mejores transitaba imponente el frecuente Germania-Cedro Bolívar como único rey de la carretera y cómodo transporte de sillas abullonadas y puercas para oficinistas y universitarios, ahora soportan los miles de carros nuevos de la zona, además de los bicitaxis que para algunos alivian el caótico transporte público que ya no se sabe bien a qué hora pasa ni para dónde va, y que seguramente no dará abasto con tanta gente.

Los niños y perros de las familias que se transportan en esos carros que han quedado estancados tratando de entrar o salir del barrio, no tendrán tampoco parques ni andenes suficientes para correr felices, como años atrás lo pudimos hacer quienes acá crecimos. La tienda de José, ese buen regordete que a mi hermana Margarita le decía “la tacher”, ya no tendrá cabeza para poner apodos a los miles de niños nuevos que querrán ir a su pequeña tienda, si es que la tienda no se convierte en otro edificio más. Y si esto es lo visible, no me quiero imaginar cómo estará el alcantarillado y lo que corre por debajo de este barrio tradicionalmente de casas que ahora, por cuenta de una mala o más bien inexistente planeación, acoge enormes edificios que alojarán más de 5.000 habitantes nuevos, según lo calcula el DANE.

Y no dudo que así crece la cuidad en general, no sólo borrando su historia a punta de martillo, cincel y maquinas demoledoras, pues aparte de la tal vez cursi nostalgia por el pasado, la tristeza aflora por cuenta de la improvisación evidente, fruto de pésimas administraciones y, por qué no, de pesos repartidos en los bolsillos adecuados para permitir construir como si esto fuera un Lego o Estralandia.

Muchos dirán “y entonces ¿por qué no se va de ahí?”. Sencillo: porque quedamos atrapados, no hay vías para salir y la saturación de carros hace imposible que un carro de trasteos permita el escape y los andenes están llenos de basura, probablemente también porque los camiones ya no pueden entrar. Además, para ser sincero, disfruto de los recitales del día de la mujer en algún centro comercial de un piso que da el actor Silvio Ángel (reconocido por su papel de Don Joaco en Don Chinche), tal vez el más ilustre cedriteño, de quien yo humildemente quisiera ser sucesor.

Amigo bogotano, se acercan unas nuevas elecciones de alcalde y le aseguro que la historia de este barrio podría ser una pequeña representación de lo que pasa en la ciudad misma a mayor escala, escoger mal seguramente hará de Bogotá un Cedritos más grande, un lugar rebosado, mal planeado, lleno de mugre, con transporte deficiente, sin espacio público y de un montón de gente que se viste de sudadera aunque no haga deporte y lo peor es que no habrá recital de Silvio Ángel que ayude a ningún capitalino a sobrellevarlo.

Muy a propósito de este tema, este video explica muy bien lo inconveniente de una mala planeación, caso que vivimos en la actual Petrópolis. Si le inquieta el tema, no dude en compartir el video y/o este post.

 

Actualización (septiembre 23): La otra cara de la moneda

 

Debo confesar, que en principio los argumentos del Decreto 562 no me sonaban en absoluto descabellados. Por el contrario, el tema de densificar la ciudad podría ser muy provechoso en términos de movilidad, por ejemplo, y también para respetar la naturaleza que rodea a la ciudad, contrario a lo que pasa en el humedal de La Conejera, por mencionar algún caso, donde ya sabemos qué familias están construyendo.

Y aunque lo que dice el decreto puede resultar sensato, la evidencia en Cedritos es otra, e incluso podría confirmar lo que esta normatividad pretende evitar. El hecho concreto es que acá, aunque aún faltan miles de familias por llegar a los edificios aún en obra, nos llevó el berraco. Ya sea porque las licencias fueron previas al decreto o porque quienes deben dar dichos permisos de construcción se hicieron los de las gafas, o mejor, se pusieron gafas negras para no ver bien a cambio de algún beneficio, vaya uno a saber.

Lo que interesa es que se generen espacios de argumentación entre quienes conocen verdaderamente de urbanismo, y qué mejor momento que este en el que la ciudad cambiará de alcalde. Ojalá los candidatos sean claros en su posición al respecto ¿cuál es su visión de ciudad? ¿cómo argumentan su postura?

Por ahora, acá un video que muestra la contraparte del video anterior. Ya con las dos caras de la moneda cada cual sacará sus conclusiones.

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