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Imagen de El Tiempo

Por A. Moñino

En lo personal prefiero dejar de lado el sombrero vueltiao, el vallenato “silvestrista” como banda sonora de hectolitros de aguardiente o el “no me dé trago extranjero, que es caro y no sabe a bueno…” y todas esas patrioteradas que poco o nada nos ayudan a tener un país mejor, pero que, por el contrario, sí exacerban el deseo aquel tan característico por montarnos gratis en buses de la victoria para los cuales no hemos comprado pasaje y que, más que buses, parecen chivas rumberas.

 

Prefiero apoyar a los deportistas nacionales con un poco menos de parafernalia o alaridos de cantantes del gol, pero remplazando esa calentura que es tan eufórica como conveniente y pasajera, por una exaltación más sosegada de lo que en conjunto podríamos aprender de los titanes que a pulso, esfuerzo, trabajo y hasta capricho se ganaron un cupo en el evento más importante del deporte a nivel mundial.

 

Si bien todos los deportistas que llegaron a los Juegos Olímpicos son admirables y tienen tanto por enseñarnos a quienes desde la comodidad de una pantalla de televisor nos dedicamos a pontificar en las redes sociales sobre lo que hicieron bien o mal, el caso de las personas que en este país decidieron hacer del deporte su profesión y llegaron a medirse con los mejores del planeta, es doblemente admirable.

 

Como colombiano lo puedo decir con autoridad: los deportistas nacionales de élite triunfan a pesar del país. Sólo basta con remitirse a las historias personales de cada uno, para ver cómo han podido sobreponerse a un ambiente totalmente hostil, muchas veces violento, que solo hala para el hueco, a la miseria en los contextos en los que la mayoría de ellos han tenido que forjarse.

 

Para la muestra del desastre que con frecuencia suelen ser las políticas públicas con relación al deporte, solo hay que remitirse a las mil y un promesas incumplidas de presidentes y políticos a los deportistas, o los frecuentes y nunca escasos escándalos de ineptitud, mediocridad y corrupción. Los Juegos Deportivos Nacionales más recientes fueron un retrato de lo que pasa con el deporte:

 

El desempeño de los grandes del deporte nacional, por el cual con frecuencia terminamos peleando entre todos e incluso hasta matándonos, debería más bien llevarnos a pensar sobre lo que a estos personajes los hace grandes: la disciplina, superar los odios y las venganzas, tener los pies en la tierra, mientras hablan menos y trabajan honestamente hasta alcanzar objetivos.

 

Ojalá ellos ganen muchas medallas, ojalá cada uno alcance los mejores puestos en sus disciplinas, porque sin duda desde ya se lo merecen. Mientras tanto, ojalá el país modere la celebración vacía, para remplazarla por una alegría de admiración y respeto, no sin antes sentir la vergüenza de compartir bandera de unos ídolos que nos enaltecen gratis a pesar de que el país con frecuencia es un lastre al que valientemente se han sobrepuesto.

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