España es un barco. Uno que se hunde, con su crisis económica y sus cinco millones de desempleados. La diferencia con otras naves que se van a pique es que aquí las ratas no han abandonado: se comieron la tripulación y ahora están al mando.
Es triste lo rápido que se ha deteriorado una situación de mucha prosperidad. Es cierto que parte de la abundancia que había antes, cuando navegábamos con buen viento, era una mentira causada por la burbuja inmobiliaria, cuando se construía más en España que en Francia, Inglaterra y Alemania.
Pero lo que está pasando ahora es exagerado: las recetas de extrema austeridad que están aplicando el gobierno y las empresas son absurdas y no contribuyen a mejorar nada, sino a empeorar lo poco que queda de bueno. España es como un enfermo que intenta mejorar de su cáncer poniéndose a dieta: el cáncer lo sigue matando pero ahora también se muere de hambre.
No me cabe la menor duda de que los bancos son los principales culpables de esta situación. La principal razón de que la situación esté tan supremamente jodida es que no hay crédito para trabajar, ni para comprar ni para invertir. Cualquiera que haya tenido o manejado un negocio sabe que en la sociedad moderna el crédito es esencial para que funcione el sistema.
Pese a todas las garantías y ayudas ofrecidas por el gobierno para que el dinero fluya, los bancos se resisten y se mantienen en su actitud: ya avisaron que para los próximos dos años van a recortar el crédito todavía más. Dan ganas de ir a pedir un préstamo con un antifaz y una escopeta.
Las cajas de ahorros, que en España son de carácter social y propiedad de los gobiernos regionales, están quebradas porque los gerentes que nombraron los políticos para manejarlas se dedicaron a hacer préstamos arriesgados a los amigos de esos mismos políticos. Miles de millones de euros perdidos.
Ahora toca salvarlas, claro, porque las cajas de ahorros son de todos, con dinero de todos. Luego las venderán baratas a los bancos privados, que son la competencia. Eso que en la jerga económica se llama política neoliberal, pero que en mi barrio le dicen robar con descaro.
Lo más triste de todo es el panorama oscuro que se perfila en el horizonte. En pocos días hay elecciones, y lo más probable es que suba al poder un político de derechas que ya anunció que habrá que apretarse el cinturón: más recortes de gastos, subida de impuestos y más ayudas a los bancos. Es decir, que aparte del cáncer y la dieta, nos van a sacar sangre.
Como no puede ser de otra forma, el espíritu de la gente está por los suelos. Si la crisis aún no te ha tocado, entre tu círculo de amigos o el de tus familiares siempre hay alguien que está sufriendo porque lleva meses sin trabajar y las facturas se van acumulando. Y nunca sabes cuándo vas a ser el siguiente. Se parece a una de esas películas de terror en las que van matando a todos menos a la morena con gafas que se cree más inteligente: a esa la reservan para más adelante.
A todos los que de alguna manera nos fuimos de nuestros países porque la situación allí era difícil, nos queda esa gran pregunta: ¿Y ahora qué? ¿Quedarse y aguantar otros dos, tres, cuatro o cinco años de tempestad? ¿Agarrar un bote salvavidas y salir a buscar otros destinos, volver a ser inmigrante?
Lo ideal sería sacar las ratas del barco e intentar que flote otra vez. Pero las muy malditas están bien apalancadas en sus puestos de mando, en el gobierno, en la banca, en la oposición y en las grandes empresas. Están devorando lo que queda de la nave y no les importa que esto se hunda, porque esas ratas siempre flotan.
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Resulta difícil explicar cómo en países afectados por la crisis económica, las víctimas de dicha crisis pueden votar a partidos de la derecha como el Partido Popular de España. Este fenómeno de la captación de la cólera de los desfavorecidos por la derecha populista no es evidentemente un hecho exclusivo de España, se presenta también en Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Podríamos imaginar que es el discurso el que seduce a los votantes. Pero cuando observamos sus estrategias discursivas, vemos cómo partidos como el PP se limitan a repetir hasta la saciedad frases acusadoras de la gestión del Gobierno socialista, confiando en que la repetición convierta la acusación en algo ya asumido por la sociedad, en una «verdad». A ello se añade una total ausencia de rigor, muy particularmente en las comparaciones relativas a la historia, ya sea de la Revolución francesa, del franquismo o del nazismo, que se yuxtapone a «amnesias selectivas», que niegan y desprecian la memoria de los ciudadanos. Pero en 2011, los ciudadanos tienen el privilegio de observar la materialización de ese populismo de la derecha antes de votar en las elecciones generales en ESpaña, pueden ver cómo se destruyen derechos muy consolidados, cómo se ataca a la enseñanza pública, cómo se intenta desacreditar a los sindicatos, cómo la Iglesia católica vuelve a aparecer en las fotos y cómo, a pesar de las promesas, también se destruyen puestos de trabajo.
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Ud. mismo confirma mi tesis, Juan Camilo, y no es historia sino presente. Está disfrutando de una beca que pagan otros. Eso no puede ser mas justo que el sistema capitalista, ni que el neoliberalismo ni que nada.
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Estimado escéptico: Gracias por el comentario. Primero que todo, no fue ZP el causante de una crisis que venía gestándose desde hace años, con la liberalización del suelo del primer gobierno de Aznar. Ni fue el causante de la crisis mundial que hizo estallar esa burbuja inmobiliaria que causó la actual recesión española.
Por otro lado, no son los Estados de Bienestar los que están causando el colapso, como ud. refiere, sino su justo opuesto: las grandes corporaciones financieras que provoaron con la especulación descarada una crisis que se extiende por todo el mundo. Es el neolibralismo de la escuela de Chicago el que nos ha traído a esta situación, después de que las políticas de Bienestar Social impulsadas por Keynes en Estados Unidos y Europa dieran a los países donde se implementó una gran prosperidad y riqueza para todos durante 30 años. No es opinión: está la historia y están las cifras para comprobarlo.
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Desde comienzos de la Edad Moderna y el capitalismo mercantil, España se caracterizó por tener siempre una doble vertiente dentro del sistema mundial, en tanto agente colonizador y colonizado. Por ejemplo, en los tiempos de la colonización salvaje de los pueblos de América Latina, mientras mercenarios, proscritos, funcionarios del la mafia católica y aventureros con sed de riquezas colaboraban mayoritariamente en la explotación de esos pueblos, llevando enormes cantidades de plata para la Monarquía y sometiendo a la población indígena, el pueblo español peninsular pasaba hambre y la mayor parte del mismo estaba sumido en la más absoluta de las miserias. Además, un 90% de los metales valiosos expoliados a los pueblos originarios americanos pasaban por los puertos españoles, pero iban directamente a las manos de los banqueros alemanes ¿les suena la historia?
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Estos mamertos son inexorables: no es el «capitán» Zapatero y su tripulación de ministros y ministras progres istas los que llevan el barco a pique, sino los banqueros. El mismo Zapatero que anunció a los cuatro vientos, recién llegado al poder, que la economía española era la «Champions League», que su banca era la mejor del mundo y que, para hacerse reelegir, aseguró que en España no había crisis, sino una pequeña desaceleración.
Los Estados de Bienestar, bienestar de los vagos por cuenta de los que trabajan, están colapsando por sustracción de materia. Es muy natural que todos aspiremos a vivir del gobierno como empleados o subvencionados, como los mamertos, claro.
En Bogotá, luego de la ruina en que la han dejado dos gobiernos de izquierda, van a elegir a Petro-dólares de Chávez, connotado progresista. La consigna es: ¡Todos a los comedores públicos, que trabajen los bobos!.
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